Sabado Santo, Vigilia Pascual

SABADO SANTO

Hoy, Sábado Santo, contemplamos la tumba de Jesús. No decimos nada. No celebramos nada. Estamos inundados de silencio. Una parte de nosotros mira a la noche de la muerte. La otra intuye lentamente la alborada.  Nuestra vida entera es un sábado santo. Nos habitan los recuerdos de todas las muertes que anticipan la nuestra. Nos reclaman todas las primaveras que anuncian nuestra resurrección. No es fácil vivir un día como hoy. Algunas comunidades prolongan el gran ayuno de ayer. De esta manera se preparan para el gozo de la Vigilia Pascual. En muchos lugares, el Sábado Santo se ha convertido en un día de reposo tras la intensidad litúrgica de los días pasados. En la mayoría, es un día de vacación o de entretenimiento.

Dondequiera que nos encontremos, hay tres preguntas que pueden ayudarnos a templar nuestro ánimo en este “no-día”, en esta celebración de ese extraño artículo del Credo que reza: “fue sepultado”. ¿Qué esperanzas he ido sepultando a lo largo de mi vida? ¿Qué preguntas me repito con más frecuencia en el último tiempo? ¿Qué anhelos anidan todavía en mi corazón? Que la Vigilia de esta noche nos inunde de la luz, de la Palabra, del agua y del pan que necesitamos para hacer más sabrosa nuestra vida. Hasta la semana de Pascua, si Dios quiere. ¡Feliz domingo de Resurrección!

VIGILIA PASCUAL:

Esta es la esperanza que se reanima con la luz de Pascua; la  esperanza de la Parusía. Los antiguos cristianos en la noche de  Pascua esperaban el retorno de su Señor. Al ver que pasaba la  medianoche, sabían que todavía había de tardar en manifestarse. Después, al celebrar el santo sacrificio, penetraban místicamente  con El en el misterio de su muerte y resurrección, elevándose  también con El hasta el Padre. Este es el último sentido del santo  sacrificio en la noche pascual: verifica la Pascua, el tránsito; hace  que la resurrección sea cierta en nosotros.

Predice, al mismo tiempo, la Parusía, que no será sino la  manifestación de la resurrección. El verdadero punto culminante y  consumación de la noche de Pascua está muy por encima de lo  simplemente temporal: será el amanecer del postrer día, el  crepúsculo de la eternidad.

Como beneficio de esta solemnidad hemos de sacar la firme certeza de que nos  encontramos ya para siempre, eternamente, en la casa del Padre. Los dolores de este  mundo no podrán ya conmovernos hasta lo íntimo de nuestra alma, pues tan sólo herirán lo  que está ya muerto. Nada tenemos en común con el pecado, pues estamos muertos a él.  Tan sólo nos interesa Dios; nuestras vidas transcurrirán en adelante escondidas en El. Toda  nuestra vida cristiana ha de estar impregnada de la noche pascual; será entonces cuando  estaremos enraizados en lo alto y no vacilaremos acá abajo, sino que nos mantendremos  firmes y produciremos mucho fruto.

La solemnidad de esta noche ha comenzado en la sepultura. Pero ahora sabemos que el  sepulcro está vacío; se ha aparecido el ángel y ha anunciado la resurrección del Señor. Se  ha realizado el sacrificio; hemos comido la carne del Cordero pascual, hemos «pasado». Ya  sólo nos resta una cosa que hacer: obedecer al encargo del ángel, anunciar la resurrección  a los que buscan, a los que dudan, a los que no creen: «No está aquí, ha resucitado, según  lo había anunciado» (Mt 28,6). «Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a  la diestra de Dios; pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Col 3, 1-2).


SALMO RESPONSORIAL
Sal 117,1-2. 16ab-17. 22-23

R/. Este es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo
. [o, Aleluya]

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.

La piedra que desecharon los arquitectos,
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 28,1-10.

En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres: Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí: HA RESUCITADO, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis.» Mirad, os lo he anunciado. Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos. Ellas se acercaron, se postraron ante él y abrazaron los pies. Jesús les dijo: No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.

El breve capítulo de la resurrección da sentido a todo el evangelio. Como da sentido al camino la alegría de la cumbre. Cada evangelista redactó este capítulo con libertad de forma; pero todos los cuatro siguieron un mismo esquema didáctico en tres fases: a) el signo del sepulcro vacío, o) la aparición de Jesús a algunos miembros de la comunidad, c) el encuentro definitivo con el colegio apostólico. Todo converge hacia un pensamiento principal: que fue el mismo Resucitado quien comunicó a los apóstoles la misión de proclamar el evangelio a todo el mundo.

a) La visita al sepulcro, mientras evoca la iniciativa de aquellas mujeres, refleja también una celebración ritual de la Iglesia de Jerusalén. Veían el sepulcro vacío como memorial y signo de identidad entre el Jesús de la cruz, que fue enterrado allí, y el de la gloria, que ya no estaba allí. El «ángel» interpreta el signo: sentado sobre la losa, escenifica el triunfo cristológico de la Vida; al hablar, personifica la revelación del misterio pascual, que enciende en aquellos humildes representantes del pueblo santo la llama de la fe.

b) Mientras, obedeciendo al ángel, corren a llevar la llama a los discípulos, encuentran, vivo al mismo Jesús que ya conocen. Maravilla y gozo; amor y adoración: síntesis de la actitud cristiana. Les manifiestan la orden dada por el ángel.

c) Del encuentro con el colegio apostólico hace Mateo una síntesis programática de la misión universal. Se encuentran en «Galilea», patria y clima del evangelio (4,15-16); en «el monte» (cc. 5-7 ), marco bíblico de la comunicación de Dios con los hombres. Evocando y trascendiendo la visión del Hijo del hombre (Dn 7,13-14), Jesús glorificado proclama el omnímodo poder que le ha sido dado (por el Padre: 11,27) sobre el universo («el cielo y la tierra»). Este poder se ha de realizar en la tierra («todos los pueblos»), no haciendo un imperio (Dn 7,27), sino una comunidad de discípulos (= una familia: 12,48-50). Llevarlo a cabo es deber y derecho de los «once discípulos» (v 16); es decir, de la Iglesia apostólica constituida en ellos como primicias. Sellarán la fe o aceptación del mensaje con el bautismo, y la coronarán con la «Didajé» o enseñanza de todo el evangelio. Jesús no se despide. Presencia y fuerza divina en el corazón de la Iglesia (18,20) está y estará siempre con ellos -con nosotros: 1,23- para hacer realidad viva la misión humanamente imposible.