Tercer domingo de Cuaresma – Ciclo A

Domingo tercero de Cuaresma ciclo A

1. Introducción

Lo que Jesús realizó con la samaritana, continúa haciéndolo con los catecúmenos y los fieles, con la Iglesia, actualizando en cada celebración el misterio de su pascua para nosotros. Que su acción sea tan eficaz en nosotros como lo fue en el corazón de la samaritana. Es el fruto de la Eucaristía, prenda desde ahora del misterio celestial (postcomunión).

2. Lectura del libro del Exodo 17,3-7.

En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés: ¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados? Clamó Moisés al Señor y dijo: ¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen. Respondió el Señor a Moisés: Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo. Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y puso por nombre a aquel lugar Massá y Meribá, por la reyerta de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor diciendo: ¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?

”¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?” (v. 7). O como decíamos el domingo pasado: ¿y si todo fuera una mera ilusión? Lo que era sólo una insinuada duda en el relato de Abrahan, aquí es una pregunta abiertamente formulada por el pueblo que camina hacia la tierra prometida, hacia la salvación. Una diferencia patente salta a la vista entre los dos relatos: Abrahan se fía a pesar de que la promesa es solamente una realidad futura, mientras que el pueblo de Israel duda y eso tras experimentar la salida de Egipto, la liberación de la esclavitud. Así la confianza del pueblo en el Señor es de muchos menos quilates que la de Abrahan.

La estructura del texto es muy sencilla: ante la dificultad, la falta de agua (v.1), el pueblo protesta contra Moisés y contra Dios (v. 2) tergiversando así el sentido de la salida de Egipto (v. 3). Moisés suplica (v. 4) y Dios ordena golpear la roca del Horeb (vv. 5-6); Moisés ejecuta lo ordenado y da nombre al lugar (v. 7). Un texto paralelo puede leerse en Nm 20. 1-13. En el duro caminar del pueblo hacia la liberación como en todo caminar humano siempre surgen dificultades. Es lo más normal, ya que la liberación es un bien, pero difícil de alcanzar, por eso la dificultad y el riesgo son sus eternos acompañantes. La historia de la humanidad contemporánea, en su lucha por obtener la libertad, es un buen testigo de esta afirmación.

La actitud correcta del pueblo ante el riesgo y el peligro debería ser el tratar de superarlos, pero no ocurre así, sino que se dedica a hacer lo más fácil: protestar. La queja es el elemento constante en todos estos versículos: “murmuran” (v. 3), “riñe” con Moisés y “tienta” al Señor. Con murmuración y protesta se abre y se cierra el relato, de ahí el nombre dado al lugar: “Meribá”=riña, altercado o querella, y “Massa”=tentación (v. 7). Israel tergiversa su salida al interpretar su liberación como una salida hacia la muerte. Es la ofuscación del pueblo ante el peligro. Moisés, agente de la liberación, es el que sale peor parado: “poco falta para que me apedreen” (v. 4). Moisés es el auténtico líder que comparte con el pueblo las dificultades y tiene que soportar, además, sus quejas. Por eso a veces se queja de que el pueblo le trate mal, pero siempre acaba intercediendo por él (v. 4). El pueblo tienta a Dios desafiándole a que dé pruebas (signo evidente de su inmadurez en la fe). Aquí tentar a Dios es dudar de él, no fiarse a pesar de las pruebas que les ha ido dando hasta entonces. ¡Han experimentado en su carne la liberación de la opresión y ahora van diciendo que Dios los ha sacado para morir en el desierto! Reflexiones.

”¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?” A la duda del pueblo responde, con su presencia, Dios haciendo eficaz la acción de Moisés. De la roca de Horeb mana un agua corriente y viva que calma la sed y es presencia salvadora (v. 6). Según la interpretación rabínica, la roca acompañó a Israel en su peregrinar por el desierto. Pablo nos dirá que esta roca es Jesús (1 Co 10. 4), presencia de Dios salvadora, fuente de agua cristalina que calma la sed de todo hombre (Jn 4. 13ss; 7. 37ss;Ap 7. 17; 21. 6; 22. 17…). Y los cristianos muchas veces tentamos al Señor abandonando la fuente de agua viva y cavándonos en su lugar aljibes agrietados incapaces de retener el agua (Jr 2. 13; 17. 13…). La murmuración y la queja son los eternos acompañantes de toda liberación. ¡Eterno sino de una humanidad que siempre se revuelve como una víbora cuando se le ofrece el don de la libertad! ¡Amamos más la seguridad con esclavitud que la libertad con riesgo! -Moisés, líder, es el que sale peor parado, ya que debe compartir las dificultades del pueblo y cargar con sus quejas. Nuestros líderes políticos y religiosos cargan con nuestras quejas, ¿pero comparten también nuestras angustias? Dicen que se aprietan el cinturón subiéndose el sueldo en un cinco por ciento, que cobran menos que sus colegas europeos, que… ¡Pobre pueblo!

El Salmo que cataremos este domingo, tiene su origen en la liturgia del Templo, es una invitación a penetrar en el Santuario para gritar de alegría. Describe también tanto los gestos litúrgicos (entrar, inclinarse, postrarse) como las diferentes actitudes del creyente (gritos de alegría, aclamaciones, acción de gracias, adoración y escucha de la Palabra del Señor). El salmista invoca al Dios de la Alianza, el Dios salvador, que está presente en la historia de su pueblo. Hace alusión al texto del libro del Éxodo que acabamos de leer en la primera lectura. Dios llamado “Roca” (la “Roca de nuestra salvación”, v.1b). La imagen evoca la fuerza y la solidez de Dios. Su amor es inquebrantable, así como la roca que ha debido romper el pueblo durante su travesía por el desierto y que lo ha salvado de la muerte. Dios es la salvación de aquellos que ponen su confianza en Él. El pueblo, por el contrario, es voluble, no es un modelo de gratitud hacia aquél que lo ha salvado tampoco modelo de fidelidad. Durante toda la travesía del desierto, lo mismo que sucedió en Masá y en Meribá, el pueblo sigue poniendo resistencia a Dios y a Moisés. Y por tanto, ha visto también las reacciones airadas de Dios. El Salmista dice que no hay que imitar el mal ejemplo del pueblo: “No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá” (v.8).

3. SALMO RESPONSORIAL Sal 94,1-2. 6-7. 8.9

R/. Escucharemos tu voz, Señor.

Venid , aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
vitoreándolo al son de instrumentos.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Massá en el desierto,
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

4. Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 5,1-2.5-8.

Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos; y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de los Hijos de Dios. La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; -en verdad. apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir-; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.

a) La primera afirmación de Pablo es la de nuestra justificación mediante la fe (v. 1). Pero habla como de un hecho ya pasado cuya realidad sigue dejándose sentir. En la primera parte de su carta, Pablo presentaba la idea de justificación en el centro de su pensamiento y veía en ella el acto de Dios más decisivo para la suerte de la humanidad. Con el v. 1, el apóstol ha pasado de una exposición intemporal sobre la justificación (sus principios: Rom. 3, 21-26; su universalidad: Rom. 3, 27-4, 25) a la afirmación concreta de su realización presente en nosotros desde Cristo.

b) Entre los frutos actuales de la justificación adquirida por Cristo, Pablo menciona la paz y la gracia (v. 2a).

La paz sucede al estado de enemistad en la que pagano y judío estaban sumergidos antes de Cristo; la gracia es la correspondencia de la cólera divina (Rom. 1, 18-3, 20); la gracia hace que vivan en la amistad de Dios quienes habían estado apartados.

