La Epifanía del Señor

Solemnidad de la Epifanía – Domingo entre el 2 y el 6 de Enero

La oración principal de la fiesta, oración atribuida a san Gregorio Magno, sugiere este último enfoque. Es una oración que enlaza tres ideas: la vocación de las naciones, la estrella como símbolo de fe y el premio de la fe, que es la visión de Dios cara a cara. Señor, tú que en este día revelaste a tu Hijo unigénito a los pueblos gentiles por medio de una estrella, concede a los que ya te conocemos por la fe poder contemplar un día, cara a cara, la hermosura infinita de tu gloria. Esta oración representa nuestra propia vida como un peregrinar, como una peregrinación de fe. Nosotros somos los magos. La fe es la estrella que nos guía. Belén es nuestra meta.
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Santa María Madre de Dios

Solemnidad de santa María madre de Dios – Octava de Navidad

El Año nuevo nos evoca el paso del tiempo, al que estamos sometidos y que nos arrastra irremediablemente; es un año de gracia, nos recuerda el misterio de la encarnación y la historicidad de nuestra fe. Que el año nuevo se celebre en el interior de las fiestas de Navidad es para los cristianos una invitación a vivir a lo largo de todo este lapso de 365 días que hoy comienza en compañía del Señor Jesús, en quien se nos manifiesta la benignidad de Dios.
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La Sagrada Familia

Domingo después de Navidad – La Sagrada Familia

Navidad es un tiempo hogareño, familiar. Y esto tiene una importancia religiosa y psicológica: necesitamos volver a los orígenes, a las raíces, a la familia de cuando en cuando. En el plano espiritual hacemos esto en nuestras celebraciones litúrgicas, renovando nuestros «orígenes sagrados» cuando celebramos el nacimiento de nuestro Señor. La cueva, el pesebre…, allí comenzó todo. Pero el hogar fue el entorno en el que aprendimos la fe por primera vez. Para los judíos de otros tiempos era una obligación sagrada la de volver al hogar y a la familia. Toda la noción del Año Jubilar da testimonio de esto: «Cada uno de vosotros recobrará su propiedad, cada uno de vosotros se reintegrará a su clan» (Lev 25,10). De esta manera, la navidad es una especie de celebración de familia en el plano humano y en el espiritual.

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25 de Diciembre – Navidad

Navidad. La Palabra acampó entre nosotros

1. Invocación al Espíritu

Espíritu Santo, Tú que eres el gran “precursor” de Jesús, tú que descendiste sobre María para cubrirla con el poder del Padre, ven, introdúcenos en la contemplación del misterio del nacimiento de Jesús. Ilumina nuestra mente, santifica y purifica nuestros corazones para que la Palabra ”acampe” hoy en nuestra vida, se haga carne en ella, y desde aquí, por tu acción, se irradie sobre el mundo.
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Domingo 4 de Adviento – Ciclo C

IV Domingo de Adviento

Se acerca la fiesta de Navidad
«¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

1. Introducción:

El IV domingo de Adviento está penetrado por el deseo y la convicción de que la meta de la Navidad está a punto de ser alcanzada. Por eso en la oración poscomuni6n se pide que el pueblo cristiano «sienta el deseo de celebrar dignamente el nacimiento de tu Hijo al acercarse la fiesta de Navidad». Este deseo se convierte en súplica en la antífona de entrada (Is 45,8): «Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad la victoria; ábrase la tierra y brote la salvación». Esta salvación es la gracia del Emmanuel que la Iglesia pide en la oración colecta: «Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que hemos conocido por el anuncio del ángel (a María) la encarnación de tu Hijo»… El prefacio II proclama en este domingo: «El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza». La perspectiva de Navidad, ya cercana, marca los textos e invita a una preparación más intensa. Preparémonos orando para hacer lectura y meditación de la palabra de Dios que la Iglesia nos ofrece:
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Domingo 3 del Tiempo de Adviento – Ciclo C

III domingo de adviento

EL DOMINGO DEL «ALEGRAOS»

«Y nosotros, ¿qué debemos hacer?»

Invocación al Espíritu

Espíritu del Señor,
ven sobre nosotros,
transforma nuestro corazón
y toma posesión de él.
Quema nuestros miedos,
vence nuestras resistencias,
danos capacidad de ser justos
con nosotros mismos y con los demás,
para reconocer y aceptar en todo
las exigencias de la verdad.
Haz que no quedemos
prisioneros de la nostalgia
o de la añoranza del pasado,
sino que sepamos abrirnos,
con serena fortaleza,
a las sorpresas de Dios.
Danos la fidelidad
al humilde presente
en el que nos has colocado,
para redimir contigo y en ti
nuestro hoy
y hacer de él el hoy del Eterno.
Haznos vigilantes, confiados y prudentes
en llevar adelante el mañana
de la promesa
en la dificultad de las obras
y en la paciencia de los días
de nuestra vida.
Santificador del tiempo,
ayúdanos a hacer
de nuestro camino
el lugar del Adviento,
en el que se asome ya desde ahora,
en los gestos del amor
y en el rendimiento de la fe,
el alba del Reino
prometido y esperado en la esperanza.
¡Amén! ¡Aleluya!

(Bruno Forte)

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Domingo 2 de Adviento – Ciclo C

2 domingo de adviento ciclo C

Juan Bautista el Precursor

Introducción

El Adviento es tiempo de conversión, tiempo de preparar los caminos y enderezar las sendas para que se acerque el advenimiento del Reino. Sólo Dios puede desenmascarar nuestro autoengaño y arrancarnos de nuestra mentira. Esa acción cauterizadora que Dios realiza en el hombre es el juicio, el juicio de Dios. El primer paso de la conversión es el sentirse juzgado por Dios. Lo que puede haber de decisión personal para cambiar, está movido por la acción previa de la iniciativa de Dios. Cuando se ha recibido el fuego de la acción juzgadora de Dios, entonces se recibe el Espíritu.

El juicio de Dios, que nos lleva a la conversión, es el inicio de nuestra justificación. Ahora bien, Dios no nos justifica moviéndonos a realizar actos meramente externos, rituales, sino a dar buenos frutos; es decir, nos impulsa a la multiplicación de nuestros talentos, a las acciones fecundas de donación y de entrega, a vivir en la justicia. Somos justificados si aceptamos el impulso de Dios a vivir en la justicia. La conversión es un cambio radical de mentalidad y de actitudes profundas, que luego se va manifestando en acciones nuevas, en una vida nueva. El Reino de Dios está cada vez más cerca. Nadie puede detenerlo. El juicio pende sobre nuestras cabezas, como el hacha sobre la raíz del árbol que va a ser cortado. De cada uno depende el que ese juicio dé paso a una conversión o a un endurecimiento irremediable.

En este segundo domingo de adviento, la Iglesia nos orienta hacia los pasos de la conversión, siguiendo el orden de lo que la iglesia recomienda nos preparamos para orar, leer, meditar, comprometernos con Dios que nos habla. Éste es un método antiquísimo en la Iglesia para orar la Palabra de Dios. El concilio Vaticano II lo recomendó afirmando: “El Santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los fieles, la lectura asidua de la Escritura para que adquieran `la ciencia suprema de Jesucristo´ (Flp 3, 8), `pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo´…. Los fieles recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues `a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos los oráculos divinos” (Dei Verbum 25).
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