Domingo 32 del Tiempo Ordinario – Ciclo A

ordinario

“La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean”.

La liturgia de este domingo, intenta marcar la pauta de lo que es la apertura al último destino del hombre y de la vida. Efectivamente, sin la sabiduría, que es la esencia de lo bueno, de la felicidad, de lo ético y estético, la vida perdería su hermosura y su dimensión escatológica (lo que la lleva más allá de la experiencia de la finitud y de la muerte). Por ello, ser sabio, en la Biblia, no es estudiar una carrera para aprender muchas cosas; no es cuestión de cantidad, sino de calidad; es descubrir constantemente la dimensión más profunda de nosotros mismo y de Dios.

1.      Oración Inicial:

Dios, Padre nuestro, ayúdanos para que sepamos vivir con toda responsabilidad y esperanza, como nos enseñó Jesús, de manera que se alejen de nosotros el desánimo, la tristeza y la desesperanza y podamos trabajar libremente en la construcción de tu Reino. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

2.      Lecturas y comentarios

2.1.Lectura del libro de la Sabiduría 6,12-16

La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta, ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento.

El libro de la Sabiduría está incluido en el grupo de los que llevan el nom­bre de sapienciales. Son obra de sabios. Se distinguen netamente de los que llevan el nombre de históricos o proféticos. En cuanto a la forma externa, es­tos libros están escritos en verso, de muy elevada poesía a veces -muchos salmos, partes de Job, etc.- más prosaico el decir en otros. En todos es fun­damental, para su recta inteligencia, la ley del paralelismo. Excepto el Can­tar de los Cantares, que es poético y no sapiencial, y muchos salmos, estos libros tratan frecuentemente de la Sabiduría.

La sabiduría es el arte del bien vivir. Un vivir sano, recto, digno, par­tiendo por lo general de los datos de la experiencia. Para un israelita, el arte de vivir bien no puede caber sino dentro del cumplimiento de la Ley, al que van vinculadas las bendiciones divinas. Squieres vivir bien, viene a decir el sabio, si quieres alcanzar la felicidad, la bendición divina, cumple los mandamientos. En ellos está la salvación. La Ley viene, pues, a estar estre­chamente relacionada con la Sabiduría. Vivir la Ley es poseer la Sabiduría. No sin motivo llegaron las especulaciones rabínicas a presentar la Ley como un ser perfectísimo, anterior a los tiempos y superior al mundo. La Sabidu­ría por su parte va tomando, en los últimos libros del Antiguo Testamento, una figura y relieve tales hasta presentarse como una personificación. La Sabiduría rige, gobierna, da vida; la Sabiduría desempeña un papel impor­tante en la creación; la Sabiduría es superior al mundo y está en Dios. La Sabiduría divina rige al mundo; Dios gobierna con Sabiduría; la Sabiduría, que está en Dios, da la vida, es inmortal. De todos modos no pasa de ser una abstracción.

El texto de la lectura forma parte de un contexto más amplio -capítulos 6-9 que habla del origen, naturaleza, etc.de la Sabiduría. En estos versículos se habla concretamente de la Sabiduría que se da y se deja hallar fácilmente. La Sabiduría es asequible. La Sabiduría es un bien supremo, conduce a la incorruptibilidad.

El tema es, pues, la Sabiduría se ofrece, se da. ¿Qué es o quién es la Sa­biduría? Para nosotros la Sabiduría es Cristo. Cristo es el Camino, la Ver­dad y la Vida; es la Luz que ilumina, el Pan que da la Vida, el Agua que sa­cia, la Palabra que desciende del Padre y revela al Padre. Él gobierna, Él rige, Él es antes de la creación del mundo. Él se da y manifiesta a los hom­bres: Venid a mí todos… Así lo han entendido los autores del Nuevo Testa­mento: Prólogo de San Juan; Hb 1, 3ss; Col 1, 15-20.

Según esto, la primera lectura nos presenta a Cristo-Sabiduría, que da la vida y la salvación, como oferta asequible fácilmente.

2.2.Salmo Responsorial sal 62, 2. 3-4. 5-6. 7-8

 R- Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

Oh Dios, tu eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansía de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. R.

¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloría! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. R.

Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. R.

En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo. R.

2.3. Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4, 13-17

Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. Esto es lo que os decimos como palabra del Señor: Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos. Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.

El tema fundamental es la Venida del Señor:

1) Los tesalonicenses están preocupados por la suerte de los muertos res­pecto a la Venida del Señor. ¿Tomarán parte en su Parusía? La respuesta es afirmativa.

2) La palabra Parusía significa primero presencia, después venida, regreso. En el mundo helenista esta palabra tenía un significado bien concreto y recordaba acontecimientos bien determinados. Se trata de la venida o entrada triunfal del rey o del emperador en una ciudad. Todo el mundo salía al encuentro del rey que venía. Por todas partes, gritos de jú­bilo y de alegría. Los magnates revestidos de sus más ricos ornamentos. Los ganadores olímpicos con sus coronas; los sacerdotes, los niños, las jóvenes… Todos. Era un día de fiesta. Todo era júbilo y alegría por la venida del rey.