La paz entre judíos y paganos es uno de los temas centrales de la carta a los romanos. Todo lleva incluso a creer que Roma tenía en aquel entonces dos Iglesias distintas: una, la judeo-cristiana, compuesta por antiguos judíos que habían huido de la persecución; la otra, de origen griego o romano.Estas dos Iglesias debieron tener una vida totalmente separada (la carta a los romanos es además la única que no se dirige a la “Iglesia de Roma”). De esta forma, la finalidad de la carta aparecía claramente: Pablo quiere que las dos Iglesias no sean más que una y que judíos y paganos se den cuenta de que son tan pecadores los unos como los otros (cap. 1-4) y por tanto gratuitamente reconciliados con Dios por Cristo (cap. 5 y sgs.); por tanto, no deben esperar ya la mutua paz del justo, sino que deben vivirla inmediatamente.

c) Pero el goce de los bienes presentes acarreado por la justificación queda, a su vez, superado por la esperanza. Leyendo el v. 8 podría incluso creerse que la fe es superada por la esperanza, porque el apóstol mantiene sobre todo la tensión escatológica de la fe y la justificación. La fe, acto de Dios, es en nosotros certidumbre de la gloria.

d) Sin embargo, esta esperanza de gloria pone muy de relieve la distancia que separa todavía al cristiano en el mundo y la gloria cuya manifestación espera. Los judíos expresan fácilmente esta distancia entre el presente y el futuro hablando de tribulaciones y de las persecuciones que serán la nota característica del paso de un estado a otro. Tras este tema se oculta la dolorosa depuración que produce siempre la trascendencia. La prueba experimenta. Da aquí abajo, cuando se vive de un alto ideal, pone primero en juego la existencia misma de la fe en ese ideal: la virtud de constancia la mantiene en actividad (v.

3). Pero el tiempo y su extensión están expuestos a poner a prueba la solidez de la fe: la “virtud sometida a prueba” viene en apoyo de la esperanza para ayudarla a mantenerse firme a pesar y por encima de todo (v. 4). Pero ¿qué pueden unas simples virtudes como la constancia y la solidez si el Espíritu mismo de Dios no le sitúa dentro de unas relaciones personales indisolubles con el Padre? (v. 5). Así, pues, la fe y la esperanza se alimentan mutuamente de la caridad que vive en nosotros (1 Cor. 13, 7-13).

Los cristianos de Roma están divididos en dos iglesias que no llegan a hacer las paces entra sí. Sin duda, cada cual tomó su propio partido remitiendo esta paz a las calendas griegas cuando Dios conceda al hombre su justicia. Pablo reacciona contra esta mentalidad aún demasiado judía; la justicia de Dios ya ha sido dada y por tanto la paz debe ser ya buscada y vivida porque es el fruto de la mutua conciencia de nuestra justificación en Jesús. Pero los cristianos de Roma no están muertos. También nosotros dejamos para las calendas griegas la reconciliación que nos cuesta conseguir de inmediato. Por ejemplo, rezaremos por la unidad entre los cristianos olvidándonos de que la unidad ya nos ha sido dada y de que de lo que se trata es de realizarla sin dejarla para una fecha lejana y sin convertirla, exclusivamente en un don de Dios. La paz en los hogares y entre las naciones debe ser buscada y realizada con el mismo espíritu: la esperanza no puede hacernos prescindir del presente.

5. Lectura del santo Evangelio según San Juan 4,5-42:

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José: allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: Dame de beber. (Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.) La Samaritana le dice: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Jesús le contestó: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva. La mujer le dice: Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados? Jesús le contesta: El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. La mujer le dice: Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. [El le dice: Anda, llama a tu marido y vuelve. La mujer le contesta: No tengo marido. Jesús le dice: Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad. La mujer le dice: ] Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén. Jesús le dice: Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad. La mujer le dice: Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga él nos lo dirá todo. Jesús le dice: Soy yo: el que habla contigo. [En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?» La mujer, entonces, dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿será éste el Mesías? Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos le insistían: Maestro, come. El les dijo: Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis. Los discípulos comentaban entre ellos: ¿Le habrá traído alguien de comer? Jesús les dijo: Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y. contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio «Uno siembra y otro siega». Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.] En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él [por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho.»] Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: Ya no creemos por lo que tú dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.

1a.-vv. 5-6.Son la composición de lugar. Todas las indicaciones están en función de lo que vendrá después. Todas son importantes, pero su razón de ser no la percibimos hasta más adelante. Basta por ahora visualizarlas: Samaría, pozo de Jacob, cansancio, sentado, sobre mediodía.

2a.-vv. 7-26. Jesús y la mujer a solas. No tienen más conocimiento inicial el uno del otro que el de su origen judío y samaritano respectivamente. Un conocimiento que en vez de unirlos los separa y enfrenta. Desde el s. V a.C. la escisión de Judea y Samaría era total. Expresión de esta escisión: templos diferentes, recensiones diferentes de la Torá o cinco libros de Moisés. Podemos decir que, inicialmente al menos, no dialogan personas individualizadas sino personajes-tipo que ilustran tradiciones y concepciones diferentes y enfrentadas.

Pero ambas tienen una necesidad común, cuyo símbolo es el agua. Desde el primer momento Jesús cuestiona el agua samaritana y lo hace en nombre de otra agua, que sin embargo tampoco es judía. No podemos olvidar que el autor del cuarto evangelio nos ha presentado antes a Jesús cuestionando el templo judío (cf. Jn 2. 13-16) y lo va a volver a cuestionar aquí en el v. 21. En realidad, pues, el autor opera con un triángulo judío-samaritano-jesuático. El triángulo ocupa un espacio religioso, el mismo espacio religioso. Los tres ángulos apuntan a los mismos orígenes, que, pasando por los patriarcas (Jacob era uno de ellos), se remontan hasta Dios (Yavé). Pero los tres interpretan lo mismo de distinta manera.

Cada uno tiene sus símbolos. Judea, el templo de Jerusalén; Samaría, el de Garizín; Jesús, el aire (La misma palabra griega significa aire y espíritu). Frente a judíos y samaritanos, Jesús ilustra una concepción distinta de Dios. En términos del diálogo: Jesús trae el don de Dios, el agua viva que aplaca la sed. Y la aplaca porque la fuente es mejor y además se encuentra dentro del que bebe. Es el surtidor de la traducción en el v. 14. El pozo de Jacob tiene un agua contaminada: en él beben personas y animales. El agua que Jesús trae es viva, es decir, limpia y cristalina. Pero para hacerse acreedora a ella, la samaritana tiene que salir de su Torá (los cinco maridos, los cinco libros de Moisés de la recensión samaritana) y de sus otros ritos religiosos (sexto hombre: desde siempre Samaría había cultivado un sincretismo judío-pagano). Tiene que salir y venir adonde está Jesús (lo espacial, de dónde, aquí, ir, adonde, salir, juega un papel simbólico muy importante en todo el relato). Jesús es el nuevo templo. En él es posible un tipo de vida religiosa que no lo es ni en Jerusalén ni en Garizín. Una vida cuyo símbolo es la movilidad, gracilidad y libertad del aire. En términos del diálogo: una vida en “espíritu y verdad”. En vez de la vida cargada y falaz de una tradición-concepción basada en la ley y que no lleva sino al sacrificio del Cordero. Jesús, sentado junto al pozo, dialoga con la samaritana “hacia el mediodía”. A esta misma hora hará sentar Pilato a Jesús en Jn 19. 13-14. Es la hora de la matanza de los corderos a manos del personal encargado del Templo. Todo en el cuarto evangelio está orientado hacia la Pascua, hacia el Cordero glorificado en su misma muerte. “Yo soy, el que habla contigo”.

