Domingo 9 del tiempo ordinario – Ciclo A

Domingo noveno del tiempo ordinario Ciclo A

1. Oración:

Señor, nos acogemos confiadamente a tu providencia, que nunca se equivoca; y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos para la vida presente y la futura. Por nuestro Señor.

La palabra es medio de comunicación, es decir, medio para compartir cultivado el mundo que nos ha sido dado en estado bruto. Sin embargo, hemos mercantilizado también la palabra, despertando la codicia de todos. Y unos pocos, los fuertes, se la han apropiado, sumiendo a la mayoría en el silencio. Ya no es medio de comunicación, sino de dominación.

2. Lectura del libro del Deuteronomio 11,18.26-28.

Moisés habló al pueblo diciendo: Meteos mis palabras en el corazón y en el alma, atadlas a la muñeca como un signo y ponedlas de señal en vuestra frente. Mirad: hoy os pongo delante maldición y bendición: la bendición, si escucháis los preceptos del Señor vuestro Dios que yo os mando hoy; la maldición, si no escucháis los preceptos del Señor vuestro Dios y os desviáis del camino que hoy os marco, yendo detrás de dioses extranjeros que no habíais conocido.

Este pasaje se sitúa dentro del conjunto 4, 45-11, 32 que es el segundo de los discursos de Moisés, según el Dt. En este c. 11 se viene a tratar de la promesa de la tierra como motivo para el cumplimiento de la alianza. La donación de la ley está íntimamente relacionada con la promesa de la tierra (cf 4, 1.5. 14. 21. 25. 38. 40). Por eso mismo, el cumplimiento de las palabras de Dios, de lo esencial de la ley, será requisito imprescindible para poseer la herencia que Dios promete.

Posteriormente, la interpretación de este texto dio por resultado el uso de las filacterias (pequeñas bolsas que contenían el texto sagrado) para el brazo izquierdo y la frente. Contenían cuatro pasajes esenciales de la ley (entre ellos este de Dt 11, 18) y una parte del shemá (Dt 6, 4-9). En tiempo de Jesús, esta costumbre estaba todavía muy en uso. Jesús criticará la ostentación y el exceso que conducía a alargar las filacterias (cf. Mt 23, 5). De todos modos, el texto es una exhortación a ir penetrando hondamente en el misterio de la palabra, guía de la vida del que cree.

En la formulación de la alianza, la bendición y la maldición son sanciones definitivas y se han de tomar absolutamente en serio; tienen un contenido más real que en nuestras culturas occidentales. Las partes contratantes o los vasallos (en los tratados de vasallaje) las recitaban sometiéndose a ellas.

Numerosas veces se hablará de estas bendiciones y maldiciones (cf. 7, 12-15; 27-11-28, 46), ya que en ellas están concentrados todos los deseos de trascendencia del creyente israelita. Se insiste fuertemente en el carácter existencial de la celebración de la alianza. Hay que tomar una decisión concreta y definitiva. Celebrar la alianza sin consecuencias en la vida es algo desprovisto de valor (cf. 3a lectura). Esta presentación bajo la forma de “dos caminos” de actuación pertenece al fondo del AT y de la tradición del bajo judaísmo (cf. Didajé 1, 1; 1 QS 4; Mt 7, 13-14).

La serie homilética comenzada en el c. 5 con las “diez palabras” termina aquí con estas maldiciones y bendiciones, según el clásico esquema de alianza. Desviarse de “los preceptos” es como ser un pagano, como adorar a dioses extraños. Hacer de la fe una teoría vacía es vivir como un pagano.

3. SALMO RESPONSORIAL
Sal 30,2-3a. 3bc-4. 17 y 25

R/. Sé la roca de mi refugio, Señor.

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú que eres justo, ponme a salvo;
inclina tu oído hacia mí,
ven aprisa a librarme.

Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor.

4. Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 3,21-25. 28.

