Domingo 27 del Tiempo ordinario – Ciclo C

Domingo XXVII del tiempo ordinario ciclo C

1. Introducción

"Si tuvieran fe como un granito de mostaza…" Es la enseñanza que Jesús da a sus discípulos ante una petición directa que la hacen: "Auméntanos la fe".

Hoy también podemos afirmar que corren tiempos difíciles para la fe, la duda aparece en el corazón de muchos hermanos tanto a nivel religioso, político, social o económico; hay mucho desencanto, indiferencia escepticismo, el grito de muchos hermanos es el mismo de los apóstoles: "Auméntanos la fe".

La respuesta de Jesús tiene en cuenta la intención de los discípulos, ellos piden cantidad, él les pide calidad; bastaría un poquito de fe con tal que fuera auténtica. Sin embargo, la petición es justa, dado que la fe es algo que pedimos a Dios, conscientes de que es un don suyo, el don fundamental de Dios sobre el que los demás dones encuentran apoyo, lo es todo en la vida cristiana, porque nos da una luz que todo lo ilumina, porque es alegría, optimismo, fuerza de Dios que nos es dada para responder con entusiasmo a Jesús en la invitación que nos hace a seguirlo.

Pidamos a Dios una fe viva. La necesitamos mucho. Profundicemos en nuestra propia fe, hagámosla vida mediante la oración, el estudio, la lectura de la Palabra, la meditación, la participación en la vida de la Iglesia, en nuestras parroquias, grupos, movimientos; pero asumamos conscientes que una fe que no se cultiva mediante el trato profundo con Dios en la oración, acaba por morir.

Invocación al Espíritu

Espíritu Santo, visítame con tu Presencia densa y ligera, sacúdeme con tu azote semejante a una caricia, atráeme, con el imán de tu Amor, hacia la puerta estrecha por donde se entra al Reino inmenso e inefable del Amor de nuestro Padre Dios. Haz espacio en mí, para que resuene, como un eco, en el paisaje de mi cuerpo y de mi alma, la Palabra de Jesús, la única Palabra con poder de salvar. Visítame, Señor y Dador de Vida, para que pueda ser yo cauce de tu Vida en abundancia.

2. Lectura y comentario de las lecturas

2.1. Lectura del Profeta Habacuc 1,2-3; 2,2-4.

¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré «Violencia», sin que me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas? El Señor me respondió así: Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido. La visión espera su momento, se acerca su término y no fallará; si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse. El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe.

La cuestión que trata el profeta es: ¿por qué Dios ha escogido a un pueblo extranjero para castigar a su pueblo? ¿Por qué unos injustos son el instrumento de Dios contra el pueblo que él mismo se ha escogido? En el fondo, podríamos decir que se trata del problema del mal en las relaciones internacionales. El profeta, como hacen también Jeremías y algunos salmos, interpela a Dios, le pide explicaciones: ¿Por qué? ¿Hasta cuándo? La respuesta de Dios hay que grabarla con claridad para que quede como testimonio de que no es difícil de entender. Es una palabra con un dinamismo interno, que lleva a la realización segura, sólo hay un camino: el de la fidelidad a Dios; el que "tiene el alma hinchada" acabará sucumbiendo; sólo vivirá el justo, es decir, el que confía en Dios y, por eso, se mantiene fiel a su alianza. Esta frase servirá a Pablo para hablar de la "justificación por la fe".

2.2. SALMO RESPONSORIAL
Sal 94,1-2. 6-7. 8-9

R/. Escucharemos tu voz, Señor.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
vitoreándolo al son de instrumentos.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Massá en el desierto,
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.»

2.3. Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 1,6-8.13-14.

Querido hermano: Aviva el fuego de la gracia de Dios que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé. Ten delante la visión que yo te di con mis palabras sensatas, y vive con fe y amor cristiano. Guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en nosotros.

Estos versículos son una exhortación de Pablo a Timoteo para que luche fielmente por el evangelio. Hacen alusión al momento en el que Pablo, con el grupo de presbíteros (1 Tm 4,14), consagró a Timoteo. Este "fuego de la gracia" ("el carisma de la gracia") se emplea solamente en las pastorales aquí y en 1 Tm 4,14, otro texto en que habla de ordenación. Lo cual hace pensar que Pablo construye una exhortación a Timoteo como evangelizador. La tarea de la evangelización es de por sí tan dura que reavivar los principios fundamentales de los que dimana nuestro hacer cristiano es una tarea necesaria. Pablo recoge en los v.7-8 un conjunto de expresiones que ya había usado sobre todo en Rom 1,16;8,15. Pablo sabe muy bien que es difícil predicar la fe en un ambiente hostil. Y se pone como ejemplo del cristiano que ha comprendido esto hasta dejarse encarcelar por causa del mensaje (cf.Ef 3,1;Flm 1,9). Esta clase de testimonios es la que ha mantenido la fe cristiana a lo largo de generaciones. La lucha que mantienen los entregados a la fe sostiene la debilidad de los que aún no son capaces de sufrir por el evangelio.

En la 1 Tm ya había hecho Pablo a Timoteo parecidas recomendaciones animándole a que guardara el conjunto de la fe, el "depósito". Así Timoteo se convertiría en servidor de la Palabra (1 Tm 6,20;cf.2 Tm 1,12.14). Este es el apoyo sobre el que el creyente construye el edificio de su propia creencia: la fe. Con una visión así del mundo, no tiene inconveniente en emprender una auténtica acción evangelizadora. Esta continua exhortación a mantenerse firme en los principios profesados (cf. 1 Tm 6,20) está motivada por la impopularidad que significa guardar esa actitud contraria al momento histórico. El que quiera lanzarse por caminos similares sabe que, en su acción cristiana, contará con la persecución de los adversarios y tal vez con el silencio de los buenos. Entonces más que nunca brillará esa forma de ser según la fe.

2.3. Lectura del santo Evangelio según San Lucas 17,5-10.

En aquel tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe. El Señor contestó: Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa?» ¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú?» ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.»

Para la reflexión dividámosla en dos momentos:

a) Vivir con una fe semejante a un grano de mostaza (vv. 5-6)

En la primera parte del evangelio, la palabra clave es "fe". Los apóstoles le piden al Señor que aumente su fe, porque sin ella es imposible ser hijos del Reino.