3a.-vv. 27-30.Son versos puente, cuya única función es preparar la secuencia siguiente. Es importante la salida de la gente para acudir adonde está Jesús.

4a.-vv. 31-38.Es una secuencia-comentario de la salida de la gente y de su puesta en camino para acudir adonde está Jesús.

El autor concibe las secuencias 3 y 4 desarrollándose simultáneamente. La gente saliendo de la ciudad y acudiendo adonde Jesús está son los campos dorados. Es una secuencia alegre, con la alegría de la cosecha que llega. Atrás quedan el trabajo y el cansancio del sembrador. Donde la traducción litúrgica habla de sudar, el texto original habla de cansarse.

Es el cansancio del que se ha hablado en la primera secuencia y que ahora vemos que era también un símbolo. Jesús trae agua limpia, está construyendo un nuevo templo. Es la tarea y la obra que tiene encomendada, su alimento, su razón de ser. Pero es una tarea muy ardua y fatigosa, por las resistencias religiosas de los religiosos, por el riesgo mortal al que está expuesto. “Otros se han cansado”. Se refiere al Padre y al Hijo. “Mi Padre hasta el presente sigue trabajando y yo también trabajo” (Jn 5. 17). Los discípulos son los encargados de continuar la obra siempre inacabada, porque Jerusalén y Garizín no son antisignos del pecado, sino antisignos que nunca acaban de dejar de existir.

5a.-vv. 39-42.Se cierra ahora la tercera secuencia y todo el relato. Los samaritanos llegan adonde está Jesús y le piden que se quede con ellos. El autor amplía o limita la estancia de Jesús a dos días, tal vez porque quiere que el lector sitúe el siguiente relato en el marco del tercer día, el día de la resurrección según la tradición sinóptica. De hecho el siguiente relato habla de la curación de alguien que está para morir. Se trata probablemente de un ordenamiento muy intencionado para ilustrar que el mundo de Jesús no lleva a matar sino a hacer vivir, cobrando así todo su sentido la afirmación final de los samaritanos: “sabemos que él es de verdad el salvador del mundo”.

No es fácil la lectura del texto de hoy. No lo es por su densidad narrativa y simbólica. Pero esta misma densidad le confiere riqueza y fuerza evocadora. Agua cristalina, aire puro, campos dorados, alegría del sembrador, cansancio fructífero, vida. ¡Este Dios y este mundo religioso sí que hechizan.

6. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén

Segundo Domingo de Cuaresma – Ciclo A

Domingo segundo de cuaresma ciclo A

1. Oración inicial:

¡Oh Dios!, que en la gloriosa Transfiguración de tu Unigénito, confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de la ley y los profetas y prefiguraste maravillosamente nuestra perfecta adopción como hijos tuyos: concédenos, te rogamos, que escuchando siempre la palabra de tu amadísimo Hijo, seamos un día coherederos de su gloria.

2. Introducción

“Este es mi Hijo Amado, ¡Escuchadlo!”, en la transfiguración la voz del Padre revela a los discípulos que el verdadero camino hacia él es Cristo, la Palabra viviente de Dios. En Él y por Él se realiza el proyecto divino anunciado a Abraham: “En ti serán bendecidas todas las familias de la tierra”. Esta bendición y esta salvación se nos conceden por pura gracia, proclama Pablo en la segunda carta a Timoteo: “Dios nos ha salvado, no a causa de nuestros propios actos, sino a causa de su proyecto”. En este tiempo de Cuaresma entremos en este proyecto y cantemos con el salmista: “Que tu amor, Señor, sea sobre nosotros como lo esperamos de ti”.

3. Lectura del libro del Génesis 12,1-4a.

En aquellos días, el Señor dijo a Abrahán: Sal de tu tierra y de la casa de tu padre hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo. Abrahán marchó, como le había dicho el Señor.

Después que el domingo pasado escuchamos la narración de la creación y caída de los primeros padres, una nueva etapa comienza en la Historia de la Salvación: Abraham es llamado por Dios para dejar su tierra, su familia y salir para la tierra de la promesa. Abraham responde de forma decidida e inmediata.

Este texto ocupa un lugar importante en la Biblia. Los capítulos anteriores del libro del Génesis tratan sobre la condición humana en general y sobre la violencia inherente a ella. Dios resuelve recomenzar después del diluvio. La tierra se repuebla con Noé y sus hijos. Luego Dios emprende una historia nueva a partir de Abraham. Lo llama para hacer Alianza con Él. Este llamado es precisamente el texto de hoy.

La Alianza con Abraham, así como la Alianza con Noé, es incondicional. Dios se compromete unilateralmente con ella ofreciendo su bendición. Llama la atención que se menciona cinco veces la palabra “bendición”. Hasta el momento el libro del Génesis había registrado cinco maldiciones pronunciadas sobre la serpiente, la tierra, Caín, nuevamente la tierra y Canaán (ver Gn 3,14.17; 4,11; 5,29; 9,25). Con Abraham la historia de maldición y de desobediencia, iniciada con Adán y Eva, quienes deciden apropiarse de la divinidad, ahora toma un sentido contrario.

En el lenguaje bíblico, la bendición es una palabra fuerte que produce necesariamente su efecto. Ella está relacionada con la fecundidad. Después de la creación del mundo en seis días, Dios “bendijo” a sus creaturas a partir del quinto día, y a partir de ese momento ellas se convierten en “seres vivientes”. Bendice los peces y los pájaros diciendo: “Sed fecundos y multiplicaos, llenad los mares, que los pájaros se multipliquen sobre la tierra”. El sexo día, bendice a los seres humanos, pero curiosamente no bendice los animales terrestres. Esta diferencia de trato entre los animales ilustra la noción bíblica de bendición. La bendición divina produce necesariamente su efecto, es imposible ofrecer un espacio único a dos grupos rivales. Sería lanzarlos unos contra otros en una guerra sin fin. Dios bendice, por tanto, el grupo al cual invita a dominar el espacio común y a organizarlo en beneficio de todos.

En nuestro texto, la bendición está generalmente ligada a la fertilidad. Dios quiere hacer de Abraham el padre de una gran nación. Pero la bendición no es ofrecida exclusivamente a esta nación, en detrimento de los otros pueblos: “En ti serán bendecidas todas las familias de la tierra”.

Al final de texto se subraya la obediencia de Abraham al proyecto de Dios: “Abraham salió, como el Señor le había ordenado” (12,4). Todo lo contrario de la desobediencia de la primera pareja humana.

La Historia de la Salvación propiamente dicha comienza. Su corazón es la Alianza que Dios concluye con Abraham y su descendencia. Su culmen es la Nueva Alianza en Jesucristo, por medio de Él también la bendición –y gracias a su obediencia al Padre- se expandirá sobre toda la tierra (ver Romanos 5,19).

Abraham fue uno de los muchos grupos que emigraban, lo mismo que hoy, «buscando la vida». En ese andar luchando por la vida descubrieron el llamado de Dios a dejarlo todo y fiarse de su promesa de vida. Dios promete a Abraham que será padre de un pueblo numeroso y que tendrá una tierra, la “tierra prometida”. Es lo que anhelan sus corazones, lo que necesitan para vivir una vida humana y digna. Hoy son muchas las “minorías abrahámicas” que siguen escuchando el llamado de Dios, que les invita a buscar nuevas formas de “vida prometida” para todos los hijos de Dios.

