Domingo 27 del Tiempo Ordinario – Ciclo A

27 Dom TO

De viñas y viñadores nos hablan las dos lecturas. Es un símbolo familiar para la cultura hebrea y por eso mismo, reaparece en numerosos libros bíblicos. El pueblo de Israel es comparado con una viña; los dirigentes son los viñadores. Tanto en Isaías como en el Evangelio de san Mateo el veredicto es el mismo: la ineficacia y el abuso de poder fueron la nota característica. Tal como lo refiere el canto profético de la viña: Dios esperaba justicia y derecho, es decir, bienes que no lo favorecerían a Él, sino a su pueblo. Sin embargo, tales frutos no aparecieron por ninguna parte, pues lo que prevaleció fue la violencia y la injusticia. Dios no se cruza de brazos, al contrario, una y otra vez envía emisarios para exigir una rendición de cuentas. Cuando el empecinamiento de los viñadores es desmedido, Dios toma la decisión definitiva: despoja del encargo a los viñadores ineficaces.

ANTÍFONA DE ENTRADA (Cfr. Est 4, 17)

En tu voluntad, Señor, está puesto el universo, y no hay quien pueda resistirse a ella. Tú hiciste todo, el cielo y la tierra, y todo lo que está bajo el firmamento; tú eres Señor del universo.

ORACIÓN COLECTA

Dios todopoderoso y eterno, que en la superabundancia de tu amor sobrepasas los méritos y aun los deseos de los que te suplican, derrama sobre nosotros tu misericordia para que libres nuestra conciencia de toda inquietud y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

La viña del Señor es la casa de Israel.

Del libro del profeta Isaías: 5, 1-7

Voy a cantar, en nombre de mi amado, una canción a su viña. Mi amado tenía una viña en una ladera fértil. Removió la tierra, quitó las piedras y plantó en ella vides selectas; edificó en medio una torre y excavó un lagar. Él esperaba que su viña diera buenas uvas, pero la viña dio uvas agrias. Ahora bien, habitantes de Jerusalén y gente de Judá, yo les ruego, sean jueces entre mi viña y yo. ¿Qué más pude hacer por mi viña, que yo no lo hiciera? ¿Por qué cuando yo esperaba que diera uvas buenas, las dio agrias? Ahora voy a darles a conocer lo que haré con mi viña; le quitaré su cerca y será destrozada. Derribaré su tapia y será pisoteada. La convertiré en un erial, nadie la podará ni le quitará los cardos, crecerán en ella los abrojos y las espinas, mandaré a las nubes que no lluevan sobre ella. Pues bien, la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantación preferida. El Señor esperaba de ellos que obraran rectamente y ellos, en cambio, cometieron iniquidades; él esperaba justicia y sólo se oyen reclamaciones. 

Isaías llama a esta pieza literaria canto. Y así hay que tomarla: canto. Género poético, lenguaje figurado: bello canto poético. Un canto de amor; del amor del amigo por su viña. Todo es selecto y exquisito en la viña. El amigo la ama tiernamente: collado soleado, fértil; terreno limpio de piedras y zar­zas; cepas de calidad superior; defensa y protección esmerada: torre, valla, lagar… El amigo había puesto allí sus amores. Con toda razón esperó gozoso el tiempo de las uvas. Pero las uvas no llegaron; la viña se negó a darlas: ¡arrojó de sí agrazones! ¡Qué decepción y amargura! Insólito y desesperante.

El profeta provoca al pueblo a dar su parecer sobre tan extraño e innatu­ral acontecimiento. Si pueden aducir, aunque sea mínima, alguna falta de atención del amo de la viña, díganla abiertamente. Ya que el pueblo no puede justificar en modo alguno el proceder de la viña, sale el Señor a emitir el juicio. El exquisito cuidado se torna abandono; la atención olvido; el amor despecho. La viña quedará sin defensa; servirá de pasto a los animales; la pisoteará el ganado; crecerán cardos y abrojos; las nubes pasarán de largo. La viña amada se torna maldita. Se lo ha merecido.

Así Israel. Dios ha mimado a su pueblo y ha vertido sobre él toda bendi­ción y cuidado. En lugar de juicios, en cambio, ha dado crímenes. No sólo no han producido obras dignas de amor y de justicia, sino que se han perver­tido profundamente: han multiplicado las injusticias y los crímenes. Ahora sufrirán el abandono divino. El juicio de Dios, terrible, se cierne sobre ellos. La falta de correspondencia torna la mano amiga en mano hiriente. La Viña es el pueblo de Israel

SALMO RESPONSORIAL (salmo 79)

R/. La viña del Señor es la casa de Israel.