Hermanos: Ahora, la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los Profetas, se ha manifestado independientemente de la Ley. Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna. Pues todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús, a quien constituyó sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre. Sostenemos, pues, que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley.

Empezamos la lectura de la carta a los Romanos, que seguiremos a lo largo de 15 domingos después del tiempo de Pascua. Esta carta, de importante contenido teológico, es un desarrollo de la reflexión misionera del apóstol, que se centra en el descubrimiento de lo que significa que en este momento, gracias a Jesucristo, la posibilidad de la salvación llegue a todos los hombres: tanto los judíos que con la Ley se encontraban en continua transgresión, como los paganos, lanzados a un comportamiento contrario al que naturalmente podían descubrir como bueno. De este modo, pues, la carta se convierte en una exaltación del amor de Dios que conduce gratuitamente a los hombres hacia la salvación, si los hombres lo aceptan por la fe en Jesucristo. La carta empieza con una exposición negativa del tema; sin el Evangelio, la ira de Dios se manifiesta para con todos los hombres, tanto judíos como griegos, puesto que todos han pecado y viven lejos de lo que Dios quiere. Y a partir de ahí, comenzando por nuestro texto, presenta de qué modo con la venida de Jesucristo ha empezado una nueva etapa de la historia humana, puesto que esta venida es una manifestación de la justicia y fidelidad de Dios. El Evangelio, que proclama esta venida y sus efectos, es, pues, “el poder de Dios para salvar a todo el que tiene fe” (1,16).

Ahora, la justicia de Dios…” Con el adverbio “ahora” Pablo indica el comienzo de la nueva etapa, en contraste con la anterior etapa de la ira. Esta nueva etapa, la de la justicia de Dios (=bondad y salvación con que Dios libera a su pueblo, poniéndolo en la correcta relación para con él), se realiza sin que la Ley intervenga para nada, porque se ha demostrado suficientemente que era inútil para la salvación. Sin embargo, la nueva etapa está “atestiguada por la Ley y los Profetas”: el AT estaba en condición privilegiada para dar testimonio de la nueva etapa, puesto que Dios se había revelado en él preparándola; y Dios no ha renegado de esta revelación.

”Por la fe en Jesucristo”. Jesucristo es la manifestación concreta de la justicia de Dios, que sólo pueden entender los que tienen fe; y es por la fe que los hombres se apropian esta justicia así manifestada. Pablo insiste en la universalidad por encima de la Ley: Dios hace justos a todos los creyentes, “sin distinción alguna”.

Pues todos pecaron…”. Pablo sintetiza aquí su exposición del capítulo anterior: tanto los judíos con la Ley como los griegos sin ella, ninguno de ellos había podido seguir la voluntad de Dios y obtener, por tanto, por su cuenta, aquello a que estaba destinado: “la gloria de Dios”, que en el AT significaba la proximidad salvadora del Dios todopoderoso en medio de su pueblo.

”Son justificados gratuitamente…”. La misma idea de antes: la nueva época consiste en la justificación gratuita de Dios. Ello tiene lugar “mediante la redención de Jesucristo”: el término “redención”, que tiene resonancias de liberación de un esclavo, designa aquí la nueva y total liberación obrada por Jesucristo que lleva a término el sentido de la liberación de Israel en el Éxodo. Esta liberación ya ha tenido lugar en la muerte-resurrección de Jesucristo, pero se cumplirá plenamente en la parusía.

”Sacrificio de propiciación”. No se trata del aplacamiento de un Dios airado, sino de que Jesucrsito se ha convertido en el medio de dispensación de la gracia divina, como lo era en el AT el propiciatorio del ”sancta sanctorum”.

”El hombre es justificado por la fe”. Resumen y síntesis de la teología expuesta, y que desarrollará a lo largo de la carta.

Dios salva gratuitamente, y el hombre no puede presumir de nada: el hombre debe tener fe, es decir, aceptar la acción salvadora de Dios.

5. Lectura del santo Evangelio según San Mateo 7,21-27.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No todo el que me dice «Señor, Señor» entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán: Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu ‘nombre muchos milagros? Yo entonces les declararé: Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.