4. SALMO RESPONSORIAL
Sal 32,4-5. 18-19. 20 y 22

R/. Que tu misericordia, Señor; venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

La palabra del Señor es sincera
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

Este Salmo es un himno a la Providencia divina. El punto de partida de la oración es la captación del inmenso amor de Dios: “Del amor de Yahvé está llena la tierra” (v.5b). La primera estrofa aclama la Palabra de Dios: “Pues recta es la Palabra de Yahvé…” (v.4ª). Esta expresión no se refiere aquí a las Santas Escrituras sino a la “Palabra” que trajo el mundo a su existencia: la “Palabra creadora”. El orante ve enseguida la relación entre lo que Dios dice y hace. Muestra la rectitud de las obras de Dios y la rectitud que espera de los seres humanos: “Él ama la justicia y el derecho” (v.5ª).

La segunda estrofa desarrolla una idea muy querida para el salmista: Dios es un guardián que vela sobre sus fieles: “Los ojos de Yahvé están puestos sobre quienes le temen, sobre los que esperan en su amor” (v.18). Dios mira el mundo atentamente, nada se le escapa. Pero no es un espía de los hombres, para ver cómo los castiga, sino que su “velar” es el propio de un padre que está atento para que nada les falte a sus hijos. El brazo de Dios interviene para proteger y hacer crecer la vida: “Para librar su alma de la muerte, y sostener su vida en la penuria” (v.19). La última estrofa describe el doble movimiento convergente que une al creyente con Dios. Hay un movimiento descendente: “sea tu amor sobre nosotros”. También un movimiento ascendente: “en ti está nuestra esperanza” (v.22).

5. Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 1,8b-10.

Querido hermano: Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé. El nos salvó y nos llamó a una vida santa no por nuestros méritos, sino porque antes de la creación, desde el tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado por medio del Evangelio, al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal.

En el contexto, Pablo le pide a Timoteo que “renueve” en él (en el sentido de “reavivar” una llama que puede apagarse) el carisma recibido por la imposición de sus manos (ver 1,6). Puesto que el texto seleccionado para la liturgia comienza en medio del párrafo, no se alcanza a percibir este contexto, pero es importante: ésa es la “fuerza de Dios” a la cual se refiere en el v.8c

A lo largo de este pasaje (que tiene carácter hímnico), Pablo exhorta a Timoteo para que sea fiel a su misión apostólica y para que enfrente con valentía las dificultades y pruebas con las cuales se va deparando a lo largo de su ministerio. El gran apoyo es la “fuerza de Dios” que llama a todos los hombres a la salvación en Cristo. Por tanto, reavivar la llama exige un volver a centrarse en Dios que salva y llama, quien realiza en Jesucristo su proyecto de amor (1,9). Este proyecto de amor ha seguido etapas: “desde toda la eternidad” hasta la “manifestación de nuestro Salvador” (1,9b-10a).

Notemos cómo el v.9 presenta la gratuidad del llamado divino a la santidad. El llamado no obedece a méritos humanos sino que proviene del mismo Dios, quien toma la iniciativa, haciendo partícipes a todos los hombres de su santidad. Luego el v.10 no remite a la revelación fundamental de esta gratuidad de Dios: Jesucristo. Pablo se refiere, por una parte, al misterio de la encarnación por medio de cual la eternidad entró en el tiempo y se manifestó a los hombres en Jesús. Pero por otra, el apóstol apunta al ministerio de la redención obrado en la muerte y resurrección de Cristo. En Él la muerte ha sido destruida y la resurrección produce frutos de vida e inmortalidad “por medio del Evangelio”. Una doble mención de “Evangelio” enmarca el himno: “Soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio” (1,8b) y “Cristo Jesús… ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio del Evangelio” (1,10b).

6. Lectura del santo evangelio según san Mateo (Mt 17, 1-9)

17 1 Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó a un monte alto a solas. 2 Y se transfiguró ante ellos. Su rostro brillaba como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. 3 En esto, vieron a Moisés y Elías que conversaban con Jesús. 4 Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: Señor, estamos muy bien aquí, si quieres hago tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. 5 Aún estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió, y una voz desde la nube decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco: escuchadle. 6 Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, aterrados de miedo. 7 Jesús se acercó, los tocó y les dijo: Levantaos, no tengáis miedo. 8 Al levantar la vista no vieron a nadie más que a Jesús. 9 Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: No contéis a nadie esta visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.

El relato de la transfiguración revela a los ojos de los discípulos el verdadero rostro de Jesús. Mateo reelabora el texto de Marcos subrayando algunos elementos que anticipan su manifestación gloriosa en la resurrección: su rostro brillaba como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz (Mt 17 2). Él es el Hijo del hombre que aparecerá un día revestido de gloria (Dn 10). Es la plenitud de la ley y los profetas, personificados aquí por Moisés y Elías. La voz del cielo confirma que es el Hijo amado de Dios (Is 42 1), y el profeta a quien todos deben escuchar (Dt 18 15). Esta manifestación de Jesús está relacionada con la de su bautismo (Mt 3 13-17). En ambas aparece como el siervo sufriente, cuyo destino de muerte es, en realidad, su camino hacia la resurrección (Mt 17 9).
Este relato, situado inmediatamente después del primer anuncio de la pasión, contiene también una palabra de ánimo para los discípulos, que han de seguir a Jesús por ese mismo camino de entrega y olvido de sí (Mt 16 24-28). El Señor se acerca a ellos y les dice: Levantaos, no tengáis miedo (Mt 17 7): una palabra de ánimo para reforzar su fe vacilante, puesta en crisis ante la perspectiva de la cruz.
El diálogo posterior (Mt 17 10-13) debe situarse en el contexto de la polémica que sostenían los judíos y los primeros cristianos. La tradición judía afirmaba que Elías anunciaría la llegada del Mesías, y negaban que Jesús fuera el Mesías, porque Elías no había venido. Para los cristianos Juan el bautista había encarnado el papel de Elías (véase Mt 11 14). Los judíos no sólo no le habían reconocido como tal, sino que le habían dado muerte, y lo mismo hará con Jesús. Mateo insiste al final en la comprensión de los discípulos. La fe en Jesús y la comprensión de sus palabras son los rasgos que caracterizan al verdadero discípulo en este evangelio. A través de los discípulos Mateo propone a su comunidad un modelo a seguir, para que también ellos se coloquen detrás de Jesús con un corazón abierto y una fe incondicional.

La escena de la transfiguración que nos relatan los evangelios es también un símbolo de esas otras muchas experiencias de transfiguración que todos experimentamos. La vida diaria se vuelve gris, monótona, cansada, y nos deja desanimados, sin fuerzas para caminar. Pero he aquí que hay momentos especiales, con frecuencia inesperados, en que una luz prende en nuestro corazón, y los ojos mismos del corazón nos permiten ver mucho más lejos y mucho más hondo de lo que estábamos mirando hasta ese momento. La realidad es la misma, pero nos aparece transfigurada, con otra figura, mostrando su dimensión interior, esa en la que habíamos creído, pero que con el cansancio del caminar habíamos olvidado. Esas experiencias, verdaderamente místicas, nos permiten renovar nuestras energías, e incluso entusiasmarnos para continuar marchando luego, ya sin visiones, pero «como si viéramos al Invisible».

