Domingo 33 del Tiempo Ordinario – Ciclo A

DOMINGO TRIGESIMO TERCERO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

Este “penúltimo” domingo del año litúrgico nos introduce de lleno en la esfera religiosa escatológica; nos instruye y nos motiva a pensar en las últimas cosas de la vida, esas sobre las que no queremos hablar casi nunca, porque nos parece que no forman parte de nosotros mismos; como si fueran de otro mundo. Sin embargo, la liturgia nos recuerda que son del nuestro, de nuestra intimidad más profunda a la que debemos asomarnos con fe y esperanza. Existen las últimas cosas, que llegan cuando nuestra vida, aquí, ya se ha agotado. Por ello, nos permitimos una reflexión de más alcance sobre el concepto bíblico de “parusía” que impregna el sentido de las lecturas de este día.

1. Oración:

Señor, Dios nuestro, concédenos vivir siempre alegres en tu servicio, porque en servirte a ti, creador de todo bien, consiste el gozo pleno y verdadero. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

2. Lecturas y comentarios

2.1.Lectura del libro de los Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31

Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas. Su marido se fía de ella, y no le faltan riquezas. Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida. Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus manos. Extiende la mano hacia el huso, y sostiene con la palma la rueca. Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre. Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, la que teme al Señor merece alabanza. Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza.

Tenemos ante nosotros el poema, en acróstico -cada uno de los versillos comienza por una letra del abecedario hebreo en orden alfabético-, de la mu­jer perfecta. En acertadas imágenes y logradas pinceladas surge vigorosa y bella la figura atractiva de la mujer perfecta. Es un canto a esa criatura destinada por Dios a compartir con el hombre las responsabilidades del ho­gar y de la familia. Se trata de la mujer sabia y digna. El autor la describe según la mentalidad de su tiempo; mentalidad que corresponde a una socie­dad primitiva agrícola y pastoril. La descripción es válida. Existe la mujer sabia, honor de su marido y sostén de la familia; y existe también la mujer insensata, irrisión del marido y ruina de la familia. La mujer hacendosa y trabajadora y la mujer ligera de cascos, despilfarradora. Ante nuestros ojos la mujer perfecta. Mujer caritativa y misericordiosa.

De la mujer depende en gran parte el buen gobierno de la casa y la felici­dad de la familia. La mujer ideal es hacendosa, es trabajadora; es carita­tiva, es compasiva. Es algo fugaz la hermosura; lo que vale es el temor de Dios.

No ha disminuido en modo alguno el papel que desempeña la mujer en la familia, hoy día. La mujer que se precie de buena cristiana debe poseer las cualidades con que la adorna la lectura presente. ¡Cuántas mujeres hay gas­tadoras, despilfarradoras! ¡Cuántas hay egoístas, orgullosas, presumidas! ¡A cuántas les entretiene demasiado la vida llamada de sociedad, cines, bai­les, salas de fiestas…! ¿No se han visto con frecuencia maridos que se han visto obligados a sustraer cantidades considerables para satisfacer los ca­prichos de sus esposas? ¿No han sido más de una vez las mujeres ruina del hogar y de la familia? ¿Qué decir del santo temor de Dios? ¿Quién piensa en el temor de Dios? ¿No son antes los caprichos, las modas y la frivolidad? ¿No descuidan muchas las obligaciones más urgentes respecto a los hijos, al ma­rido y la familia? No está de más recordar todo esto.

El tema de la emancipación de la mujer es a este respecto interesante. La posición de la mujer-madre como educadora religiosa de los hijos va per­diendo terreno. El día en que las madres no sepan enseñar a sus hijos las primeras oraciones o inculcar los primeros rudimentos de la fe será una ca­tástrofe; por desgracia nos vamos acercando a ello.