Señor, tú trajiste de Egipto una vid, arrojaste de aquí a los paganos y la plantaste; ella extendió sus sarmientos hasta el mar y sus brotes llegaban hasta el río. R/.

Señor, ¿por qué has derribado su cerca, de modo que puedan saquear tu viña los que pasan, pisotearla los animales salvajes, y las bestias del campo, destrozarla? R/.

Señor, Dios de los ejércitos, vuelve tus ojos, mira tu viña y visítala; protege la cepa plantada por tu mano, el renuevo que tú mismo cultivaste. R/.

Ya no nos alejaremos de ti; consérvanos la vida y alabaremos tu poder. Restablécenos, Señor, Dios de los ejércitos, míranos con bondad y estaremos a salvo. R/.

Salmo de súplica colectiva en una calamidad pública. Quizás se trate de una derrota, con el consiguiente expolio y saqueo. La viña es el pueblo. Pue­blo elegido por Dios; pueblo predilecto. Dios mismo lo plantó y le dio el cre­cimiento. El Señor lo ha dejado de momento. El pueblo suplica: Tu viña, Tú plantaste, que tú hiciste vigorosa !Tu Viña! La súplica añade el propósito de fidelidad; pues su falta ha mostrado ser la causa de la ruina. Preciosa sú­plica y preciosa imagen, Viña

Obren bien y el Dios de la paz estará con ustedes.

De la carta del apóstol san Pablo a los filipenses: 4, 6-9

Hermanos: No se inquieten por nada; más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud. Y que la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, custodie sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, aprecien todo lo que es verdadero y noble, cuanto hay de justo y puro, todo lo que es amable y honroso, todo lo que sea virtud y merezca elogio. Pongan por obra cuanto han aprendido y recibido de mí, todo lo que yo he dicho y me han visto hacer; y el Dios de la paz estará con ustedes. 

Pablo acaba de invitar al gozo a sus fieles de Filipos. El gozo, en el que abunda el corazón de Pablo, es sin duda interior. También los fieles deben abundar en él. El gozo santo de saberse unidos al Señor debe aflorar en toda su conducta, debe impregnarla. Es una alegría serena, profunda. Su expre­sión concreta es la afabilidad, el buen trato con todos. La alegría interna re­vienta en flores de amabilidad y atención con todos. El motivo del gozo es que el Señor viene. La Venida del Señor llena de sentido y paz la vida del cristiano. Es todo lo que importa.

El cristiano, en tiempo de espera, continúa expuesto a la necesidad. Se hace imprescindible la súplica. La única preocupación seria del cristiano ha de ser que sus oraciones sean presentadas ante el Señor: mantener viva la comunión con Dios. La súplica -clamor en la necesidad- ha de ir, para que el gozo no la abandone, acompañada de la acción de gracias. El recuerdo de los beneficios, tanto personales como comunitarios, alegra y entusiasma: Dios me/nos ama; Dios mantiene viva su fidelidad; Dios nos concederá la salud eterna. La acción de gracias asegura la paz en Dios y en Cristo; paz que procede de la comunión con él. El pecado rompe la paz y el gozo santo. La oración ayudará a evitarlo.

La afabilidad del cristiano aprecia todo lo que tiene valor y precio. Don­dequiera que aparezca o se vea algo de bondad, del orden que sea, se aparece Dios. El cristiano lo ha de sentir y lo ha de captar. El cristiano lo ha de apropiar y mantener. Es también expresión del gozo santo y de la esperanza alegre de verse un día con el Señor. Así reinará en ellos -individuo, comunidad- el Dios de la paz. El cristiano fomenta siempre y en todo lugar lo bueno y santo que encuentre.

ACLAMACIÓN (Cfr. Jn 15, 16) R/. Aleluya, aleluya.

Yo los he elegido del mundo, dice el Señor, para que vayan y den fruto y su fruto permanezca. R/.

Arrendará el viñedo a otros viñadores.

