La misericordia es al amor lo que éste a la justicia. No sólo no se anulan, sino que se complementan y perfeccionan. Más aún, por lo general son la única posibilidad de preservar al amor y a la justicia de caer en la caricatura y el descrédito. Pues sucede que en toda relación mutua siempre hay elementos de desequilibrio que impiden una relación en el plano de la igualdad. En un mundo injusto sólo el amor, la caridad, puede hacer que la implantación de la justicia no sea una terrible injusticia. Pero en un mundo que no hace sitio al amor, sólo la misericordia, la grandeza de corazón frente al miserable, puede ayudar a que renazca el amor y fructifiquen la justicia y la paz.
1. Oración:
Señor Jesús, viendo la actitud de Zaqueo, que quería verte, que te conocía de oídas, que tenía curiosidad de encontrarse contigo, y ante la dificultad que tenía, ante la multitud que te rodeaba y su baja estatura, él se ingenió y fue creativo buscando ese encuentro contigo, nosotros que tenemos tu palabra escrita, que sabemos quién eres, lo que nos pides y quieres de nosotros, te pedimos que como Zaqueo, hagamos el esfuerzo de abrirte las puertas de nuestro corazón, para que entrando Tú en nuestra vida, como él, vivamos una transformación total, siendo Tú todo para nosotros, siendo Tú el sentido de nuestra vida, relativizando todo lo que no nos ayuda a encontrarte y recibir de ti tus gracias y bendiciones. Ayúdanos a que al reflexionar este pasaje de Zaqueo, nos dispongamos a que Tú nos transformes la vida y nos llenes de tu presencia amorosa. Amén.
2. Texto y comentario
2.1. Lectura del libro de la Sabiduría 11, 22-12, 2
Señor, el mundo entero es ante ti como grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Y ¿cómo subsistirían las cosas, si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. Todos llevan tu soplo incorruptible. Por eso, corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y los reprendes, para que se conviertan y crean en ti, Señor.
Libro sapiencial escrito en griego, al parecer, en Alejandría, a mediados del siglo primero antes de Cristo. El autor es un judío helenista al tanto de las adquisiciones y caminos que sigue, por aquel entonces, el pensamiento griego. La sabiduría helenista filosófico-religiosa, con sus abstracciones, cultos y misterios, según vive en Alejandría, ejerce un impacto considerable en los medios ambientes judíos que tienen su asiento en aquel lugar.
Los capítulos 11-12, donde se encuentra el pasaje que examinamos, caen dentro de la última parte del libro (capítulos 10 al 19), que tiene por tema «Sabiduría y el Dios de la historia». A través de los acontecimientos de la historia -historia tomada de los libros sagrados- muestra el autor revelarse la grandeza de la sabiduría, que no es otra cosa que Dios mismo gobernando el mundo. Es, en el fondo, una filosofía-teología de la historia. Dios castigó a Egipto valiéndose de los mismos seres que ellos habían caprichosamente elevado a la categoría de dioses. El castigo de Dios es, con todo, moderado. La idolatría merecía la destrucción del individuo y del pueblo. Dios, sin embargo, no actúa así. Dios se contiene. El autor entrevé las razones de esa moderación.
Tema: Moderación y paciencia de Dios en el gobierno del mundo respecto, sobre todo, a los que le ofenden y le olvidan. La moderación radica en su misericordia, en el amor, que como creador tiene con sus criaturas. Dios ha creado las cosas y las ama; y las ama con cierto cariño. El autor nos da con ello una profunda visión de las relaciones entre Dios excelso y mundo pecador, que las filosofías y religiones de entonces no pudieron ni siquiera adivinar. ¿Quién jamás se atrevió a hablar del Amor de Dios a las criaturas en la filosofía griega?
Estructura: He aquí probablemente el curso del pensamiento: El mundo entero ante Dios es nada. Dios, no obstante, lo ama entrañablemente; podría destruirlo y no lo hace a pesar de que muchos lo merecen. Lo gobierna como a cosa propia, con moderación y cariño. Lo conduce no a la ruina, sino a la salvación, mediante la penitencia y el arrepentimiento. Dios es amigo de la vida.
Análisis: El primer pensamiento está vigorosamente expresado en el «grano de arena» y en la «gota de agua». ¿Qué son un grano de arena y una gota de agua? La insistencia en el segundo indica la razón suprema de la conducta divina. Sólo el amor a sus criaturas puede explicar la actitud divina con un mundo «gota de agua» que le es adverso. Dios no destruye ni se limita a tolerar lo que en principio le irrita. El mismo castigo que inflige va orientado a la salvación. Hasta el castigo mismo es expresión de su amor. Dios quiere que se arrepientan y vuelvan a él. Tú te compadeces de todo, porque todo lo puedes, razón que lógicamente debiera inclinar a Dios a vengar la ofensa, con la destrucción más rotunda, sirve aquí como expresión de su amor: amor incomprensible. Es un amor que lo puede todo. Esa es la gran sabiduría de Dios. El Nuevo Testamento lo pondrá de relieve.
