XXXII Domingo del Tiempo Ordinario
1. Introducción:
La fe-confianza, la abnegación y la entrega de muchas personas nos interroga:¿qué puede mover a un hombre a dar su vida a Dios? solamente parece existir una respuesta: sentirse profundamente querido por Dios. La viuda que hoy se nos presenta en el evangelio, no podía dar gracias a Dios por los bienes materiales de que disfrutaba, pero, a pesar de ello, algo en su interior le hacía sentirse querida y deudora. Ella pertenece al grupo de gentes anónimas que guardan en ellas la esencia de la humanidad y la irradian, aunque muchos las juzguen como personas inútiles e innecesarias. Son, sin embargo, la energía del mundo. En ellas se encarna Dios.