En la descripción que hace Pablo de la Parusía del Señor, aparece evi­dente el influjo de la fiesta helénica: ser arrebatados todos juntos al encuen­tro del Señor, estar siem­pre con el Señor, felicidad general con la presencia del Señor. Es el Gran Día de Fiesta. La apocalíptica judía había representado a su manera el Día del Señor, que viene sobre nubes y hace temblar la tierra. Es la Manifestación del Se­ñor -Apocalipsis-. En la descripción presente observamos también algún elemento proveniente de las descripciones de la apocalíptica judía: nubes, voz de mando, voz de arcángel, voz de trompeta, bajar del cielo… ¿Habría una evocación de la teofanía del Sinaí?

3) La distinción entre vivos y muertos no responde a la pregunta de si Pablo y los contemporáneos van a vivir el acontecimiento de la Venida del Señor. El pensamiento va por otro camino. La apocalíptica de aquel tiempo se preguntaba más bien si era deseable en aquel momento la suerte de los muertos; pues aquellos días -recuérdense las descripciones terroríficas apo­calípticas del Dios Tremendo que viene- serán terribles. Pablo responde re­sueltamente a esta preocupación: vivos y muertos sin temor, con gozo y ale­gría irán al encuentro del Señor.

4) La esperanza en la Parusía del Señor se fundamenta en la fe. Es de fe que han de resucitar los muertos, y esto para salir al encuentro del Señor. El cristiano tiene esperanza. Esta esperanza da sentido a su vida; es fuente de alegría y aleja la tristeza.

5) Palabra del Señor. Es también palabra del Señor que han de resucitar los muertos. La esperanza cristiana en la resurrección de los muertos tiene su origen en la promesa del Señor. No se especifica cuándo ni cómo Cristo anunció tal acontecimiento. Es seguro, con todo, que Él lo ha prometido. Pa­blo es extremadamente fiel a la doctrina de Cristo. La misma Resurrección es un anuncio vivo.

6) Obsérvese el tono de alegría y de gozo que impregna esta descripción y, por lo tanto, también la esperanza cristiana.

2.4. Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: -«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo! Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas. “Pero las sensatas contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.” Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: “Señor, señor, ábrenos.” Pero él respondió: “Os lo aseguro: no os conozco. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

Nos encontramos en el amplio contexto de los capítulos 24-25, donde ha recogido Mateo las palabras del Señor referentes a los últimos tiempos. Se trata del discurso escatológico en toda su extensión. Aparece con frecuencia la exhortación a la vigilancia. En las parábolas circundantes se alude de una u otra forma al fin. Se perfila el fin último.

En la parábola no son propiamente las vírgenes el término de la compa­ración, sino las bodas o, si se quiere, la fiesta nupcial. El esposo debe ir a re­coger a la esposa, que se encuentra en casa de sus padres desde los esponsa­les. Atentas a la llegada del esposo, dentro de la casa de la esposa o a las puertas de la misma, se halla un grupo de muchachas jóvenes, en número de diez, amigas de la esposa. Su deber es acompañar a la esposa en el cortejo nupcial y en la boda, cuando venga el esposo. Allí deben estar a la llegada del esposo. El esposo llega, toma a la esposa y, con todo el cortejo nupcial, la conduce a la propia casa. Allí celebran todos, esposo, esposa y acompañan­tes, la gran fiesta nupcial. Allí el júbilo y la alegría. Los que no se encontra­ban en el cortejo a la llegada del esposo no tienen que ver nada con la boda. Para ellos se cierra irremediablemente la puerta. El énfasis recae en la poca previsión de las vírgenes necias.

1) El Esposo de las bodas es Cristo. Lo sugiere suficientemente el versículo 13.

2) El tema principal es Velad. La vigilancia no se refiere, sin embargo, a la vigilia, a no dormirse. De hecho unas y otras se duermen en la tardanza del Esposo. La imprudencia y necedad está en no haber caído en la cuenta de que el Esposo puede tardar y de que, por lo tanto, necesitan mayor acopio de aceite. De hecho llega el Esposo y encuentra a unas no preparadas para seguirle. Han fallado en el cumplimiento de su misión. No pueden acompañarlo; a la vuelta encuentran la puerta cerrada. No hay entrada. No tienen que ver nada con la fiesta. El Esposo no las ha visto en el cortejo.

3) No hay por qué hacer hincapié en el detalle de que se duermen. Es un elemento necesario para el desarrollo de la parábola. Tampoco se alude aquí -todas duermen, la mitad están prontas, la otra mitad no- al estado de la Iglesia a la venida de Cristo. No es ese el tema. De la Esposa, la Iglesia, no se dice nada; ni siquiera se la nombra. La conducta de las prudentes, que aconsejan a las necias ir a comprar, sin proporcionarles ellas mismas, aceite para sus lámparas, no puede interpretarse como egoísmo. Es un detalle más de la parábola.

4) Se inculca la sabiduría cristiana; en este caso la prontitud. ¡Hay que estar preparados y dispuestos! El No os conozco significa «nada tenemos que ver el uno con el otro»,.