2.2. Salmo responsorial Sal 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14 (R.: cf. 1)
R. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás. Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. R.
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. R.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. R.
El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan. R.
La realeza de Dios constituye la razón de la alabanza. Es al mismo tiempo una confesión afectuosa: Dios mío, mi Rey. Dios ejerce su realeza en forma maravillosa: Dios es misericordia, amor, cariño, atención con sus criaturas. Nótese la delicadeza del Señor: Sostiene al que va a caer, endereza al que se dobla. Surge espontánea, por tanto, primero, la alabanza personal: afectuosa, constante, delicada, perpetua; y después, la alabanza universal, pues toda la creación experimenta la bondad de Dios. Así es el reinado de Dios: reino de justicia, de amor y de paz.
2.3. Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 1, 11-2, 2
Hermanos: Pedimos continuamente a Dios que os considere dignos de vuestra vocación, para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la tarea de la fe; para que así Jesús, nuestro Señor, sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo. Os rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está encima.
No se puede hablar de la segunda carta de Pablo a los Tesalonicenses, sin recordar su primera a los mismos. Ambas guardan entre sí una relación tan estrecha que la una sin la otra quedaría manca. Los temas son más o menos comunes, aunque varía el enfoque y el énfasis. Pablo comienza aquí su carrera de escritor, dentro de la vasta actividad de apóstol. Pablo ama entrañablemente a sus comunidades. Con frecuencia exterioriza los sentimientos de su corazón y enfunde cordial los afectos de sincero amor hacia ellos: oración, exhortación, gozo… El tema de la Venida del Señor aflora en cualquier momento. La ocasión próxima de esta segunda carta parece ser la existencia todavía de ociosos en la comunidad, la perturbación que ocasionan, la inquietud suscitada por las palabras de Pablo en su primera carta acerca de la Venida del Señor y las persecuciones ya presentes en la comunidad de los fieles.
Distingamos dos partes. Una oración, la primera; una exhortación, la segunda. La oración del apóstol es intensa y extensa. Tres proposiciones finales constituyen el objeto. La posterior ensancha y precisa la anterior. Van desde la vocación primera hasta la consecución del último fin. Aquí surge la figura del Señor que viene. Pablo precisa el sentido de sus palabras primeras: el Señor ha de venir, pero no sabemos cuándo. La venida del Señor sirve de fondo a la vida cristiana.
2.4. Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.» Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.» Jesús le contestó: – «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»
Se ha dicho que Lucas es el evangelista de la misericordia divina. Y en verdad apenas cabe duda de ello. Lucas, en efecto, pone de relieve más que los otros evangelistas este consolador atributo de Dios: Dios es misericordioso. Y así vemos desfilar a lo largo de su evangelio pecadores, meretrices, soldados, paganos, publicanos. Cristo acoge a todos. Unos cuantos pasajes propios de Lucas bastan para recordarlo: La parábola del Fariseo y del Publicano, el Hijo Pródigo, la predicación de Juan a publicanos y militares, el episodio de Zaqueo. A la luz de esta perspectiva hay que leerlo.
Tema: La misericordia de Cristo-Dios con los pecadores (ha venido a salvar lo que estaba perdido) manifestada en la condescendencia y familiaridad con Zaqueo.
Examen de los términos:
Zaqueo.- Jefe de publicanos y rico. Pecador por tanto -así lo confiesa el público- y más pecador, si cabe, por ser jefe de publicanos. Es injusto, es pecador, es despreciable, hay que evitarlo. Su estatura, pequeña, y su comportamiento, como el de un chiquillo ineducado, restan gravedad a su porte: se hace ridículo. Seguramente pasó desapercibido o mal visto por la muchedumbre. Su figura, sin embargo, está rodeada de simpatía para el lector cristiano. Su deseo de ver a Jesús nos sorprende. Una persona que se arriesga a todo -ser despreciado, ser objeto de burla- por ver a Jesús, nos cae simpático. No era en verdad malo del todo aquel hombre.
Cristo.- Ha venido a curar a los enfermos y a salvar a los que estaban perdidos. Es él quien toma la iniciativa. No se limita a perdonar al que arrepentido se le acerca. Él mismo se encamina hacia él. Él mismo se invita. Así de vehemente era su deseo de ganarlo. No para mientes en el escándalo del público que asiste a la escena ni tampoco en la ridiculez del anfitrión. Más aún, lo apela en público, bien alto, a las claras, para que no haya duda de ello. ¡Qué atrevido es el amor!
