IV Domingo de Pascua – Ciclo C

Domingo del Buen Pastor

Pascua4

En este Domingo cuarto de Pascua se centra nuestra atención y nuestra fe agradecida en la presencia misteriosa del mismo Cristo Jesús, Pastor único y universal de nuestras almas. Cristo ha prolongado esta cualidad suya en los Pastores de su Iglesia. Hemos de descubrir a Cristo Jesús en el magisterio y en la autoridad de nuestros legítimos Pastores, en comunión con el Romano Pontífice, Vicario de Cristo. Hemos de vivir en la Iglesia el problema serio de las vocaciones consagradas. La necesidad de que los elegidos de Dios para una dedicación total al Evangelio, a la santidad y a la acción pastoral en la Iglesia sepan responder fielmente y con generosidad total a este designio divino sobre sus vidas.

 1.      ORACIÓN

Dios, todopoderoso y eterno, que has dado a tu Iglesia el gozo inmenso de la Resurrección de Jesucristo, concédenos también la alegría eterna del reino de tus elegidos, para que así el débil rebaño de tu Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

2.      Lecturas y comentario

2.1.Lectura de los Hechos de los Apóstoles 13, 14. 43–52

En aquellos días, Pablo y Bernabé desde Perge siguieron hasta Antioquía de Pisidia; el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Muchos judíos y prosélitos practicantes se fueron con Pablo y Bernabé, que siguieron hablando con ellos, exhortándolos a ser fieles al favor de Dios. El sábado siguiente casi toda la ciudad acudió a oír la Palabra de Dios. Al ver el gentío, a los judíos les dio mucha envidia y respondían con insultos a las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé dijeron sin contemplaciones: –Teníamos que anunciaros primero a vosotros la Palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: «Yo te haré luz de los gentiles, para que seas la salvación hasta el extremo de la tierra.» Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron mucho y alababan la Palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna, creyeron. La Palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio. Ellos sacudieron el polvo de los pies, como protesta contra la ciudad y se fueron a Iconio. Los discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.

Lucas nos da cuenta, en este episodio de la vida de Pablo y Bernabé, de las vicisitudes de una Igle­sia que toma cuerpo y carta de ciudadanía. Pablo y Bernabé llegan, en sus correrías apostólicas, a An­tioquía de Pisidia. Son sem­bradores de la palabra, y han de lanzarla a todos los vientos. Tientan la suerte en terrenos especialmente preparados: en la sinagoga. El pueblo judío era el destinatario pri­mero de las promesas divinas. En teoría estaban más preparados para acoger la Buena Nueva. Los apóstoles esperan cosechar ad­hesiones. Los prosé­litos y simpatizantes escuchan con agrado la pre­dicación de los misioneros. También un buen grupo de judíos les rodea ansioso. La si­guiente interven­ción se ve coronada por una gran afluencia de gen­tes. Pero pronto surge la oposición y se declara la guerra.

Los judíos, celosos de sus privilegios, rechazan violentamente el mensaje evangélico. Pablo ame­nazaba a la Ley y les arrebataba la exclusividad. La salvación, oyen decir a Pablo, va dirigida a to­dos sin distinción de lenguas ni razas. La fe en Cristo es la condición válida y necesaria para re­cibir la bendi­ción de Dios. Los judíos se irritan. Los gentiles se alborozan. Los judíos se cie­rran. La sal­vación de Dios se abre a todos. El particularismo racista los ciega. La luz de Dios ilumina a todo creyente.

La actitud de este pueblo, raquítica y estrecha, no intimida a los apóstoles. El Espíritu los lanza más allá de los límites de la carne y de la sangre. Desde ahora serán evangelizados los gentiles. La Iglesia se desata de la sinagoga. Dios es más grande que la cerrazón de su pueblo. Y sin duda al­guna hay que obedecer a Dios más que a los hom­bres. Dios se alegra con la salvación de los genti­les. ¿Por qué no aquel pueblo? El texto de la Escri­tura lo confirma. La primitiva comunidad co­mienza a leerla con sentido nuevo, que los aconte­ci­mientos y la reflexión irán aclarando. Es la luz del Espíritu. El Espíritu in­funde también alegría. Los judíos rechazan al Espíritu. Por ello, el gesto de sacudir el polvo servirá de testimonio contra ellos. No desoyen a unos puros hombres. Desoyen al Espíritu de Dios.

2.2. SALMO RESPONSORIAL Sal 99, 2. 3. 5

R. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

  V/.   Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
                entrad en su presencia con vítores.   R/.
        V/.   Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
                su pueblo y ovejas de su rebaño.   R/.
        V/.   El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
                su fidelidad por todas las edades.   R/.

Es un himno procesional. Aire litúrgico, festivo. El pueblo se dirige al templo. Acción de gracias a Yavé. Invitación a servirle. Proclamación de la bondad y misericordia del Señor. El estribillo nos recuerda el evangelio.

2.2.Lectura del libro del Apocalipsis 7, 9. 14b-17

Yo, Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y uno de los ancianos me dijo: –Estos son los que vienen de la gran tribulación, han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios dándole culto día y noche en su templo. El que se sienta en el trono acampará entre ellos. Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.

El capítulo 6 está bañado en sangre y vomita horror y muerte. Se han abierto los siete sellos y se han revelado los horrores que aguardan a la hu­manidad. En contraste con esas escenas turbulentas de angustia y desespera­ción, se ha colocado aquí, con toda intención, las escenas de los bienaventura­dos.

El maligno y sus satélites oponen enconada re­sistencia a la obra de Dios realizada en Cristo. Los poderes de este mundo secundan sus planes. La opo­sición es feroz, a muerte. ¿Quedará alguno libre? Pero la suerte está echada: ese mundo adverso será reducido a pavesas. Los escogidos, tras la tribula­ción, llegarán a la vida. Una participación entu­siasta y gozosa en la gloria del Se­ñor. Una magní­fica liturgia celestial. Así lo presenta el libro del Apocalipsis.

En primer plano la multitud, en el centro y como aglutinante la figura del Cordero. Es una multitud inmensa, innumerable. Es una mies copiosa, reco­gida de todos los campos del mundo. Es todo un pueblo nuevo formado por gentes de toda raza y nación. Las palmas y los vestidos blancos los señalan como una unidad compacta. Han sufrido la tribulación -tribulación que tam­bién Cristo sufrió-, han lavado sus mantos en la sangre del Cordero. Por eso, se encuentran ahora delante del trono de Dios. Por eso, participan en la liturgia celeste y son colmados de gozo eterno. Dios está en medio de ellos. Dios será su luz, luz suave, envolvente, beatificante. Nada he­rirá su rostro. No habrá hambre ni sed, ni dolor ni muerte. Todo eso ya pasó. Ellos pertenecen a otra esfera. Ahora están en Dios.

Es expresiva la imagen de la sangre que blan­quea los mantos. Es obra del Cordero. Colocado en­tre Dios y los hombres, Cristo, sacrificado y resuci­tado, dirige el coro, encabeza la multitud, apa­cienta el rebaño. El Cordero ha purifi­cado a los hombres y los ha reconciliado con Dios. Él los ha vestido de blanco y los ha recapacitado para to­mar parte en el banquete. Él los saciará de Dios. Ellos son la Nueva Creación.

2.3.Lectura del santo Evangelio según San Juan 10, 27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús: –Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.