Todos necesitamos esas experiencias, como los discípulos de Jesús la necesitaron. Nosotros no podemos encontrarnos con Jesús en el Tabor de Galilea. Necesitamos buscar nuestro Tabor particular, las fuentes que nos dan fuerzas, las formas con las que nos arreglamos para lograr renovar nuestro compromiso primero, siendo la oración, sin duda, el más importante.

7. Oración: Dios Padre, Sabiduría eterna, Visión infinita, Intuición total: danos profundidad en la mirada, potencia en el corazón, luz en los ojos del alma, para que seamos capaces de transfigurar la realidad y contemplar tu gloria ya ahora, en nuestra peregrinación terrestre, por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.

Primer domingo de cuaresma – Ciclo A

Domingo primero de cuaresma, ciclo A

1. Introducción

La liturgia de este primer domingo de Cuaresma une la figura de Cristo con la de Adán. Somos solidarios el uno con el otro, escribe san Pablo en la carta a los Romanos. Solidarios en el pecado en Adán y solidarios en la salvación y la gracia en Cristo Jesús. En la primera lectura, nuestros antepasados hebreos sucumbieron en el desierto ante los ataques de la serpiente; en el Evangelio, Jesús triunfa sobre el demonio. Al principio de este tiempo de Cuaresma, reconocemos nuestro pecado. Con el Salmo, le pedimos a Dios que los borre y nos conceda la alegría de ser salvos.

2. Oración

Oh Dios que sabes que nuestra vida humana está sometida a tantos influjos, presiones, tentaciones, repulsiones… y también a tantos estímulos, inspiraciones y buenos ejemplos; te pedimos que la atracción y el influjo del bien sea mucho más fuerte en nuestra vida que la tentación y la fuerza del mal, y que el ejemplo modélico de Jesús nos ayude a seguirle por el camino del amor y del bien. Te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.

3. Lectura del libro del Génesis 2,7-9; 3,1-7.

El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló, en su nariz un aliento de vida y el hombre se convirtió en ser vivo. El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en él al hombre que había modelado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además el árbol de la vida, en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal. La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer: -¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín? La mujer respondió a la serpiente: -Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: «No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte». La serpiente replicó a la mujer: -No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal. La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable porque daba inteligencia; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió. Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.

La página de hoy quiere contestar esas graves preguntas: ¿de dónde procede el mal? ¿Por qué el hombre es malo a veces? ¿Por qué es penoso el trabajo? ¿Por qué la muerte?

La serpiente era el más astuto de todos los animales.

El término serpiente es «arum» en hebreo. El término mismo es simbólico porque también significa «astuto» y «desnudo». La serpiente es a la vez temible porque ataca por sorpresa, pero está desnudo, desarmado, sin caparazón, ¡nada protege su piel! Hemos de dar muestra de tener inteligencia para captar la sutileza del relato. En el Antiguo Oriente se adoraban las serpientes. La Biblia las desmitifica y las considera símbolo del «Adversario» del hombre y de Dios. A través de imágenes concretas el sabio nos previene de los mecanismos del mal que se infiltra en nosotros. Si somos perspicaces descubriremos la fina psicología de la tentación y eso nos ayudará a ser prudentes y saber vencerla. Sed más astutos que la misma «astucia», parece sugerirnos el narrador.

-«¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?» Esas primeras palabras contienen ya toda la maniobra. Dios no ha prohibido comer de todos los árboles. Por el contrario los ha dispuesto todos para que el hombre comiera de ellos. Pero el tentador, olvidando ese «don» fabuloso, concentra toda su atención en lo único «prohibido»: Así Dios, en lugar de ser «el que ama y lo da todo al hombre» es presentado como «el que traba, el que prohíbe ciertas cosas al hombre».

-«¡De ninguna manera moriréis! Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.» La astuta «serpiente» sugiere que Dios tiene celos. Dios quiere impedir que seáis felices, sabios como El.

Dios quiere retener para sí sólo, su propia naturaleza. Es patente a qué profundidad se sitúa este relato aparentemente infantil: la raíz del pecado no es simplemente la desobediencia a Dios, es una deformación de la imagen misma de Dios. Es una «anti-fe», un «anti-Dios» un «contramensaje»: ¿os imaginábais que Dios era superior a vosotros, teníais miedo de él y de sus prohibiciones? Ved, en cambio, como está buscando sus intereses. ¡El es quien tiene miedo de vosotros!

Toda la revelación, que se irá desarrollando a través de la Biblia y del Evangelio, será el desenvolvimiento de ese pensamiento teológico admirable: es gran verdad que el hombre esta destinado a «compartir la naturaleza divina» (2 Pedro 1,4)… es gran verdad que el proyecto de Dios es «dar al hombre la vida eterna»… Es gran verdad que la Encarnación de Dios en la carne es el medio para ello…

Pero todo esto es un «don gratuito» de Dios y no una conquista orgullosa del hombre. Así, lo contrario del pecado es la «fe». Se trata de restablecer para el hombre la relación falseada y rota. Se trata de restablecer la confianza. Es preciso «corresponder» a lo que Dios quiere para nosotros. Hay que aceptar recibirlo todo de El: la fe es esto.

-La mujer tomó de su fruto y comió y dio también a su marido, que igualmente comió. Entonces se les abrieron los ojos y se dieron cuenta de que estaban «desnudos». ¡Oh desencanto! Están ahora «desnudos» como la serpiente… lo estaban ya antes, pero ahora lo saben: son frágiles, indefensos.

¿De dónde procede el mal? De la fragilidad humana. El hombre no es Dios. Sólo Dios es perfecto. Todas las cosas creadas son sólo creaturas.

¿De dónde procede el mal? De un Adversario hábil. Este texto sugiere que el hombre es juguete de «fuerzas que le sobrepasan». Satán, el diablo… viene a añadirse a la fragilidad de la libertad humana.

4. SALMO RESPONSORIAL

Sal 50,3-4. 5-6a. 12-13. 14 y 17

R/. Misericordia, Señor, hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa.
Lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

5. Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 5,12-19.

Hermanos: Lo mismo que por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron… [Pero, aunque antes de la ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba porque no había ley. Pues a pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con un delito como el de Adán, que era figura del que había de venir. Sin embargo, no hay proporción entre la culpa y el don: si por la culpa de uno murieron todos, mucho más, gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos. Y tampoco hay proporción entre la gracia que Dios concede y las consecuencias del pecado de uno: la sentencia contra uno acabó en condena total; la gracia, ante una multitud de pecados, en indulto.] Si por la culpa de aquél, que era uno sólo, la muerte inauguró su reino, mucho más los que reciben a raudales el don gratuito de la amnistía vivirán y reinarán gracias a uno solo, Jesucristo. En resumen, una sola culpa resultó condena de todos, y un acto de justicia resultó indulto y vida para todos. En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos.