2.2.Salmo 127

Este Salmo hace parte del conjunto de los 15 Salmos llamados “de las Subidas” (el cancionero del peregrino), los cuales cantaban los peregrinos en la recta final de su subida a Jerusalén. El Salmo es orado hoy en los matrimonios, tanto judíos como cristianos, por su comprensión de la familia; en la liturgia de hoy oramos con él porque ayuda a prolongar la primera lectura, ya que pone en primer plano: la mujer como imagen la Sabiduría y el temor de Dios. El Salmo comienza con una bienaventuranza, “Felices los que temen a Yahvé” (v.1), abarcando una estrofa completa hasta el v.3. La última estrofa es una bendición: “Será bendecido… Bendígate Yahvé…” (v.4-6). Como respuesta a una vida trazada sobre los caminos del Señor, se derrama la bendición sobre la familia: los padres de familia llegarán a la ancianidad, verán sus nietos y futuro promisorio para la comunidad entera.

Salmo responsorial Sal 127, 1-2. 3. 4-5 (R.: 1a)

R. Dichoso el que teme al Señor.

Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. R.

Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa. R.

Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida. R.

2.3.Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 5, 1-6


En lo referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis, hermanos, que os escriba.
Sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: «Paz y seguridad», entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no podrán escapar. Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas. Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados.

Tema: El Día del Señor.

Les ha asegurado Pablo en los versículos anteriores -comentados el do­mingo pasado- la Venida del Señor. El Señor ciertamente viene y viene como un gran Señor. Es tan segura la venida de ese Día, como la luz que nos alumbra. Sin embargo, contrariamente a lo que en Tesalónica algunos creían -el Señor iba a venir muy pronto, por eso no querían trabajar- el mo­mento de la realización de ese Día es incierto. No se sabe. El Señor no ha fi­jado un plazo. Más aún, lo ha dejado intencionadamente en la incertidumbre. Pablo les recuerda la catequesis primitiva (puede que sean en el fondo las parábolas que trae Mateo en el capítulo 25). Surge de repente, en la repre­sentación que él se hace de aquel Día, el cuadro angustioso que ofrece Jere­mías al hablar de la invasión asoladora que procede del norte. Jr 4, 6-14.31. Textos tomados del gran discurso de Jeremías anunciando los horrores de una invasión sin piedad -destrucción del Templo, duro castigo a un pueblo que se había dormido en el abandono, sin practicar la justicia y la piedad. El Día del Señor lleva consigo el horror, para los que son tinieblas, natural­mente.

El cristiano, en cambio, es luz, hijo de la luz, hijo del día. No es fácil sor­prender a uno a la luz del día. El cristiano no se dejará sorprender por aquel día. La imagen de la luz se refiere, sin duda alguna, a las buenas obras. El ejercicio de las buenas obras nos mantiene en la luz, nos mantiene alerta. En el fondo se perfila ya la idea del Juicio.

2.4. Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 14-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: -«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que habla recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: «Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.» Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.»

Se acercó luego el que habla recibido dos talentos y dijo: «Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.» Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.»

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: «Señor, sabia que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.»

El señor le respondió: «Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabias que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues deblas haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.

Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.»

La misma parábola se encuentra en Lc 19, 12-27. Los detalles de la pa­rábola difieren en ambos evangelistas; no así la doctrina y enseñanza fun­damentales.

En el relato ficticio de la parábola, va interfiriéndose la aplicación doctri­nal. Así, por ejemplo, el versículo 23 Entra en el gozo de tu Señor no puede ser otra cosa que la Vida eterna; y el Señor no puede ser otro que el Hijo del Hombre, Cristo Jesús. Por lo demás el relato discurre con naturalidad. Nos choca, sin embargo, -eso pretende la parábola- la conducta y la justificación de la misma por parte del siervo tercero, y la respuesta con la consiguiente actitud del Señor del siervo. La conducta de este último con su respectiva defensa -crudamente expuesta- puede parecernos aceptable. No le pareció así al Señor. Y esto es lo que vale; esa es la advertencia de la parábola: así se comportará el Señor con aquellos que se porten como el siervo. Se nos han dado los dones para producir -se entiende, buenas obras- hasta que llegue el día de la cuenta. Los dones de Dios no pueden permanecer improductivos; debemos operar con ellos.

Todo apunta al Juicio Final, versículos 28-30. El versículo 30, no muy de acuerdo con el 28, es típico de Mateo. El tema es, pues, la norma que va a seguir Dios al pedir cuentas a sus siervos, nosotros, de los dones recibidos. De rechazo nos indica el camino a seguir para no caer en la condenación del Señor. Hay que obrar el bien. Este tema aparece sin ambages en los versículos 31 y siguientes, donde se habla del Juicio Final.