En Lc 17,5-6, la famosa frase de Jesús: "si tuvierais fe como un grano de mostaza…" es una frase vinculada tan sólo a la petición de los apóstoles de que aumente su fe. Pero no está ligada a ningún otro episodio. En Mt 17,20, forma parte del relato de exorcismo y curación del endemoniado epiléptico. Si leemos esta narración (Mt 17,14-20), nos daremos cuenta de que allí los discípulos no han podido hacer nada por el epiléptico, a pesar de que Jesús ya les había dado el poder de curar y expulsar demonios (Mt 10,1). Esta incapacidad suya se debe, según se desprende del contexto, a que no tienen fe. Por eso Jesús llega a dirigirles, incluso, las siguientes palabras, cargadas de dureza: "¡Generación incrédula y perversa!… ¿Hasta cuándo os tendré que soportar?". Es la poca fe de los discípulos la que hace imposible que obren el bien, como Jesús. Y es en ese contexto donde Mateo introduce las palabras de Jesús: "Si tenéis fe como un grano de mostaza"… Y añade: "Nada os será imposible".

Ése es el sentido de la imagen del árbol que se arranca de raíz y se planta en el mar. Es tan sólo una metáfora de lo que puede una persona, ayudada por la fe: "nada os será imposible".

En Mt 21,21, Jesús utiliza una imagen parecida a la del árbol que se arranca por nuestra sola palabra: la de la montaña que se desplaza de su sitio y se arroja al mar. Esta imagen va unida, además, al episodio de la higuera que se seca por la palabra del Señor Jesús. De nuevo la condición para tener este señorío sobre todo lo creado es la fe. Sólo que esta vez, la fe va ligada a la oración: "todo lo que pidáis con fe en la oración, lo recibiréis". El relato de Mc 11,23 es semejante al de Mt 21,21.

Al leer todo el evangelio de Lucas con esta clave de lectura en la mirada: la fe. La fe de Jesús, la fe de la gente, la fe de los discípulos y discípulas, la incredulidad… Podremos obtener algunas conclusiones como las siguientes:

Sólo quien tiene fe es capaz de poner práctica el dinamismo re-creador y transformador del Reino. La primera creyente del evangelio de Lucas es María, a la que Isabel proclama feliz por creer (Lc 1,45). A lo largo del camino, Jesús se encuentra con hombres y mujeres cuya fe le causa admiración: el centurión (7,9); la hemorroisa (8,48); el leproso samaritano que vuelve a darle gracias (17,19), el ciego de Jericó (18,22). Desafortunadamente, no era así la fe de los discípulos: en muchas ocasiones dejan ver que su fe es tan débil que no son capaces de corresponder al don de la vocación y misión que han recibido (cf. Lc 8,25; 9,40-41). A pesar de que Lucas es más benévolo con ellos que Marcos y Mateo, no puede obviar la tradición, que nos ha transmitido una imagen no muy edificante de los primeros discípulos. De ahí que seamos testigos de algunos reproches que les dirige el Maestro: “¡Generación incrédula y perversa!” (9,41), “¡Hombres de poca fe!” (12,28). Y, de ahí, la súplica de los discípulos: “¡Auméntanos la fe!” (17,2).

b) Servir desde la gratuidad (vv. 7-10)

La palabra clave de la segunda parte del evangelio es "siervo" (en griego, doulos), que aparece tres veces, y el verbo "servir" (en griego, diakoneo). Jesús, como buen maestro, toma una imagen del ambiente de la vida rural de su tiempo, que todos podían entender: Suponed que alguno de vosotros tiene un siervo trabajando en sus campos o con sus ganados. ¿No sería insólito y absurdo que, al regresar cada día de su tarea, le prodigarais atenciones y cuidados extremos porque ha hecho su trabajo? Lo normal es que haga su trabajo, porque ya recibe su salario. Así ha de hacer un servidor del Reino: trabajar gratuitamente, sin esperar nada, porque su salario viene de Dios.

El primer Siervo del Reino fue Jesús. En Lc 22, 26-27, Jesús se presenta a sí mismo, no como Hijo de Dios con poder y gloria, sino como siervo de todos: "Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve" (diakoneo). Jesús es el "diácono" del Padre, el servidor del Padre y de todos nosotros. Y Él nos ha dado ejemplo para que sigamos sus huellas (1 Pe 2,21). Cuando Jesús envía a sus discípulos a predicar, les dice: "Gratis lo habéis recibido; dadlo gratis" (Mt 10, 8). El apóstol Pablo reconocía esa gratuidad total de los dones de Dios, a la que debemos corresponder con nuestra gratuidad a la hora de ponerlos al servicio de la comunidad. Nada tenemos que no hayamos recibido (1 Cor 4,7).

De estas dos partes del evangelio se desprende lo que estamos llamados a ser, como discípulos y discípulas del Señor: hombres y mujeres de fe, entregados al servicio de nuestros hermanos con amor y gratuidad, porque nuestra recompensa es Dios mismo.

c) Meditemos

¡Auméntanos la fe!

Necesitamos una buena dosis de fe para vivir en un mundo como el nuestro. Por una parte, el laicismo y el secularismo pretenden borrar la fe de su existencia social. Se puede ser creyente cristiano, pero de forma privada, sin que afecte en absoluto a nuestras opciones, decisiones y actuaciones sociopolíticas. Se puede ser cristiano "de domingo", pero eso sí: ¡que no se nos note de lunes a sábado en el trabajo! Por otra parte, diariamente nos llegan, a través de los medios, tantas noticias de muerte injusta, absurda y brutal, que resulta difícil creer que todo esto tenga un sentido, que el amor y la providencia de Dios tengan una palabra que decir en todo esto, y que la Resurrección sea más fuerte que el pecado y que la muerte. Por eso, hay que pedir al Señor todos los días: "¡Auméntanos la fe!". No para ser poderosos, obrar milagros, silenciar a nuestros perseguidores o exterminar a "los malos", sino para no avergonzarnos del Señor y de su Evangelio. En la segunda lectura de la Eucaristía de este domingo (2 Tim 1,6-8.13-14), Pablo anima a Timoteo a "no avergonzarse de dar la cara por nuestro Señor" y por Pablo, prisionero, en ese momento, por causa del Evangelio. Le anima a no tener miedo de la persecución o los sufrimientos que le puedan sobrevenir por causa de Cristo, porque el Señor no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de fortaleza y de amor.