Nos encontramos al final del sermón de la montaña. La última indicación, pues, para saber en qué consiste la función del discípulo de Jesús en cuanto “pescador de hombres”.

Veamos lo que está antes del texto: “Entrar en el Reino de los cielos”: metáfora para designar la salvación última y definitiva (=escatológica). “Aquel día”: término acuñado por los profetas para designar el futuro escatológico de juicio. Los vs. 21-23 están en la línea de las amonestaciones o conminaciones proféticas, cuya finalidad es la provocación de un cambio radical en los oyentes.

El v. 22 refleja cierta desconfianza de las primeras generaciones cristianas frente a movimientos carismático-taumatùrgicos, no avalados por el compromiso de vida. La parábola está en la línea sapiencial oriental antigua. La sabiduría o prudencia era la educación del sentido práctico de la vida humana, en orden a su fin y a partir de unas convicciones teóricas. Lo opuesto es la ignorancia o necedad. “Casa sobre arena”: casa edificada junto al lecho de un torrente seco.

Ahora bien la advertencia o amonestación a la acción (actuación, compromiso, praxis). Frente a la ilusión de una seguridad religiosa apoyada en la profesión de una fe y aun en unos carismas extraordinarios, Jesús propugna la necesidad absoluta de cumplir la Voluntad del Padre (v. 21). Los vs. 22-23 abundan en esta necesidad desde la perspectiva del momento final del caminar humano. Aviso contra toda tentación de estaticismo, intelectual o sentimental. No basta creer en Jesús ni recibir auditivamente su mensaje; es necesario hacer ese mensaje (vs. 24-27). No basta la sintonía “lógica” (oir); es necesaria la sintonía “operativa” (hacer). Pidiendo que la palabra se oiga y se haga (v. 24). Jesús se aparta de un gnosticismo como de un pragmatismo. “La sabiduría del evangelio no admite el planteamiento de una disyuntiva entre la primacía de la palabra o la de la acción. No se pueden aislar como elementos independientes, debiendo integrarse ambos en una mejor actitud: la síntesis de la Palabra-en-acción.”

6. Dejemos que la palabra de Dios resuene en nuestro corazón:

Al final lo que cuenta no son las palabras, lo que cuenta son las obras de amor.

”Señor, ¿no profetizamos…, expulsamos demonios… e hicimos milagros en tu nombre?” (v.22). Si, “pero no os conozco; ¡apartaos de mí, malvados!” (v.23). Podemos refugiarnos en las palabras, en las teorías, en las catequesis, en los sermones; también podemos caer en la trampa de acciones maravillosas y milagrosas… (v.22). Todo con autoridad, ortodoxia y eclesialidad y sin embargo “ser unos desconocidos para Dios” (v.23); otra traducción “nunca os he conocido”. ¿Cómo pasar a Dios de los labios al corazón?, de la palabra a la acción; he ahí la clave de la figura de la casa que estamos todos construyendo a lo largo de la existencia.

Jesús nos entrega sus palabras para que las usemos realizándolas en “acciones de amor” concretas, que construyan nuestra existencia, que nos hagan “templos vivos” de su Espíritu; “palabras prácticas” que sean respuestas concretas a las necesidades de los que nos rodean.

El camino que conduce a la “sensatez” (v.24) de “hacer la voluntad de Dios (v.21) es el camino de la Palabra que pasando por el corazón nos hace templos sólidos, vivos y eficaces; casas de Dios construidas con el amor práctico y operativo a los hermanos.

Siguen “cayendo lluvias, viniendo torrentes y soplando vientos” (v.25) pero con la Palabra y los Hechos de amor seguiremos firmes sobre nuestra ROCA que es Dios. No nos refugiemos en las doctrinas, siempre expuestas a los vientos que soplan, vivamos y practiquemos la PALABRA eficaz de Dios que es nuestra ROCA firme que nos salva.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s