El pecado entró en el mundo, y por el pecado vino la muerte”. Era de la muere que Dios quería proteger a Adán y a Eva. La prohibición no estaba ligada al hecho de tener o no el conocimiento sino al hecho de que la desobediencia conduce a la muerte. “Y la muerte ha pasado a todos los hombres por el hecho de que todos han pecado”, agrega Pablo. “Todos”, es decir, según las categorías de Pablo, los judíos y los paganas. En los capítulos precedentes, Pablo habla del pecado de los paganos que no han sabido reconocer al Dios creador en la belleza de sus obras (1,18ss). En cuanto a los judíos, ellos ponen su orgullo en la Ley mientras al mismo tiempo que la incumplen (2,17-24). Es así como para Pablo, tanto judíos como paganos están bajo las garras del pecado (3,9). Pero si en Adán, la multitud está tocada por el pecado, la muerte y la condenación, en Jesús, el don sin medida de Dios, esa misma multitud recibe la gracia, la vida, la justificación. Pablo pone en evidencia la solidaridad humana de la cual hablará en otros términos en 1ª Corintios 12,12ss: la unidad del cuerpo y la diversidad de los miembros. En fin, en el versículo 19, Pablo nombra el pecado que ha traído la muerte: la desobediencia, a fin de poner en evidencia la obediencia del Hijo de Dios por la cual ha sido salvado el mundo y él ha sido glorificado (ver Filipenses 2,7-8).

6. Lectura del santo Evangelio según San Mateo 4,1-11.

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre. Y el tentador se le acercó y le dijo: -Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Pero él le contestó diciendo: -Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo lo lleva a la Ciudad Santa, lo pone en el alero del templo y le dice: -Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras. Jesús le dijo: -También está escrito: No tentarás, al Señor, tu Dios. Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y mostrándole todos los reinos del mundo y su esplendor le dijo: -Todo esto te daré si te postras y me adoras. Entonces le dijo Jesús: -Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto. Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y lo servían.

Con una frase característica de la narración bíblica, Mt nos presenta a Jesús en una situación de tener que decidir. Se tienta a uno en sentido bíblico, cuando se le coloca en una situación en que deberá dar buena prueba de sí o decidirse o al menos manifestarse. El marco y las circunstancias de la tentación de Jesús recuerdan la pasada historia del pueblo de Israel. «Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto, para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones, si guardas sus preceptos o no» (Dt 8,2). Es muy probable que Mateo pensara en este texto al escribir el suyo, poniendo una vez más de manifiesto la matriz histórica en que Jesús se mueve y a la que da sentido y plenitud. Las pruebas de Jesús son tres, todas ellas puntualmente superadas haciendo suyos sendos pasajes del Dt, el viejo libro que contiene la Constitución del Pueblo de Israel.

Considerado globalmente, el texto es un desafío a Jesús para que elija sus prioridades como libertador prometido por Dios, como Mesías.

En primer lugar está la tentación de construir la nueva sociedad mediante medios económicos, convirtiendo las piedras en panes. Había ciertamente abundancia de personas hambrientas en el mundo que habrían aceptado gustosas ese pan, viniera de donde viniera. Jesús mismo conoció sin duda las estrecheces y el hambre. Además, el A.T. había descrito con frecuencia la nueva sociedad como una época de gran prosperidad material en la que los hambrientos serían alimentados y las necesidades de cada uno serían satisfechas. Había por eso abundantes y buenas razones para que Jesús se interesara por ello. Una palabra de Dios al pueblo de Israel en un momento crucial de su pasada historia ayudó a Jesús a vencer la tentación: «no sólo de pan vive el hombre». No es que Jesús deje de reconocer que el pueblo tiene necesidades económicas; más bien reconoció, por una parte, que no era ésta su más profunda necesidad y, por otra, que no era esto lo que Dios quería que fuera el objetivo principal de su obra. De hecho, Jesús proveyó posteriormente de alimento al pueblo hambriento. Pero sabía que ésta no debía ser la principal finalidad de su obra.

Una segunda tentación fue la de arrojarse abajo, sin hacerse daño, desde la torre del templo al concurrido atrio. Habría sido cosa fácil demostrar que era el Mesías obrando milagros, porque lo milagroso e insólito tenía y sigue teniendo un especial atractivo. También aquí había para esta tentación algo más que la simple lógica de la situación, pues existía efectivamente una profecía en el A.T. acerca del Mesías que aparecería de repente y de un modo dramático en el templo (Ml 3. 1-3). Había también una promesa en el salmo 91 que decía que Dios protegería a aquellos que le pusieran a prueba. ¿Y no era éste el momento de hacerlo? Si Jesús era realmente el Mesías, podía entonces con toda seguridad esperar que Dios cumpliera honorablemente sus promesas. Una idea muy seductora.

La respuesta a ella vino del mismo tiempo crucial de la pasada historia de Israel: «no pondrás a prueba al Señor tu Dios». El contexto de la promesa de Dios en el salmo 91 aclara que ésta era válida sólo para aquellos que vivían en obediencia a la voluntad divina. Y para Jesús hacer la voluntad de Dios significaba servicio y sufrimiento, y no el uso arbitrario de las promesas de Dios para sus propios fines personales y egoístas. Por eso rechazó la tentación de ser reconocido como el salvador prometido por Dios mediante un despliegue del poder de hacer milagros. Naturalmente que los obró, pero también dio a entender claramente que los milagros eran signos vivos de su mensaje: no eran el mensaje mismo.

La tercera tentación consistía en ser un Mesías político. No cabe la menor duda de que ésta debió ser la tentación más fuerte. Después de todo, esto era precisamente lo que los judíos esperaban del Mesías. También creían comúnmente que ellos gobernarían a todas las demás naciones en la nueva era que iba a seguir, y Jesús fue tentado para que aceptase la autoridad de Satanás con el fin de conseguir el poder sobre el mundo. La idea apareció todavía más viva mediante una visión del esplendor de los reinos del mundo, pero Jesús se dio cuenta de nuevo de que esto era muy diferente de la nueva sociedad que tenía que inaugurar. No es que Jesús no sintiera simpatía por el profundo deseo de libertad que experimentaba su pueblo. Después de todo, Él mismo vivía bajo la tiranía de Roma. Había trabajado con sus propias manos para producir lo suficiente para pagar los impuestos romanos. Conocía muy bien la miserable condición de sus compatriotas, pero rechazó el mesianismo político por dos razones: primeramente rechazó las condiciones en que el demonio se lo ofrecía: compartir soberanía con él. Si Jesús aceptaba que el demonio tenía autoridad sobre el mundo, entonces se le otorgaría una autoridad política limitada a cambio. Esto era algo que Jesús no podía aceptar. Su propio compromiso, y el que exigió a sus seguidores, era exclusivamente con Dios, como soberano y señor. Reconocer el poder del demonio en cualquier área de la vida habría sido negar la suprema autoridad de Dios.

Pero, además, a Jesús se le ofrecía la posibilidad de gobernar con la autoridad y la gloria de un imperio semejante al de los romanos. Y él sabía que ésta no era su misión. Sabía también que la ley de Dios nunca podía imponerse desde fuera en la vida de los hombres y en la sociedad. Si había una lección que aprender de la historia de su pueblo era ésta. Poseían todas las leyes del A.T., pero una y otra vez se habían mostrado totalmente incapaces de cumplirlas. Jesús veía que lo que los hombres necesitaban era entregar su voluntad y libre obediencia a Dios, y de este modo recibir la libertad moral para crear la clase de sociedad nueva que Dios quería que tuvieran.

Esta tercera tentación fue, ciertamente, la más fuerte y apremiante, y fue también rechazada del modo más decidido: «¡Apártate, Satanás!» Jesús no trataba de imponer un nuevo autoritarismo para reemplazar al viejo autoritarismo de Roma. Su nueva sociedad no iba a ser un gobierno tiránico y cruel como muchos judíos preveían, sino algo que brotaría de la nueva e íntima naturaleza de aquellos que formaban parte de ella, puesto que servían y adoraban a Dios únicamente.

