Hoy, como en tiempos de Jesús, es difícil que un profeta sea bien visto y aceptado en la sociedad; por el contrario, resulta ser una persona que incomoda porque denuncia el pecado y las malas acciones de los seres humanos. Por eso, el profeta de este tiempo debe ser una persona profundamente inmersa en el proyecto de Dios y su palabra, para resistir las continuas amenazas de su acción misionera. De eso nos hablan las lecturas que a continuación leemos y meditamos.
1. Oración:
Señor, concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda también a todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo.