Domingo XXI del tiempo ordinario ciclo C
La puerta estrecha y el anuncio de la conversión de los paganos
1. Introducción
La salvación es un Don pero siempre supone esfuerzo, decisión, conversión continua. El Reino que se nos promete es para los valientes, animosos y alentados. Para salvarse no basta con estar inscrito en el registro parroquial, ni haber entrado una vez a la Iglesia por medio del bautismo, sin querer entrar todos los días por la puerta estrecha de la fidelidad al mensaje evangélico y del compromiso personal.
2. Texto y comentario
2.1. Lectura del Profeta Isaías 66,18-21.
Esto dice el Señor: Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia; a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria: y anunciarán mi gloria a las naciones. Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi Monte Santo de Jerusalén -dice el Señor-, como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas -dice el Señor-.
Hemos llegado al final del libro de Isaías. Un final clamoroso, abierto, universalista hasta extremos insospechados. Una síntesis de los más hermosos temas isaianos: la manifestación de la gloria de Yahveh, la atracción universal y, la participación de los gentiles como sacerdotes y levitas de la nueva teocracia mesiánica. Tuvo que revelárnoslo Dios y ponerlo en práctica su Hijo para que nosotros, gentiles, pudiéramos creerlo. Israel nunca más se sentirá solo. Junto a sí tendrá a todas las naciones (v. 18) gentiles definitivamente unidas en la paz que procede de la gloria de Yahveh, de su visible manifestación a todos los hombres, de su Revelación en Jesús. A modo de reseña simbólica se citan los pueblos entonces más significativos peregrinando desde todos los ángulos de la tierra conocida hasta Jerusalén. Put y Lud en África; Tubal junto al mar Negro: Yabán en las islas jónicas y Grecia; Tarsis o Tartesos, la región del Guadalquivir, símbolo de los confines de la tierra. Como broche de oro ahí está esa tajante afirmación "de entre ellos tomaré sacerdotes y levitas". ¿Quiénes son "ellos"? ¿Los judíos de la diáspora? ¿Los gentiles? Al presente ahí queda esa duda como tema abierto..
Nosotros sabemos por la revelación posterior que el cumplimiento de esa privilegiada profecía ha tenido lugar entre todos, judíos y gentiles, pues en la Nueva Congregación de los hijos de Dios, en el Nuevo Israel, han terminado todas las diferencias de raza, color o lengua. Ya no hay impuro, aprenderá Pedro en la visión de los alimentos, porque Dios todo lo ha purificado con la sangre de su Hijo. Nosotros no sólo nos llamamos sino que somos hijos de Dios y, si hijos, herederos de la Promesa. En la Nueva Jerusalén del Espíritu todos sus hijos en la fe forman ese pueblo santo, sacerdotal, entre el cual Dios elige a sus ministros, a sus sacerdotes y levitas. Sacerdocio que ya no será como el de la carne hereditario, sino vocacional, carismático, profético. Participación del sacerdocio pleno de su Hijo.
2.2. Salmo Responsorial:
La oración no es larga por necesidad; y, si siento de veras lo que rezo, la intensidad del sentimiento puede compensar con creces la brevedad de la plegaria. Pongo en mi oración una palabra de alabanza, la presencia del grupo y el horizonte de la humanidad entera, mi fe en la misericordia de Dios y la fidelidad de su promesa de salvación… y surge la oración perfecta.
Sal 116, 1-2
R/. Id al mundo entero y predicad el Evangelio
Alabad al Señor todas las naciones,
aclamadlo todos los pueblos.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
2.3. Lectura de la carta a los Hebreos 12,5-7. 11-13.
Hermanos: Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron: "Hijo mío, no rechaces el castigo del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos". Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos? Ningún castigo nos gusta cuando lo recibimos, sino que nos duele; pero después de pasar por él, nos da como fruto una vida honrada y en paz. Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará.
-La reprensión es signo de amor (Heb 12, 5-7.11-13) Esta lectura es estimulante para los cristianos que se hallan sometidos a la prueba; es preciso dejar de considerarla como una especie de persecución por parte de Dios y ver en ella, más bien, el signo de un particular amor. Cuando el Señor ama a alguien, le da buenas lecciones; corrige a todos aquellos a quienes reconoce como sus hijos. Los cristianos a los que se dirigen estos consejos ya han sufrido mucho y sirven sufriendo la prueba (Heb 10, 32-34). Este puede ser nuestro caso o el de otros seres que nos son queridos. Encontramos aquí un consuelo que no está hecho de palabras vacías. No se trata de cerrar los ojos, ni de convencerse de que las pruebas no son tan duras como se piensa: por el contrario, mirándolas de frente, tal como son, podemos llegar a dar un verdadero juicio de valor sobre ellas. Además, el autor de la carta invita a meditar los sufrimientos, que condujeron a Jesús a su gloria.
La amargura del hombre probado le lleva a encerrarse en sí mismo y a no entender nada: le parece que está condenado al absurdo de la vida. Pero se trata, por el contrario, de no olvidar la palabra de consuelo que se dirige, al que sufre, como a un hijo. Lejos de considerar la prueba como un castigo, lo cual no cuadra con la misericordia de Dios y que a veces resulta inexplicable para personas realmente entregadas en cuerpo y alma al Señor, hay que ver en ella su valor formativo para la gloria que nos espera. No hay, pues, que desanimarse, sino tomar la prueba como un instrumento de una más íntima unión con Dios, que de este modo nos manifiesta su amor. Si, en un primer momento, la corrección, la prueba, pueden entristecer, cuando se reflexiona y se percibe el fruto del sufrimiento, se produce un sentimiento de paz profundamente gozosa que penetra el alma y la vida de quien ha aceptado y ofrecido la prueba. Porque sucede siempre que el efecto de la prueba aceptada provoca una curación del alma. Y basta con leer a Isaías y los Proverbios (Is 35, 3; Prov 4, 26).
2.4. Lectura del santo Evangelio según San Lucas 13,22-30.
En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: -Señor, ¿serán pocos los que se salven? Jesús les dijo: -Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: «Señor, ábrenos» y él os replicará: «No sé quiénes sois.» Entonces comenzaréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas.» Pero él os replicará: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados.» Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.
Una de las grandes preocupaciones de los primeros cristianos era la de saber si únicamente los miembros de Israel participarían en el mundo futuro. Según Lc 13,23-30, todos los hombres están llamados a la salvación. En este texto habla Jesús del camino que conduce al reino.
La pregunta sobre si son muchos o pocos los que se salvan (v 23) no tiene una respuesta directa. A menudo Jesús, ante una pregunta responde desde otra perspectiva. Este es el caso en este fragmento, con la exhortación a entrar por la puerta estrecha (24). Jesús pide el esfuerzo tenaz del hombre: el verbo «esforzarse» (luchar) expresa en griego, aquí y en otros lugares del NT, una actitud ética fundamental, una respuesta del hombre a la invitación de Dios (Lc 16,16, Jn 18,36, 1 Co 9,25). Los vv siguientes precisan en qué debe consistir la lucha o esfuerzo del creyente: obrar con rectitud y justicia (27). Es una actitud básica que tiene en Lucas, una consecuencia religiosa: ser reconocidos por el dueño de la casa, por aquel que puede abrir la puerta del banquete del reino. El evangelista identifica al dueño de la casa con Jesús en el v 26, y precisa también que invita a todos los hombres. Los convidados no son los que han conocido a Jesús externamente, los que han comido con él o han hablado de él, sino los que, con motivo de su llamada, inician un proceso de conversión, consistente en una apertura hacia él y hacia los demás. Incorporando a su mensaje el criterio profético, según el cual es necesario ser justo y bueno con el prójimo, Jesús da una pista válida para los hombres de todos los tiempos y comprensible a judíos y a paganos. Justamente por esto, gentes de todas partes, de oriente y de occidente (29), todos los que respondan a la llamada de Jesús en favor del hombre, podrán compartir finalmente la mesa del reino de Dios.
Los vv siguientes (31-33) presentan una nueva escena. Jesús, profeta, actúa cada día («hoy», "mañana"…) haciendo el bien -expulsa demonios, lleva a cabo curaciones-, pero su camino finalizará en Jerusalén, y será tanto un final como un principio. En Jerusalén culminará la obra histórica de Dios en Jesús y de allí mismo saldrá el misterio renovador del evangelio.