2. Servir con gratuidad y desprendimiento

Al decir que somos “pobres siervos”, o como dicen otras traducciones “siervos inútiles”, se quiere afirmar que la fe es ante todo un don, y que nuestra capacidad de vivir la fe es también gracia. La vida de fe es siempre un don que acogemos en la medida en que amamos a Dios y a los hermanos. Reconocer la gratuidad de la fe y el amor de Dios es lo que nos hace vivir en plenitud.

Algunas preguntas que nos pueden ayudar a profundizar sobre los textos meditados: ¿Qué punto de este texto te ha gustado más o ha llamado más tu atención?

b) ¿Fe en quién? ¿En Dios? ¿En los otros? ¿En nosotros mismos?

c) Fe como un grano de mostaza: ¿Acaso tengo yo una fe así?

d) Hacer de la propia vida un servicio sin esperar recompensa: ¿soy capaz de vivir así?

3. Oración de acción de gracias

Gracias, Señor, por tu amor, por tu bondad, por tu generosidad, por tu misericordia. Gracias por quererme, por acompañarme, por guiarme, por protegerme. Gracias por el amor que me has dado y por el don de la fe. Gracias por tu bondad y gratitud. Gracias por darme la paciencia que me permite posponer la realización de mis deseos y permanecer tranquilo. Gracias por la esperanza, por la tranquilidad y la serenidad que me permiten aceptar y vivir el presente. Amén.

Domingo 26 del tiempo ordinario C

Domingo XXVI del tiempo ordinario ciclo c

Nos reunimos como Pueblo de Dios para preparar el Día del Señor, escuchando la palabra para participar en la Eucaristía dominical, Dios nos llama a examinar nuestra actitud sobre los bienes materiales y espirituales. Si el cristiano no comparte sus bienes con los necesitados, no es autentico cristiano.

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura y comentario de los textos:

El profeta denuncia las falsas seguridades de quienes de sus creencias se hacen ídolos. Así la idolatrización de las ciudades santas. Pone en evidencia la cortedad de aspiración de los que se terminan en el bienestar cercano, minado de finitud y herido de muerte inmediata. Despierta la conciencia a la pequeñez que hay en ello. Concienciar de la servidumbre es principio de salvación.

2.1. Lectura del Profeta Amós 6,1a. 4-7

Esto dice el Señor todopoderoso. Ay de los que se fían de Sión, confían en el monte de Samaria. Os acostáis en lechos de marfil, tumbados sobre las camas, coméis los carneros del rebaño y las terneras del establo; canturreáis al son del arpa, inventáis, como David, instrumentos musicales, bebéis vinos generosos, os ungís con los mejores perfumes, y no es doléis de los desastres de José. Por eso irán al destierro, a la cabeza de los cautivos. Se acabó la orgía de los disolutos.

Situémonos en el contexto histórico: Los éxitos del rey de Israel, JEROBOAN-II, al restablecer las antiguas fronteras del reino davídico (II Rey. 14,25 ss) alimentan el optimismo y orgullo nacional. Bien es verdad que el éxito es coyuntural: el imperio asirio y el reino sirio viven momentos políticos bajos; pero esta decadencia de las grandes potencias permite a Israel vivir momentos de euforia y de prosperidad.

En Samaría, algunos de sus habitantes se enriquecen a costa de los otros, y el lujo aparece por todas partes: se construyen "casas de sillares" (5.11); el mobiliario es de lujo: "os acostáis en lechos de marfil" (6,4) se divierten sin conocimiento (4,1;6,4-6) y sin preocupación alguna. Su fe en Samaría es ciega: su pueblo es la flor y nata del mundo próspero. No prevén ningún peligro posible, y actúan en consecuencia: "Queréis espantar el día funesto aplicando un cetro de violencia" (v.3; cfr.9,10; Is.22,12 ss).

Ahora veamos el texto: Los caps. 3-6 de Amós están formados por una serie de breves oráculos contra Israel y que desarrollan la temática del oráculo de amenaza de 2,6 ss. Empiezan todos ellos con las fórmulas: "Escuchad esta palabra…", "Ay de los que…". En Am. 6,1-7 se describe, con amplitud, la conducta de los dirigentes de Israel (vs.1-6), y acaba con un breve oráculo de condena (v.7). Con gran ironía, Amós describe en los vv. 4-6 el lujo y goces a los que se entrega esta gente despreocupada: el "arrellanarse en divanes" no sólo es un lujo inaudito en Israel sino que también indica una actitud de pereza, de "aquí me las den todas", de vivir la vida bien sin abrir los ojos a la realidad. Tocan el arpa, como David, pero con un fin muy diverso: divertirse; beben en copas que sólo estaban destinadas a uso cúltico (Ex 38. 3; Nm 4. 14). Dedicándose a los placeres de la mesa creen servir a los intereses del pueblo; sólo viven para la fiesta, "… pero no os doléis del desastre de José". El "pues ahora" del v. 7 introduce el oráculo de condena: la inminencia del juicio divino caerá como jarro de agua fría sobre las ilusiones alienantes de los samaritanos. Los que se llamaban flor y nata de los pueblos tendrán el lugar que les corresponde: "encabezarán la cuerda de los deportados" (v. 1b).

2.2. SALMO RESPONSORIAL
Sal 145,7. 8-9a. 9bc-10

R/.Alaba, alma mía, al Señor.

El hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos,
liberta a los cautivos.

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos.

Sustenta al huérfano y a la viuda,
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.

San Pablo expone en la segunda lectura las virtudes que debe poseer el servidor ideal. Las pautas de conducta que señala San Pablo son aplicables a nosotros, y en estos momentos históricos tienen mucho valor e importancia.

2.3. Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 6,11-16.

Hermano, siervo de Dios: Practica la justicia, la religión, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos. Y ahora, en presencia de Dios que da la vida al universo y de Cristo Jesús que dio testimonio ante Poncio Pilato: te insisto en que guardes el Mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la venida de Nuestro Señor Jesucristo, que en tiempo oportuno mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él honor e imperio eterno. Amén.

Espléndida exhortación sobre el testimonio cristiano. El v.12 alude a cómo Timoteo "hizo noble profesión ante muchos testigos".

No sabemos si se refiere a la profesión de fe bautismal o a una valiente confesión ante perseguidores, en una ocasión que nosotros desconocemos. Tanto si se trata del sacramento del bautismo como si es una persecución por el nombre de Jesús, debe ponerse en relación con la confesión del propio Jesús, que ante Poncio Pilato dio testimonio de la verdad y proclamó sin temor su realeza (v.13). El discípulo de Jesús tampoco debe tener miedo de proclamar la verdad delante de las autoridades de este mundo.