Meditemos:

a) No durmamos, dice San Pablo, sino estemos vigilantes y vivamos so­briamente. He ahí el tema. Somos luz y nuestra luz -además de brillar para que otros viendo nuestras buenas obras alaben a Dios, pues la luz engendra la luz- nos es ventaja y defensa para el Día de la cuenta. Para el que vive en la luz no hay sorpresas. La luz le permite distinguir los objetos y apreciar las distancias. Difícilmente será sorprendido por el ladrón. Antes bien, el que viene no vendrá como ladrón que despoja, sino como Señor que premia. El Apóstol apunta a la sobriedad. Son las obras buenas; en gene­ral la vida cristiana bien vivida. Más abajo especifica con cierto deteni­miento. Las cosas de este mundo pasan; no deben entretenernos demasiado, no sea que, desprevenidos, nos sorprenda el Día del Señor. Hay algunos que no tienen mayor interés en este asunto. Son tinieblas. Estos deben temer muy seriamente. El Día del Señor llegará cuando esten totalmente desprevenidos. El terror se apoderará de ellos.

¿No es verdad que no siempre vivimos sobriamente? ¿No es verdad que no siempre somos luz o andamos en la luz? ¿No será ya hora de arrojar lejos de nosotros todo aquello que tenga que ver con las tinieblas?

b) El Día del Señor es el Día del juicio. Por una parte, un santo temor de Dios, teniendo en cuenta la condenación del siervo perezoso. Por otra, un santo afán. Debemos sacudir de nosotros el abandono y pereza en el cum­plimiento del deber cristiano; debemos apurar a nuestro espíritu a una santa codicia en el bien obrar, teniendo en cuenta el premio que nos espera. El Señor es tan generoso como exigente. Un examen de conciencia es lo más oportuno. ¿Cuál es nuestra actitud respecto a este problema de la venida del Señor? ¿Dejamos pasar el tiempo sin realizar obras buenas? ¿Vivimos des­preocupados? ¿No es verdad que nos falta interés en este punto? Hay que moverse, hay que actuar, no sea que el Día del Señor nos sorprenda sin nada en las manos. Sería horrible.

c) Se puede hacer una aplicación de tipo secundario. La mujer perfecta es la mujer sabia. Su comportamiento suscita la alabanza de todos. También el Señor alabó al siervo fiel. Él premió su laboriosidad. La mujer perfecta es un ejemplo de la sabiduría que debe acompañar toda nuestra vida cristiana: laboriosidad, caridad, temor de Dios.

d) No estaría de más una aplicación a la mujer de hoy día. Puede que sean útiles, a este respecto, las interrogantes antes enunciadas.

3. Oramos

La Palabra nos ha planteado unos desafíos nada fáciles: trabajar para que llegue el Reino, usar nuestros “talentos” para que el Señor nos encuentre preparados a entrar en su Reino en el “tiempo final”. Por eso, vamos a ponernos en las manos del Padre, el Abba de nuestro Señor Jesucristo, para que nos dirija, para que nos guíe, a fin de que venga a nosotros su Reino. Vamos a entregarnos a Él con las palabras de Charles de Foucould.

Padre, me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo. Lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas las criaturas. No deseo más, Padre. Te confío mi vida, te la doy con todo el amor de que soy capaz. Porque te amo y quiero darme a ti, ponerme en tus manos, enteramente, sin reservas, con una confianza absoluta, porque Tú eres mi Padre.

Sugerencia de Cantos:

Entrada: Vamos Cantando (J. A. Espinosa) Ofertorio: El milagro de los panes Comunión: Administradores del Amor (F. Palazón) En la viña del Señor (F. A. Palazón), Esperad al Señor (Kairoi) Salida: En el trabajo (C. Gabaraín)

5 comentarios sobre “Domingo 33 del Tiempo Ordinario – Ciclo A

  1. hola quisiera saber cuales son los cantos para este domingo ………..gracias …..dios y la santisima virgen los bendigan………..felicidades

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