Estos versículos forman parte de la hermosa ale­goría del Buen Pastor. Como es costumbre en Juan, las palabras de Cristo están cargadas de verdad di­vina. Jesús, Hijo de Dios, posee un rebaño, es Pas­tor. Es el Pastor. Dios Pa­dre le ha investido de po­der y le ha encomendado el cuidado del rebaño. Je­sús las conoce a fondo y las ama tiernamente. Tanto es así que da la vida por ellas. Las ovejas le cono­cen, le escuchan y le siguen. Hay una comunicación re­cíproca, extraña y profunda. Son suyas y conocen su voz. No irán tras otro, no. Nadie podrá arreba­társelas. El poder de Jesús es total. Las condu­cirá a la vida eterna. El abismo intentará arran­carlas de su mano. Será un fracaso. Contra Dios no hay quien pueda nada. Él y el Padre son una misma cosa. Es cosa de Dios. La obra de Jesús lleva el sello divino. Junto a él el éxito es se­guro. Nadie llega al Padre sino por él. Él tiene palabras y obras de vida eterna. ¿Quién desconfiará?

Reflexionemos:

El hijo es una misma cosa con el Padre. Jesús es el hijo. Jesús pertenece a la esfera divina. Je­sús es Dios. Jesús guarda una estrechísima unidad con el Padre, en el ser y en el obrar. Tan estrecha que es inefable. Se pierde en el Misterio trinitario. Jesús es el Verbo encarnado. Jesús es Dios y hombre. Je­sús es el Revelador del Padre y el Salvador de los hombres.

Jesús tiene poder para salvar a los hombres, para llevar los hombres a Dios. Nadie puede, en serio, discutírselo. Jesús es el Buen Pastor. Jesús co­noce a la perfección a sus ovejas, a cada una de ellas en su condición personal concreta. Jesús las conoce y las ama tiernamente. Jesús ha dado la vida por ellas. Jesús es el Cordero sacrificado. El Padre que todo lo puede las ha puesto en su mano, y nadie podrá arrebatárselas. ¿Quién se atreverá a ello? El Padre no permitirá que perezca ninguna de ellas. Esto debe infundirnos confianza y serenidad. No hay nada que temer al lado de Je­sús. Hemos de cantarlo y celebrarlo. El salmo nos invita a hacerlo. Somos suyos, ovejas de su re­baño. Él nos guarda. El Señor es bueno, es eterna su misericordia y su fide­lidad por todas las eda­des. ¡Qué grande es el Señor! Cantémoslo.

La segunda lectura nos presenta la muchedum­bre (el rebaño) en torno al Cordero ya en la gloria. Hermoso cuadro: el Cordero Pastor. El Cordero apa­cienta a las ovejas y las conduce a fuentes de agua viva. La vida eterna. Allí no hay dolor, ni lá­grimas, ni muerte. Fuentes de agua viva. El rebaño recoge ovejas de todas las procedencias. La for­mación paulatina del rebaño aparece en la primera lectura. La vocación de los judíos, de los gentiles. Es voluntad divina que todos se salven. Gentes de toda raza y nación. ¿No es para can­tarlo?

Las ovejas oyen la voz del Pastor y la siguen. Conviene reflexionar sobre esto. ¿Escuchamos la voz del Señor que nos ama? ¿La reconocemos? ¿La se­guimos? ¿Conocemos a Jesús? ¿Tenemos confianza en él. Hablamos, en verdad, muy poco de este gran personaje. Más aún, hablamos muy poco con él. ¿No es esto una vergüenza? Los Santos Padres hablan del dulcísimo Nombre de Je­sús. Y con razón. Cosa admirable: a nosotros nos da vergüenza. Algo falla. Hablemos y pense­mos más en Jesús, Hijo de Dios, Verbo encar­nado, Cordero y Pastor.

La primera y segunda lectura hablan de tribula­ciones. Las habrá con toda seguridad. No hay que temer. Jesús viene con nosotros. Hay que pasar por ellas. La Iglesia atribulada se convierte en iglesia triunfante en la gloria. Lle­vemos la tribula­ción con Cristo. No desanimarse, Dios está a nues­tro lado. Por otra parte, el premio hace olvidar las tribulaciones.

ORACIÓN  FINAL

Pastor bueno, vela con solicitud sobre nosotros y haz que el rebaño adquirido por la sangre de tu Hijo pueda gozar eternamente de las verdes praderas de tu reino. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 Sugerencia de cantos: https://goo.gl/WN51f6

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