Pero hay también otro testimonio, en cierto modo más difícil, porque no es la decisión heroica de un momento, de la que todo el mundo es más o menos capaz, sino que está hecho de fidelidad indefectible en la práctica cotidiana de las virtudes, ante Dios y ante el prójimo (justicia, amor, paciencia, delicadeza) (v.11). Bautismo sacramental, martirio sangriento y martirio incruento de la fidelidad de cada día sólo son posibles a partir de la fe, que significa vivir el presente pendientes de un futuro que no palpamos, en función de la venida de Jesucristo y del Dios inmortal, a quien "ningún hombre ha visto ni puede ver" (vv. 15-16)

2.4. El Evangelio no deja para el más allá la solución de la pobreza y de la miseria, ya que al rico Epulón lo condena al castigo eterno. Efectivamente, una auténtica predicación evangélica tiene que anatematizar al rico opresor y actuar en consecuencia con este juicio negativo. Esto lógicamente introduce ya desde hoy una praxis liberadora inmediata. La fracción del pan o eucaristía exige de los cristianos un reparto de todos los bienes, una comunión con Cristo, entre sí y con todos los hombres. Sólo así se puede guardar el Mandamiento de la caridad hasta la venida del Señor.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 16,19-31.

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: -Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico y lo enterraron. Y estando en el infierno en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno y gritó: -Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas. Pero Abrahán le contestó: -Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida y Lázaro a su vez males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros. El rico insistió: -Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento. Abrahán le dice: -Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen. El rico contestó: -No, padre Abrahán. Pero, si un muerto va a verlos, se arrepentirán. Abrahán le dijo: -Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.

La parábola del rico perverso y de Lázaro no se encuentra más que en el Evangelio de Lucas. Más que los otros evangelistas, Lucas ha conocido fuentes particulares que concedían un lugar importante a los problemas de la riqueza y de la pobreza (Lc 6, 30-35; 16, 12-14; 19, 1-9; Hch 5, 1-11). Pero en el momento en que introduce la parábola del rico perverso en su Evangelio, esa parábola ha experimentado ya un tratamiento redaccional que modifica su sentido originario.

De ahí que en el relato aparezcan dos partes distintas. La primera (vv. 19-26), la única parábola del Evangelio en la que uno de los protagonistas aparece con su nombre, Lázaro ("Dios ayuda"). La segunda parte (vv. 27-31) su objeto es distinto: Lázaro no desempeña en ella más que un papel secundario y el interés se centra en torno a la suerte de los cinco hermanos del rico, buenos vividores a quienes la amenaza del Día de Yahvé no llega a convertir (cf. Mt 24, 37-39).

a) La primera parte aplica, pues, la teoría judía de la retribución por trastrueque de las situaciones a los pobres y a los ricos, lo mismo que en las bienaventuranzas (Lc 6, 20-26; cf, también Lc 12, 16-21). No se trata, por tanto, de saber si el rico era un buen o mal rico y Lázaro un buen o mal pobre. La parábola no se interesa por las condiciones morales de sus vidas, sino por el anuncio de la proximidad del Reino en un mundo sociológicamente determinado. De hecho nos encontramos en esta parte de la parábola con el clima de la comunidad primitiva de Jerusalén, constituida de pobres y bastante revanchista respecto a los ricos (Hch 4, 36-37; 5, 1-16). En ella parecen estos incapaces de optar por una vida nueva, ligados como están a la vida presente por el disfrute de todos sus bienes; los pobres están más disponibles; por eso es más accesible para ellos el Reino.

Los matices vendrán más tarde, cuando Mateo hable de pobreza "en espíritu" y no permita ya que se crea en la beatitud de sola la pobreza social y a la maldición de sola la riqueza económica. El tema escatológico del trastrueque de las situaciones constituye, por consiguiente, un género literario que hay que manejar con prudencia y en el que hay que ver un medio de anunciar la irrupción próxima de los últimos tiempos.

b) La segunda parte de la parábola nos orienta más bien hacia la perspectiva de las condiciones de la espera escatológica y corrige singularmente el concepto demasiado sociológico y demasiado materialista de la primera parte. Aquí, en efecto, no son ya la riqueza y la pobreza las que reciben un premio, sino la irreligión y el egoísmo los que oscurecen el corazón de los hombres hasta el punto de no poder leer los signos que Dios le ofrece, incluso a través de los milagros. Los hombres irreligiosos viven en un egoísmo que les cierra a priori a todas las anticipaciones de Dios; en este punto se encuentran a ras de tierra de forma que no pueden en absoluto ver el menor signo de Dios en los acontecimientos. Para ellos la muerte pone fin a la existencia (v. 28); ni siquiera les convencerá una prueba de la resurrección de los cuerpos porque han perdido el hábito de ver los signos de la supervivencia en su vida misma. La exigencia de signos no es más que un falso pretexto: el hombre no es salvado más que por la audición de la Palabra ("Moisés y los profetas") y por la vigilancia, no por las apariciones y los milagros.

Y es inútil buscar en el relato explicaciones sobre la pena del infierno, sobre el purgatorio y sobre el "estado intermedio". La parábola bebe en el arsenal de las imágenes de la época sin canonizar, necesariamente, alguna de ellas.

Tampoco hay que buscar en ella un juicio demasiado categórico sobre la pobreza o sobre la riqueza sociológicas. El punto final del relato es la condena de la actitud espiritual de egoísmo y de incredulidad y la afirmación de que el incrédulo no podrá descubrir los grandes signos de la supervivencia, como la resurrección de los muertos, si antes no ha aprendido a descubrir la presencia de los signos de Jesús en la vida.

2.5. Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Cuál es el punto del texto que más te ha gustado o que ha llamado más tu atención?¿Por qué?

b) Compara la situación del pobre y del rico antes y después de la muerte ¿Cuál es la situación de los dos antes de la muerte? ¿Qué cambia en la situación del pobre del rico después de la muerte?

c) ¿Qué separa al pobre y al rico antes de la muerte? ¿Qué separa al pobre y al rico después de la muerte?

d) En la conversación entre el rico y el padre Abrahán ¿qué pide el rico y qué le responde Abrahán?

e) En esta parábola, la situación cambia después de la muerte. ¿Es que Jesús nos quiere decir que durante la vida el pobre debe soportar todo para poder merecer el cielo? ¿Tú que piensas?

f) Hay personas que, como el rico de la parábola, esperan milagros para poder creer en Dios. Pero Dios pide que se crea a Moisés y a los profetas. Y yo, ¿a qué lado tiende mi corazón: hacia el milagro o hacia la palabra de Dios?

6. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Domingo 25 del Tiempo Ordinario – Ciclo C

Domingo XXV del tiempo ordinario ciclo c

DIOS Y EL DINERO

En los textos bíblicos de este domingo encontramos una clara enseñanza de Jesús sobre el dinero y otra del profeta Amós sobre el comercio injusto. Hoy, por lo tanto, los temas son de palpitante actualidad, pues lo económico afecta a todos. Vivimos en una sociedad de la abundancia, del consumo, del desperdicio. Cada año aumenta la producción de automóviles, de televisores y refrigeradores y suben los índices del desarrollo económico de un país. Sin embargo, también aumentan Las estadísticas del paro y decrece el poder adquisitivo de muchos. El progreso y los rascacielos están cercados por el hambre y la pobreza..

1. Oración inicial

Señor, Padre mío, hoy coloco delante de ti mi debilidad, mi vergüenza, mi lejanía; no escondo mi deshonestidad e infidelidad, porque tú todo lo conoces y lo ves, hasta el fondo, con los ojos de tu amor y de tu compasión. Te ruego, buen médico, derrama sobre mi herida el ungüento de tu Palabra, de tu voz que me habla, me llama y me amaestra. No me quites tu don, que es el Espíritu Santo: deja que sople sobre mí, como aliento de vida, de los cuatro vientos; que me cubra como lengua de fuego y que me inunde como agua de salvación; envíalo para mí de tus cielos santos, como columna de verdad, que me anuncie también para hoy, que tú eres y me esperas, me tomas de nuevo contigo, después de todo, como al primer día, cuando tú me plasmaste, me creaste y me llamaste.

2. Lectura y comentario de los textos

2.1. Lectura del Profeta Amós 8,4-7.

Escuchad esto los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo: ¿cuándo pasará la luna nueva para vender el trigo, y el sábado para ofrecer el grano Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo. Jura el Señor por la Gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones.

Amós, profeta incisivo, condena a los ricos comerciantes de su tiempo que pensaban solamente en enriquecerse a causa de los pobres, explotándolos. Qué importante y desastrosa ha sido siempre la falta de ética en el comercio, la violación de la justicia social, el fraude en vender como bueno lo malo, alcohol químico adulterado como vino de buena cosecha. La sed insaciable de dinero a costa de lo que sea, el engaño y la explotación de los más pobres no se pueden tapar nunca con una falsa religiosidad y unas limosnas en el templo. Veamos un poco el contexto histórico y el sentido de este texto:

Contexto histórico: Amós, de oficio ganadero o granjero, nace en Tecua, localidad no lejana de Jerusalén. Llamado por Dios a la vocación profética, desarrolla su ardua misión no en su reino sino en el del Norte, Israel. En Israel gobernaba por entonces JEROBOAN-II (787-747). Y tanto el reino del N. con el del S. gozaban de estabilidad política y prosperidad económica: se restauran las fronteras hasta casi igualar las del imperio davídico, se promueve el comercio internacional y, con él, florece la economía nacional. Pero la riqueza no está bien distribuida; las abismales diferencias económicas provocan intolerables injusticias; los tribunales de justicia son un puro simulacro en manos del poderoso: "…aceptáis sobornos, atropelláis a los pobres en el tribunal" (5,12). Sólo se vive por el dinero haciendo caso omiso de la solidaridad y hermandad (8,4-6). Y a esta corrompida sociedad le gusta enormemente el culto y, por eso, multiplica sus sacrificios. Culto sin moral, sacrificios sin contenido religioso. Por eso el profeta grita: "detesto y rehúso vuestras fiestas… retirad de mi presencia el barullo de los cantos…" (5,21-23), "marchad a Betel a pecar, en Guilgal pecad de firme…" (4,4). Para el profeta Amós es más importante la vida ética que el culto: "que fluya como agua el derecho y la justicia como arroyo perenne" (5,24).

El texto de este domingo: En estos versículos de la lectura litúrgica, Amós dirige un ataque furibundo contra la codicia humana, contra el afán de lucro. En este texto se puede ver una acusación (vs. 4-6) y la postura del Señor (v.7). Acusación contra la codicia de comerciantes sin escrúpulo. Para éstos la persona o cliente no cuenta en los negocios sino sólo la venta, los beneficios; el tiempo es oro y no se puede desperdiciar ni siquiera para rendir culto a Dios. El profeta habla de las fiestas de la luna nueva y del sábado durante las cuales los tratos y negocios se interrumpían en recuerdo de la liberación de Egipto y en reconocimiento de que sólo Dios era el dueño y señor de Palestina (cf. Is 1,13; Is 66,23). Pero los codiciosos no entienden este lenguaje, para ellos la fiesta es "pérdida de tiempo", solo ansían el "día de mercado". Y además de codiciosos son explotadores ya que no tienen reparo alguno en robar a sus clientes: usan medidas falsas y aumentan el precio según el mercado (cf. Lv. 19,36;Dt. 25,14ss; Pr 11,1). ¡Y pobres de los que no pueden pagar! por sumas irrisorias, como un par de sandalias, exigen de los jueces que les entreguen a los desvalidos en calidad de rehenes. Termina Amós recordándonos en el v.7 que nada pasa inadvertido al Señor: El pedirá cuentas al que no se comporte solidariamente con el hermano, especialmente con el más desfavorecido.

Reflexionemos: Mensaje duro el que, un día, Amós dirigió a sus contemporáneos. Mensaje que no ha perdido actualidad y que hoy también, en la liturgia dominical nos interpela a nosotros: ¿somos hoy mejores que en tiempos de Amós? Soñamos con poseer muchos bienes? ¡Cuantos más bienes mejor! Nadie lo pregona, pero lo vivimos….? ¡La solidaridad humana es pura enredo! Todos los días intentamos robar jugando con el sudado dinero del menos favorecido: hipotecas, compraventa de casas, anotaciones de abogados, médicos, jueces…¡Continuamos explotando, comprando al pobre y desvalido por un par de sandalias! ¿Qué fiesta de sábado o luna nueva nos atrevemos a celebrar?

2.2. SALMO RESPONSORIAL Sal 112

R/. Alabad al Señor, que ensalza al pobre

Alabad, siervos del Señor,

alabad el nombre del Señor.

Bendito sea el nombre del Señor,

ahora y por siempre.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,

su gloria sobre el cielo;

¿quién como el Señor Dios nuestro,

que se eleva en su trono

y se abaja para mirar

al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,

alza de la basura al pobre,

para sentarlo con los príncipes,

los príncipes de su pueblo.

2.3. Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 2,1-8.

Te ruego, pues, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que están en el mando, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible, con toda piedad y decoro. Eso es bueno y grato ante los ojos de nuestro Salvador, Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pues Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos: éste es el testimonio en el tiempo apropiado: para él estoy puesto como anunciador y apóstol -digo la verdad, no miento-, maestro de los paganos en fe y verdad. Encargo a los hombres que recen en cualquier lugar alzando las manos limpias de ira y divisiones.

Orar por la salvación de los hombres (1 Tm 2, 1-8) El pasaje de esta carta a Timoteo nos recomienda la oración por todos los hombres para que todos se salven. La eficacia de esta oración proviene de Jesucristo, que se entregó en rescate por todos. El Apóstol es el mensajero de ese don. La comunidad cristiana es una comunidad de oración, y san Pablo quisiera que en cualquier lugar se rezara alzando las manos al cielo con recta intención, santamente, sin ira -escribe-, es decir, no para atraer una maldición, sin malas intenciones, como podrían ser la ruina de sus enemigos o el triunfo de las ambiciones personales.

Tenemos aquí el origen o por lo menos el testimonio, de lo que hoy llamamos "Oración universal" o "de los fieles", que se hace después de la homilía o del Credo, y de cuya existencia tenemos constancia desde muy pronto en la liturgia cristiana. En el capítulo 67 de su Apología, san Justino la menciona al final de la celebración de la Palabra, que describe a Antonio el Piadoso, el año 15O. En este pasaje leemos ya una especie de lista o letanía parecida a las que encontramos a través de los siglos y a las que hoy están en práctica: "por todos los hombres, por los jefes de Estado y todos los que tienen responsabilidades". Aparece ya aquí la estructura que será clásica en la Iglesia: Oremos.., por…, a fin de que…, para que podamos conducir nuestra vida en la calma y la seguridad… Más allá de la celebración litúrgica, san Pablo nos exhorta, pues, a la oración frecuente y a preocuparnos de la salvación de todos, cuya responsabilidad llevamos junto con Cristo.

2.4. Lectura del santo Evangelio según San Lucas 16,1-13.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: -¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido. El administrador se puso a echar sus cálculos: -¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo, y dijo al primero: -¿Cuánto debes a mi amo? Este respondió: -Cien barriles de aceite. El le dijo: -Aquí está tu recibo: aprisa, siéntate y escribe «cincuenta». Luego dijo a otro: -Y tú, ¿cuánto debes? El contestó: -Cien fanegas de trigo. Le dijo: -Aquí está tu recibo: escribe «ochenta». Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.] El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.

La parábola del administrador injusto no es la canonización de un sinverguenza. En ella lo que se alaba es la habilidad gerencial de quien ha caído en desgracia y quiere asegurar su futuro; se alaba el empeño por saber afrontar una situación nueva. El cristiano debe tener esta inteligencia y habilidad para acoger la novedad del Evangelio, como gran bien por encima de los restantes bienes de su vida, para evitar equívocos, el resumen de la enseñanza de Jesús es que el problema económico no es el primer problema del hombre, pues el servicio de Dios está por encima de los otros servicios. El dinero puede ser un buen servidor pero es un mal patrón. "No se puede servir a Dios y al dinero". De ahí la alta sabiduría de saber ganar, gastar, compartir y despreciar el dinero. La parábola habla de un administrador de bienes a quien su amo ha decidido despedir. Para entenderla es necesario estar familiarizados con la situación administrativa presupuestaria.

Según práctica habitual en el antiguo Medio Oriente, un administrador podía hacer préstamos de las propiedades del dueño, por los que recibía una comisión en concepto de intereses. Esta comisión era para el administrador, no para el dueño. Esa comisión, con su correspondiente recibo o aval fiduciario, se adjuntaba al documento oficial que estimulaba la cuantía del préstamo. La práctica habitual, sin embargo, era la existencia de un único documento, en el que el deudor consignaba la totalidad de su deuda, sin especificar la cuantía estipulada por un lado y los intereses por otro. Pero lo que no debemos olvidar es que estos intereses correspondían al administrador y no al dueño; era propiedad del administrador.

Con estos presupuestos volvamos ahora a la parábola. Un amo ha decidido despedir a su administrador. ¿Qué hace el administrador? Granjearse amistades que puedan echarle una mano después del despido. ¿Cómo lo hace? Perdonando a los deudores del amo la comisión que le correspondía como administrador, parte que, en el primero de los casos contemplados, ascendía al 50% del total que el deudor tenía que pagar y, en el segundo, al 20%. Procediendo así el administrador no defrauda al amo ni falsifica documento alguno. Lo único que hace es detraer de la deuda total la cantidad correspondiente a su comisión. Es decir, el administrador renuncia a lo que era suyo. En el v.8 la parábola califica de inteligente este proceder (astuto, en la traducción litúrgica). Si en ese mismo versículo se califica de injusto al administrador, dicho calificativo no obedece al proceder descrito en la parábola, sino al proceder previo a la misma y del cual se habla en los versículos 1-2 como causante del despido.

El centro de gravedad y, por consiguiente, de atención de la parábola es la renuncia del administrador a lo que era suyo, una renuncia calificada de inteligente y, como tal, alabada expresamente por el amo del administrador. En torno a este centro de gravedad giran las consideraciones posteriores de Jesús, cuya culminación y resumen es la lapidaria frase conclusiva: "No podéis servir a Dios y al dinero". Como en precedentes ocasiones el lenguaje de Jesús es gráfico, agresivo, sin disimulos. "Ganaos amigos con el dinero injusto". Esta frase recoge lo expresado gráficamente en la parábola, en la que el administrador se ha granjeado amigos con su dinero. La expresión "dinero injusto" no se refiere a un dinero obtenido de manera poco clara o poco escrupulosa; se refiere al dinero sin más, a todo dinero, a cualquier dinero. La expresión es dura, hiriente, de las que hacen pensar. "Ganaos amigos con el dinero injusto". La frase es un estímulo: Aprecien más a Dios y a los demás que al dinero, ganen a Dios y a los demás en vez de estar locos por el dinero.