Efecto producido.- Zaqueo da un viraje importante en su vida. La mitad de sus bienes la va a dar a los pobres. (Los fariseos ponían, como tope, el quinto de los haberes y de los réditos). A los oprimidos, en resarcimiento, les va a compensar con cuatro veces más de lo extorsionado. (La ley exigía un quinto o un cuarto más sobre lo robado). Zaqueo sobrepasa la justicia de la Ley y la de los Fariseos. Admirable. También Zaqueo era un hijo de Abraham. También lo amaba Dios. Zaqueo, por Cristo, se ha convertido a Dios.
Reflexionemos:
El evangelio nos da de nuevo la pauta. La actividad de Cristo respecto a Zaqueo -con la seguida conversión de éste- es aleccionadora.
A los ricos se les suele atacar hoy en día despiadadamente. Son injustos, se dice. Y sobre ellos se lanzan las más graves acusaciones y las más ásperas recriminaciones. Uno se dispara contra la generalidad y no para en distinciones. Sin embargo, ¿sabemos realmente lo que ocupa el pensamiento de estos señores y lo que encierra su corazón? ¿Sabemos algo de sus preocupaciones, de sus cuidados, de sus riesgos, de sus problemas y ansiedades? Me temo que no. Es curioso; me quedaría sorprendido, si encontrara a uno que en realidad quisiese ser pobre. Muchos en verdad desean, en lo más hondo de su corazón, poseer aquello mismo que recriminan en otros. No se hace bien con tanto ataque despiadado sin consideración ni mesura. En todo hombre hay, en cambio, algo que nadie toca: los malos deseos, las malas aspiraciones, la envidia, el desprecio, la profunda miseria que todos tenemos. En lugar de comprensión se suscita odio; en lugar de hermandad, división; en lugar de compasión, desprecio. ¿Ya nos acordamos de orar por aquellos para quienes las riquezas pueden ser un obstáculo para su salvación? Al fin y al cabo son hijos de Dios.
Misericordia de Dios.- En la parábola del Fariseo y del Publicano (domingo pasado) se puso de manifiesto la necesidad de acudir a Dios con humildad. Ante él todos somos indigentes y pobres. Nadie puede despreciar a nadie. Si era o no rico el Fariseo, no lo sabemos. Podemos afirmar con mucha probabilidad, sin embargo, que el Publicano no era pobre. No obstante, se veía pobre y pecador. La justificación de Dios lo alcanzó. Sin duda alguna lo hizo cambiar. Dios tuvo misericordia de él.
El episodio de Zaqueo da un paso adelante. Zaqueo es un jefe de publicanos y un hombre rico. Por supuesto, despreciado y recriminado por todos. No así por Cristo Jesús. Curioso. Cristo no se limita en nombre de Dios a perdonar a un pecador, que no es el caso. Cristo mismo va al encuentro. Cristo se invita a sí mismo contra el parecer y el mal decir de la gente que lo rodea. Seguro que si lo hubiera despreciado, hubiera conseguido el aplauso del público. Pero no fue así. ¡Qué amor tan grande le tenía! Esto es lo más maravilloso del pasaje, a mi juicio. Extraordinaria la misericordia de Dios. Precisamente es lo que resaltan la primera lectura y el salmo responsorial: Dios ama con cariño a todas sus criaturas. Dios hace lo que nadie puede hacer. Él se cuida de enderezar al que se encorva y de levantar al que cae. No tenemos más remedio que participar de esa misericordia, si queremos entrar en su Reino de justicia, de amor y de paz.
La alegría de Zaqueo nos abre una ventana al interior de su alma. Despreciado, aborrecido, injuriado por todos. Es, sin embargo, un hombre creado y redimido por Dios: él es también un hijo de Abraham. Dios lo ama. De ello se siente ahora seguro al encontrar en su propia casa la salvación, Cristo Jesús. La alegría se muda en regocijo; el regocijo, en obras de justicia. Justicia por lo demás superior a la de los fariseos y acusadores. Yo me pregunto si nuestra justicia no se queda a veces por debajo de la de los fariseos y acusadores. ¿Somos conscientes de que Dios ama a todos? Debemos pensarlo. Zaqueo convertido nos da una lección. Un encuentro con Cristo no puede dejarnos fríos e insensibles a la misericordia y al amor.
Pablo.- La venida del Señor se va perfilando cada vez más en estos últimos domingos del año litúrgico. No sabemos cuándo viene.
3. Oración final:
Señor Jesús, como Zaqueo, te buscamos y queremos que Tú llegues a nuestra casa, a nuestro corazón, para que allí nos transformes y nos vivifiques; te buscamos Señor, queremos encontrarte, queremos que Tú seas el sentido y la razón de nuestra vida, por eso, te pedimos tu ayuda, para que nos des la gracia de ser capaces de dejar y abandonar lo que no nos ayuda a vivir tu estilo de vida, tu manera de ser, para que vivamos como Tú, amemos como Tú, demos la vida como Tú, amando y sirviendo, como lo hiciste Tú. Amén.