7. Tres sugerencias prácticas para este tiempo de Cuaresma De lo anterior deducimos tres mensajes fundamentales que nos permiten permanecer con Jesús en estos cuarenta días.

(1) En el desierto Jesús hace una gran vigilia en la que ora constantemente. Ante todo se nos propone una intensa vida de oración como primera y última condición para la conversión cuaresmal, en el progreso espiritual de la santidad. Convertirse significa buscar siempre y de nuevo el perdón del Padre, quiere decir orar ininterrumpidamente sin cansarse. Es la oración intensa la que nos hace crecer en la gracia de la vocación bautismal, que nos ayuda a poner siempre ante el Señor nuestra fidelidad y nuestras negligencias, a entregarle nuestra pereza, nuestra poca fe y poca esperanza. Es la oración la que, día tras día, nos va familiarizando con el modo de pensar y de actuar de Dios, dándonos valentía y fuerza interior para que tomemos distancia de criterios de vida que hacen daño.

(2) En el combate con Satán, Jesús muestra que se toma en serio la Palabra de Dios. Por eso estrechamente conectado con el ejercicio de la oración se nos propone la escucha de la Palabra de Dios; escucharla y tomarla en serio. La Palabra es lámpara que ilumina los pasos de nuestro camino, alimenta nuestra oración y, junto con la comunión eucarística, nos sostiene y nos da fuerza. La palabra nos enseña a amar, a perdonar, a reconciliarnos, a llevar a cabos gestos de solidaridad, a acordarnos de los más pobres y todos los que sufren.

(3) Finalmente se nos propone un primer alto sincero ante Dios y nosotros mismos para que revisemos con lucidez cómo va nuestra vida. La página de las tentaciones y la victoria de Jesús nos estimula para que hagamos un examen de conciencia personal y comunitario: ¿cuáles son los factores que arruinan la comunión, que generan dolosas separaciones y distanciamientos con Dios, con las personas que amamos y con nuestros hermanos de comunidad? Este ejercicio de discernimiento de dónde están nuestras tentaciones nos ayuda por una parte a desenmascarar las falsas seguridades que nos impiden la conversión interior; y por otra, nos asegura que podemos vencer cualquier tentación si permanecemos unidos a Jesús y en la escucha de la Palabra de Dios. Todos tenemos tentaciones, es importante que tomemos conciencia de cómo funcionan. Pero la buena noticia de este domingo no está en el hecho de que sepamos que tenemos tentaciones sino que podemos vencerlas, que estamos llamados a ser victoriosos en Cristo Jesús.

La finalidad de nuestro camino cuaresmal es que nos hagamos cada vez más hijos en este Hijo perfecto del Padre, que nos realicemos en él, que pongamos nuestros ojos en él para contemplarlo, imitarlo y seguirlo hasta el final.

8. Oración

Señor, tú que animas nuestra fe, consolidas nuestra esperanza y fortaleces nuestro amor, haz que apostemos siempre por el bien, la justicia y la paz, de modo que tu Reino crezca siempre, superando toda tentación de construir este mundo y esta sociedad sin contar contigo en nuestra vida. Te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.

Domingo 9 del tiempo ordinario – Ciclo A

Domingo noveno del tiempo ordinario Ciclo A

1. Oración:

Señor, nos acogemos confiadamente a tu providencia, que nunca se equivoca; y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos para la vida presente y la futura. Por nuestro Señor.

La palabra es medio de comunicación, es decir, medio para compartir cultivado el mundo que nos ha sido dado en estado bruto. Sin embargo, hemos mercantilizado también la palabra, despertando la codicia de todos. Y unos pocos, los fuertes, se la han apropiado, sumiendo a la mayoría en el silencio. Ya no es medio de comunicación, sino de dominación.

2. Lectura del libro del Deuteronomio 11,18.26-28.

Moisés habló al pueblo diciendo: Meteos mis palabras en el corazón y en el alma, atadlas a la muñeca como un signo y ponedlas de señal en vuestra frente. Mirad: hoy os pongo delante maldición y bendición: la bendición, si escucháis los preceptos del Señor vuestro Dios que yo os mando hoy; la maldición, si no escucháis los preceptos del Señor vuestro Dios y os desviáis del camino que hoy os marco, yendo detrás de dioses extranjeros que no habíais conocido.

Este pasaje se sitúa dentro del conjunto 4, 45-11, 32 que es el segundo de los discursos de Moisés, según el Dt. En este c. 11 se viene a tratar de la promesa de la tierra como motivo para el cumplimiento de la alianza. La donación de la ley está íntimamente relacionada con la promesa de la tierra (cf 4, 1.5. 14. 21. 25. 38. 40). Por eso mismo, el cumplimiento de las palabras de Dios, de lo esencial de la ley, será requisito imprescindible para poseer la herencia que Dios promete.

Posteriormente, la interpretación de este texto dio por resultado el uso de las filacterias (pequeñas bolsas que contenían el texto sagrado) para el brazo izquierdo y la frente. Contenían cuatro pasajes esenciales de la ley (entre ellos este de Dt 11, 18) y una parte del shemá (Dt 6, 4-9). En tiempo de Jesús, esta costumbre estaba todavía muy en uso. Jesús criticará la ostentación y el exceso que conducía a alargar las filacterias (cf. Mt 23, 5). De todos modos, el texto es una exhortación a ir penetrando hondamente en el misterio de la palabra, guía de la vida del que cree.

En la formulación de la alianza, la bendición y la maldición son sanciones definitivas y se han de tomar absolutamente en serio; tienen un contenido más real que en nuestras culturas occidentales. Las partes contratantes o los vasallos (en los tratados de vasallaje) las recitaban sometiéndose a ellas.

Numerosas veces se hablará de estas bendiciones y maldiciones (cf. 7, 12-15; 27-11-28, 46), ya que en ellas están concentrados todos los deseos de trascendencia del creyente israelita. Se insiste fuertemente en el carácter existencial de la celebración de la alianza. Hay que tomar una decisión concreta y definitiva. Celebrar la alianza sin consecuencias en la vida es algo desprovisto de valor (cf. 3a lectura). Esta presentación bajo la forma de “dos caminos” de actuación pertenece al fondo del AT y de la tradición del bajo judaísmo (cf. Didajé 1, 1; 1 QS 4; Mt 7, 13-14).

La serie homilética comenzada en el c. 5 con las “diez palabras” termina aquí con estas maldiciones y bendiciones, según el clásico esquema de alianza. Desviarse de “los preceptos” es como ser un pagano, como adorar a dioses extraños. Hacer de la fe una teoría vacía es vivir como un pagano.

3. SALMO RESPONSORIAL
Sal 30,2-3a. 3bc-4. 17 y 25

R/. Sé la roca de mi refugio, Señor.

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú que eres justo, ponme a salvo;
inclina tu oído hacia mí,
ven aprisa a librarme.

Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor.

4. Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 3,21-25. 28.

Hermanos: Ahora, la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los Profetas, se ha manifestado independientemente de la Ley. Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna. Pues todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús, a quien constituyó sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre. Sostenemos, pues, que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley.