El significado del texto es en realidad muy sencillo: invita al discípulo de Jesús a vivir un estilo de vida cuyo motor y base sea Dios y no el dinero. Dios y dinero representan los motores de dos estilos de vida antitéticos, irreconciliables entre sí. Según el puesto que tenga cada uno de ellos en nuestras vidas, así será también el estilo de ellas. Para el administrador de la parábola era más importante ganarse amigos que quedarse con el dinero. En el fondo sabía que teniendo amigos tendría también dinero. En vez de lamentarnos tanto del materialismo imperante, abrámonos nosotros a Dios. Él está, vive, es real. Pero hay que ser permeables. No perdamos de vista que la perspectiva general de todos estos domingos es la de ofrecer actitudes para un caminar en cristiano.

3. Oración final

Señor, gracias por este tiempo pasado contigo, escuchando tu voz que me hablaba con amor y misericordia infinita; siento que mi vida está sana, sólo cuando permanezco contigo, en ti, cuando me dejo recoger por ti. Tú has tomado entre tus manos mi avaricia, que me vuelve seco y árido, que me encierra y me deja triste y solo; has escuchado mi avidez insaciable, que me llena de vacío y de dolor; has aceptado y tomado sobre ti mi ambigüedad e infidelidad, mi cojear, cansado e indeciso…Señor, ¡soy feliz cuando me abro a ti y te muestro todas mis heridas! Gracias por el bálsamo de tus palabras y de tus silencios Gracias por el soplo de tu Espíritu, que envía fuera el hálito del mal, del enemigo. Señor, yo he robado, lo sé, me he quedado con lo que no era mío, lo he escondido, lo he malgastado, desde hoy quiero empezar a restituir, quiero vivir mi vida como un don siempre multiplicado y compartido con los demás. Mi vida es poca cosa, pero en tus manos se convertirá en barriles de aceite, medidas de grano, consolación y alimento para mis hermanos y mis hermanas. Señor, no tengo más palabras delante de tu amor tan grande y desbordante, pero hago sólo una cosa: abro las puertas de mi corazón, y con una sonrisa, acogeré a todos aquellos que tú me envíes. (Act 28,30).

Domingo 24 del Tiempo Ordinario – Ciclo C

Domingo XXIV Del Tiempo Ordinario

El pasado domingo escuchábamos una palabra de Jesús "a la mucha gente que le acompañaba": era una palabra para empujar, para no detenerse, para avanzar. Hoy -continuando el camino del Señor hacia Jerusalén = la enseñanza de la Iglesia que le sigue- hallamos una palabra para los selectos, para la elite. Entonces y ahora, quienes nos creemos buenos y sabios, cumplidores y en regla, somos quienes menos entendemos el núcleo del camino de Jesucristo. En el fondo oponemos el "Dios" que nos hemos hecho a nuestra imagen y semejanza, al Dios del amor que revela nuestro Señor Jesús. Y en este punto él es absolutamente intransigente. Porque sabe que todo su Evangelio nada vale si no se entiende eso.

  1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura del libro del Éxodo (32, 7-11. 13-14)

En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: «Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto.”» Y el Señor añadió a Moisés: – «Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo.» Entonces Moisés suplico al Señor, su Dios: – «¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre.”» Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.

Palabra de Dios.

Las emociones humanas se convierten en parábolas de la sensibilidad divina. La ira de Dios es anunciada a aquellos que quieren hacer de él un "buen hombre". En la explosión de su ira se esconde el sorprendentemente Otro: ahí resplandece su abrasadora santidad. La Biblia habla de tales sentimientos divinos, no precisamente para limitar a Dios en el pequeño marco de la humana forma de pensar, sino con mucha frecuencia para acentuar su tremenda diversidad: Dios es el Otro. Dios se muestra apasionado porque es el Dios viviente, y como tal es persona. Aún más a menudo que de la ira de Dios, la Biblia habla de su impensable bondad, revelándosenos ésta como la "efervescencia de su corazón": un amor cercano. En la lectura escuchamos que Dios se arrepiente de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo. No podemos tomar aquí este arrepentimiento como ligereza o signo de debilidad. Dios suaviza sus intenciones a instancias de Moisés, porque éste le recuerda sus grandes actos salvíficos y sus propias promesas. Moisés se conduce movido precisamente por la grandeza del nombre de Dios y del sentimiento de bondad que crece en su corazón. Quien con más audacia ha reproducido este tema de la revelación es el profeta Oseas. Yahvé quería de verdad castigar la infidelidad del reino del norte: "Se me revuelve el corazón, se me conmueven las entrañas. No cederé al ardor de mi cólera…". Este cambio del sentimiento es precisamente lo sobrehumano: "Pues yo soy Dios y no un hombre, santo en medio de ti y no un enemigo a la puerta". Precisamente por su misericordia ilimitada es Dios divino.

Salmo Responsorial (Sal 50)

R. Me pondré en camino adonde está mi padre.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

por tu inmensa compasión borra mi culpa;

lava del todo mi delito,

limpia mi pecado. R.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,

renuévame por dentro con espíritu firme;

no me arrojes lejos de tu rostro,

no me quites tu santo espíritu. R.

Señor, me abrirás los labios,

y mi boca proclamará tu alabanza.

Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;

un corazón quebrantado y humillado,

tú no lo desprecias. R.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1, 12-17)

Querido hermano: Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio. Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía. El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús. Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Y por eso se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo Jesús toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que creerán en él y tendrán vida eterna. Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios.

Pablo recuerda ante el discípulo la prehistoria de su propio apostolado. En ella aparecen las persecuciones, los insultos y las blasfemias de Pablo. Es lógico que en ella Pablo se confiese pecador…, pero lo más admirable es el tiempo en que el verbo está redactado, un presente: "Yo soy el primero (pecador)" (1. 15). Pablo no se detiene aquí. No quiere darnos lecciones de humildad. Generosamente piensa en los que le seguirán a él y a Timoteo. No quiere que admiremos su comportamiento ni sus virtudes, sino la manifestación de la misericordia de Dios en él. La misericordia de Dios conmigo, nos dice Pablo, es una simple muestra de lo que hará también con vosotros (cf v.16).

Evangelio

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas (15, 1-32)

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: – «Ese acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo esta parábola: – «Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: “¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido.” Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: “¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido.” Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.» También les dijo: – «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.” El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó el a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estomago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: “Cuantos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde esta mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.” Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.” Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mana y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.” Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le pregunto qué pasaba. Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.” El se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y el replico a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.” El padre le dijo: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.”»