Consecuencia.- El fin puede llegar en cualquier momento. Cristo puede venir de un momento a otro. Debéis estar preparados. No podéis perder de vista esta venida, por más que tarde. Otras parábolas irán indicando cuál es la preparación necesaria (Parábola del Mayordomo; la de los talentos). Hay que estar preparados.

Reflexionemos: Tema fundamental: Cristo viene, el Señor viene.

1) Primera venida. Bajo el nombre de Sabiduría -primera lectura- Cristo se presenta como fácilmente asequible. Él viene a los hombres -estamos en el Antiguo Testamento-. Él es la auténtica Sabiduría, que hace al hombre sabio, lo conduce a la Vida, lo hace inmortal e incorruptible. Esa Sabiduría, ese Cristo -Pablo dirá Mi saber es Cristo– sigue todavía ofreciéndose y ofreciendo sus dones de Vida eterna. Todavía es Hoy, dice la Carta a los Hebreos. Aún estamos a tiempo.

2) Las dos últimas lecturas nos hablan de Cristo que viene por segunda vez:

a) Cristo va a venir ciertamente. Todos resucitaremos. Estaremos con Él; gozaremos con Él; Él será para nosotros el gozo pleno. Su venida será mo­tivo inagotable de alegría y de algazara. ¡El Señor, nuestro Señor, el Kyrios” -nótese el tono afectivo y jubiloso- viene! Esto nos debe servir de consuelo en esta vida. Esta actitud de esperanza jubilosa, que se refleja -o debe refle­jarse- en nuestras vidas, nos distingue de los que no tienen esperanza. Para nosotros hay una alegría reservada. Para los otros todo es sombrío, triste y trágico -la tragedia de la vida-. ¿Quién dijo que el Cristianismo es triste y que no conoce la alegría?

b) La actitud de espera nos obliga a estar prontos a salir al encuentro del Señor que viene. Con las coronas, con el vestido nupcial, con las lámparas ardiendo. El cortejo sigue adelante. Quien no se encuentre en el cortejo no participará de la Fiesta y se verá condenado a no disfrutar de la presencia del Señor.

La esperanza de la venida del Señor produce gozo. El temor de una posi­ble imprudencia nos obliga a la vigilancia y a la vela.

c) ¿Gozamos ya con el pensamiento de ir al encuentro del Señor? Tal gozo será la mejor disposición para no olvidar el aceite para las lámparas. ¿Tememos el Día del Señor? Esto es ciertamente menos perfecto, pero lo su­ficientemente válido para mantener viva nuestra atención al alimento de las lámparas.

3. Oración final:

Dios Padre de toda la Humanidad, que nos invitas a vivir con intensidad nuestra corta vida, cuidando siempre de que el aceite arda en las lámparas de nuestros corazones: ayúdanos a amar a fondo a todo lo que vive y existe, y a ser dadores de vida y de esperanza. Esto nosotros te lo pedimos apoyados en Jesús, tu hijo, hermano nuestro. Amén.

 

 

MONICIÓN DE ENTRADA:

Nos reunimos aquí para participar de unos mismos bienes, que Dios nos da: su palabra, el alimento de la Eucaristía, que requieren de nosotros, la disposición de poner en común todo lo nuestro. El día de nuestro bautismo se nos entregó un cirio encendido y se nos dijo: “acrecentad esta luz para que perseverando en la fe, podáis salir al encuentro de Cristo, cuando él vuelva”. La celebración de este domingo igual que todos los domingos es como un eco de la primera y principal celebración del año: la vigilia pascual y celebramos también el feliz destino nuestro y de toda la humanidad, la resurrección de Cristo.

MONICION A LA PRIMERA LECTURA. (Sab. 6,12-16)

Jesús es la encarnación de la sabiduría divina que había de ser buscada sin descanso, velando por ella. Todos los que la buscan la encontrará en la puerta del corazón, porque los que la aman la verán fácilmente.

MONICION A LA SEGUNDA LECTURA. (Tesalo. 4, 13-17)

En esta carta primera  a los Tesalonicenses el Apóstol San Pablo, explica la esperanzadora doctrina cristina sobre los últimos tiempos y sobre la suerte de los difuntos.

MONICION AL EVANGELIO. (Mt. 25 1-13)

En vísperas de pasión, Jesús instruye a los discípulos sobre la manera de estar preparados para el final de los tiempos. La parábola de las doncellas prudentes, anima a los cristianos a mantener encendidas la luz de la fe y la gracia que recibieron en el bautismo.

MONICIÓN A LAS OFRENDAS:

Señor, con el pan y el vino queremos ofrecerte nuestra vida y decirte: A quienes somos cobardes, danos tu valentía; a quienes somos hipócritas, danos tu sinceridad de vida; a quienes somos comodones, danos tu látigo; a quienes somos egoístas y envidiosos, danos tu entrega; a quienes somos insensibles, danos tu vivencia sobre tu Padre. SEÑOR, HAZNOS OFRENDAS DE AMOR Y DE CONVERSIÓN.

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