Empezamos la lectura de la carta a los Romanos, que seguiremos a lo largo de 15 domingos después del tiempo de Pascua. Esta carta, de importante contenido teológico, es un desarrollo de la reflexión misionera del apóstol, que se centra en el descubrimiento de lo que significa que en este momento, gracias a Jesucristo, la posibilidad de la salvación llegue a todos los hombres: tanto los judíos que con la Ley se encontraban en continua transgresión, como los paganos, lanzados a un comportamiento contrario al que naturalmente podían descubrir como bueno. De este modo, pues, la carta se convierte en una exaltación del amor de Dios que conduce gratuitamente a los hombres hacia la salvación, si los hombres lo aceptan por la fe en Jesucristo. La carta empieza con una exposición negativa del tema; sin el Evangelio, la ira de Dios se manifiesta para con todos los hombres, tanto judíos como griegos, puesto que todos han pecado y viven lejos de lo que Dios quiere. Y a partir de ahí, comenzando por nuestro texto, presenta de qué modo con la venida de Jesucristo ha empezado una nueva etapa de la historia humana, puesto que esta venida es una manifestación de la justicia y fidelidad de Dios. El Evangelio, que proclama esta venida y sus efectos, es, pues, “el poder de Dios para salvar a todo el que tiene fe” (1,16).

Ahora, la justicia de Dios…” Con el adverbio “ahora” Pablo indica el comienzo de la nueva etapa, en contraste con la anterior etapa de la ira. Esta nueva etapa, la de la justicia de Dios (=bondad y salvación con que Dios libera a su pueblo, poniéndolo en la correcta relación para con él), se realiza sin que la Ley intervenga para nada, porque se ha demostrado suficientemente que era inútil para la salvación. Sin embargo, la nueva etapa está “atestiguada por la Ley y los Profetas”: el AT estaba en condición privilegiada para dar testimonio de la nueva etapa, puesto que Dios se había revelado en él preparándola; y Dios no ha renegado de esta revelación.

”Por la fe en Jesucristo”. Jesucristo es la manifestación concreta de la justicia de Dios, que sólo pueden entender los que tienen fe; y es por la fe que los hombres se apropian esta justicia así manifestada. Pablo insiste en la universalidad por encima de la Ley: Dios hace justos a todos los creyentes, “sin distinción alguna”.

Pues todos pecaron…”. Pablo sintetiza aquí su exposición del capítulo anterior: tanto los judíos con la Ley como los griegos sin ella, ninguno de ellos había podido seguir la voluntad de Dios y obtener, por tanto, por su cuenta, aquello a que estaba destinado: “la gloria de Dios”, que en el AT significaba la proximidad salvadora del Dios todopoderoso en medio de su pueblo.

”Son justificados gratuitamente…”. La misma idea de antes: la nueva época consiste en la justificación gratuita de Dios. Ello tiene lugar “mediante la redención de Jesucristo”: el término “redención”, que tiene resonancias de liberación de un esclavo, designa aquí la nueva y total liberación obrada por Jesucristo que lleva a término el sentido de la liberación de Israel en el Éxodo. Esta liberación ya ha tenido lugar en la muerte-resurrección de Jesucristo, pero se cumplirá plenamente en la parusía.

”Sacrificio de propiciación”. No se trata del aplacamiento de un Dios airado, sino de que Jesucrsito se ha convertido en el medio de dispensación de la gracia divina, como lo era en el AT el propiciatorio del ”sancta sanctorum”.

”El hombre es justificado por la fe”. Resumen y síntesis de la teología expuesta, y que desarrollará a lo largo de la carta.

Dios salva gratuitamente, y el hombre no puede presumir de nada: el hombre debe tener fe, es decir, aceptar la acción salvadora de Dios.

5. Lectura del santo Evangelio según San Mateo 7,21-27.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No todo el que me dice «Señor, Señor» entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán: Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu ‘nombre muchos milagros? Yo entonces les declararé: Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.

Nos encontramos al final del sermón de la montaña. La última indicación, pues, para saber en qué consiste la función del discípulo de Jesús en cuanto “pescador de hombres”.

Veamos lo que está antes del texto: “Entrar en el Reino de los cielos”: metáfora para designar la salvación última y definitiva (=escatológica). “Aquel día”: término acuñado por los profetas para designar el futuro escatológico de juicio. Los vs. 21-23 están en la línea de las amonestaciones o conminaciones proféticas, cuya finalidad es la provocación de un cambio radical en los oyentes.

El v. 22 refleja cierta desconfianza de las primeras generaciones cristianas frente a movimientos carismático-taumatùrgicos, no avalados por el compromiso de vida. La parábola está en la línea sapiencial oriental antigua. La sabiduría o prudencia era la educación del sentido práctico de la vida humana, en orden a su fin y a partir de unas convicciones teóricas. Lo opuesto es la ignorancia o necedad. “Casa sobre arena”: casa edificada junto al lecho de un torrente seco.

Ahora bien la advertencia o amonestación a la acción (actuación, compromiso, praxis). Frente a la ilusión de una seguridad religiosa apoyada en la profesión de una fe y aun en unos carismas extraordinarios, Jesús propugna la necesidad absoluta de cumplir la Voluntad del Padre (v. 21). Los vs. 22-23 abundan en esta necesidad desde la perspectiva del momento final del caminar humano. Aviso contra toda tentación de estaticismo, intelectual o sentimental. No basta creer en Jesús ni recibir auditivamente su mensaje; es necesario hacer ese mensaje (vs. 24-27). No basta la sintonía “lógica” (oir); es necesaria la sintonía “operativa” (hacer). Pidiendo que la palabra se oiga y se haga (v. 24). Jesús se aparta de un gnosticismo como de un pragmatismo. “La sabiduría del evangelio no admite el planteamiento de una disyuntiva entre la primacía de la palabra o la de la acción. No se pueden aislar como elementos independientes, debiendo integrarse ambos en una mejor actitud: la síntesis de la Palabra-en-acción.”

6. Dejemos que la palabra de Dios resuene en nuestro corazón:

Al final lo que cuenta no son las palabras, lo que cuenta son las obras de amor.

”Señor, ¿no profetizamos…, expulsamos demonios… e hicimos milagros en tu nombre?” (v.22). Si, “pero no os conozco; ¡apartaos de mí, malvados!” (v.23). Podemos refugiarnos en las palabras, en las teorías, en las catequesis, en los sermones; también podemos caer en la trampa de acciones maravillosas y milagrosas… (v.22). Todo con autoridad, ortodoxia y eclesialidad y sin embargo “ser unos desconocidos para Dios” (v.23); otra traducción “nunca os he conocido”. ¿Cómo pasar a Dios de los labios al corazón?, de la palabra a la acción; he ahí la clave de la figura de la casa que estamos todos construyendo a lo largo de la existencia.

Jesús nos entrega sus palabras para que las usemos realizándolas en “acciones de amor” concretas, que construyan nuestra existencia, que nos hagan “templos vivos” de su Espíritu; “palabras prácticas” que sean respuestas concretas a las necesidades de los que nos rodean.

El camino que conduce a la “sensatez” (v.24) de “hacer la voluntad de Dios (v.21) es el camino de la Palabra que pasando por el corazón nos hace templos sólidos, vivos y eficaces; casas de Dios construidas con el amor práctico y operativo a los hermanos.

Siguen “cayendo lluvias, viniendo torrentes y soplando vientos” (v.25) pero con la Palabra y los Hechos de amor seguiremos firmes sobre nuestra ROCA que es Dios. No nos refugiemos en las doctrinas, siempre expuestas a los vientos que soplan, vivamos y practiquemos la PALABRA eficaz de Dios que es nuestra ROCA firme que nos salva.