Palabra del Señor.

Las parábolas tienen dos fines:

a) Jesús defiende con ellas su postura y, sobre todo, el gesto del perdón que ofrece a los perdidos. b) Jesús muestra con ellas el auténtico rostro de Dios sobre la tierra. A través de las parábolas, Dios se ha revelado como fuerza de un amor que salva y crea. Veamos. Cualquier pastor que ha perdido una oveja coloca a las otras en sitio seguro y se arriesga a buscar la que falta. La mujer que ha extraviado una moneda no se ocupa de las otras; ilumina su morada y limpia todo hasta encontrarla. En ambos casos se suscita el mismo gozo: la alegría de encontrar de nuevo aquello que estaba ya perdido. Pues bien, dice Jesús, la forma de actuar de Dios es semejante. No le basta con los justos; no se ocupa simplemente de los buenos. Dios atiende especialmente a los que viven en peligro (15. 3-10). Este amor justifica la actitud de Jesús y de la Iglesia con respecto a los pequeños, los perdidos, pecadores y extranjeros.

Continúa el tema con la parábola del padre que perdona (Lc 15. 11-32). El hijo menor ha malgastado su vida y su fortuna lejos de casa. El padre le ha dejado porque sabe que ya es adulto y tiene libertad para trazar la ruta de su vida. Pero cuando el hijo vuelve, el padre le sale al encuentro y le abraza. No le reprocha nada, ni pregunta los motivos o razones de su vuelta. Sabe simplemente que retorna, conoce su miseria y le ofrece sin más amor y casa. Evidentemente esta imagen del padre que acoge al perdido y le ama es muy apropiada para indicar la fuerza del perdón de Dios y su manera de tratar a los necesitados y pecadores de la tierra. Sin embargo, la parábola no acaba ni culmina en ese rasgo. Una simple comparación externa nos muestra que hasta ahora no se ha superado el plano de las comparaciones anteriores. El padre no ha salido al encuentro de su hijo, no va por los caminos y ciudades a buscarlo. Por el contrario, el pastor y la mujer lo dejaron todo y se esforzaron por hallar la oveja y la moneda que perdieron. Esto mismo indica que el punto culminante de nuestra parábola no está en el amor del padre que perdona. Ese amor se presupone. Lo que importa es la relación del hijo bueno de la casa.

En nuestro caso el hijo bueno es Israel. Pues bien, a los justos de Israel les duele que el padre acoja a los perdidos y les ofrezca su banquete. Pensaban que la casa era de ellos y podían organizar a su manera las leyes de lo bueno y de lo malo. Ahora, en cambio, han descubierto que la ley del padre es diferente y se sienten postergados, contrariados y molestos. Desde aquí podemos deducir tres grandes conclusiones: a)Dios se ha revelado en las parábolas a modo de principio de un amor que busca lo perdido, que perdona y crea; Dios es padre que a todos ofrece la gracia de un perdón y la posibilidad de una existencia nueva; su alegría está precisamente en ayudar a los que están extraviados o en peligro. b)El evangelio se define a partir de esta revelación de amor. Jesús se ha presentado como la "encarnación" (o manifestación concreta) del perdón creador de Dios en medio de los hombres. c)El escándalo que produce su actitud significa en el fondo un rechazo del auténtico Dios a partir de una fijación idolátrica de lo divino convertida en soporte o garantía de unas determinadas leyes de este mundo.

Concluyamos reconociendo el inmenso amor de Dios en la expresión del apóstol Pablo: «Pero Dios tuvo compasión de mí».

Todos los textos hablan hoy de la misericordia de Dios. La misericordia es ya en la Antigua Alianza el atributo de Dios que da acceso a lo más íntimo de su corazón. En la segunda lectura Pablo se muestra como un puro producto de la misericordia divina, diciendo dos veces: «Dios tuvo compasión de mí», y esto para que «pudiera ser modelo de todos los que creerán en él»: «Se fió de mí y me confió este ministerio. Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un violento». Y esto por una obcecación que Dios con su potente luz transformó en una ceguera benigna, para que después «se le cayeran de los ojos una especie de escamas». Pablo, para poner de relieve la total paradoja de la misericordia de Dios, se pone en el último lugar: se designa como «el primero de los pecadores», para que aparezca en él «toda la paciencia» de Cristo, y se convierte así en objeto de demostración de la misericordia de Dios en beneficio de la Iglesia por los siglos de los siglos.

«Y busca con cuidado».

El evangelio de hoy cuenta las tres parábolas de la misericordia divina. Dios no es simplemente el Padre bueno que perdona cuando un pecador se arrepiente y vuelve a casa, sino que «busca al que se ha perdido hasta que lo encuentra». Así en la parábola de la oveja y de la dracma perdidas. En la tercera parábola el padre no espera en casa al hijo pródigo, sino que corre a su encuentro, se le echa al cuello y se pone a besarlo. Que Dios busque al que se ha perdido, no quiere decir que no sepa dónde se encuentra éste, indica simplemente que busca los caminos -si alguno de ellos es el adecuado- en los que el pecador puede encontrar el camino de vuelta. Tal es el esfuerzo de Dios, que se manifiesta en último término en el riesgo supremo de entregar a su Hijo por el mundo perdido. Cuando el Hijo desciende a la más profunda del pecador, hasta la pérdida del Padre, se está realizando el esfuerzo más penoso de Dios a la búsqueda del hombre perdido. «La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros» (Rm 5 ,8).

Apelación al corazón de Dios.

La primera lectura, en la que Moisés impide que se encienda la ira de Dios contra su pueblo y, por así decirlo, trata de hacerle cambiar de opinión, parece contradecir en principio lo dicho hasta ahora. Pero en el fondo no es así. Aunque la ira de Dios está más que justificada, Moisés apela a los sentimientos más profundos de Dios, a su fidelidad a los patriarcas y por tanto también al pueblo, lo que hace que Dios, más allá de su indignación, reconsidere su actitud en lo más íntimo de su corazón. Moisés apela a lo más divino que hay en Dios. Este corazón de Dios tampoco dejará de latir cuando tenga que experimentar que el pueblo prácticamente ha roto la alianza y tenga que enviarlo al exilio. Ningún destierro de Israel puede ser definitivo. «Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo» (2 Tm 2,13).

3. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.