Del santo Evangelio según san Mateo: 21, 33-43

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: «Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego lo alquiló a unos viñadores y se fue de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero éstos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro, y a otro más lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo. Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: ‘A mi hijo lo respetarán’. Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: ‘Éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia’. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron. Ahora díganme: cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores?» Ellos le respondieron: «Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo». Entonces Jesús les dijo: «¿No han leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable? Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos». 

Parábola de los Colonos malvados. La traen los tres sinópticos. Guarda relación, en Mateo, con la anterior y la siguiente. Parábola con múltiples elementos alegóricos. Género mixto.

La viña hace referencia, al menos en Mateo y Marcos, a Israel: vid; pri­mera lectura y salmo. Los particulares de poner una valla, levantar una casa, construir un lagar… son fáciles de entender. No parece que tengan un valor figurado especial. Reflejan las costumbres del tiempo. Más aún, la malvada actitud de los colonos de maltratar a los siervos y deshacerse del hijo puede que responda también a realidades del tiempo. Por aquellos tiem­pos debió haber, en Galilea, algo semejante, algo así como una sublevación de colonos contra sus señores que vivían en tierras lejanas.

Los colonos, en la parábola, desean al parecer hacerse con la viña. Su comportamiento es malvado: maltratan a unos, matan a otros. El amo no percibe el fruto esperado. Manda, por último, al hijo. Puede que le tengan más respeto y consideración. La presencia del hijo, por el contrario, los pro­voca más. Deshaciéndose del hijo, la viña, ya sin heredero, pasará definiti­vamente a sus manos. Le dieron muerte fuera de la viña. (¿Alusión a la muerte de Cristo fuera de la ciudad?). ¿Qué hará el amo de la viña? La res­puesta viene del público, sacerdotes y ancianos, y la confirma Jesús, apli­cándola a su persona: dará muerte ignominiosa a los malvados y arrendará la viña a otros que den los frutos a su tiempo. El tema de la piedra angular parece haber jugado un papel importante en la predicación-catequesis pri­mitiva. Además de los evangelistas lo traen Hch 4, 11 y 1P 2, 4-8. Parece posterior en la parábola.

La parábola es un breve resumen de la historia de la salvación. Dios ha enviado profetas y legados -¿anteriores y posteriores?- a Israel. Israel, plan­tación de sus amores, su Viña, no ha dado fruto; ha maltratado a unos y ha matado a otros. La acusación va dirigida más propiamente a los dirigentes. Han llegado -van a llegar- al colmo de su insensatez y malicia: dar muerte al Hijo, Cristo Jesús. Jesús alude a su condición de Hijo de Dios, de Mesías. Se han portado malvadamente: han intentado de malas maneras hacerse due­ños de la Viña de Dios. Ellos mismos pronuncian su sentencia: muerte igno­miniosa y entrega a otros, que den fruto, de la Viña del Señor. La ira de Dios, pues, va a caer sobre ellos de forma terrible y definitiva. No han sa­bido dar fruto: tema caro a Mateo. Es, en el fondo, una advertencia a la co­munidad que escucha.

Jesús alude a su muerte violenta. No es la primera vez que lo hace. Su muerte, con todo, no puede acabar así en muerte. La maquinación de los di­rigentes ha chocado contra la Piedra Angular de Dios. Ellos, arquitectos, la han desechado; pero Dios, Arquitecto principal, la mantendrá viva contra su voluntad: alusión a la Glorificación de Jesús. La Viña va a pasar a otras manos: alusión clara a la vocación de los gentiles. El pueblo de Israel ha perdido todos sus privilegios como pueblo de Dios: queda como una nación más, con el agravante de culpabilidad. El castigo de Dios alcanzará a toda la nación.

Reflexionemos:

  1. Dios, Amo y Señor de la Viña.

Dios tiene una Viña. Pensemos en el Pueblo de Dios, ya en la Antigua Economía ya en la Nueva; preferentemente en el de la Nueva, pues aquel otro era sombra y preparación de éste. Pen­semos en el amor de Dios a su Viña: cuidados, delicadezas, atenciones (envío de mensajeros, profetas, Hijo…) La primera lectura lo canta de forma insu­perable. También hace mención de él el salmo. El evangelio lo contiene implí­cito. Es un punto muy importante: el amor de Dios a su Viña. La Viña es su pueblo y en él cada uno de los miembros. El amor de Dios, por tanto, se ex­tiende a todos y cada uno de nosotros.

  1. Dios espera obras de justicia.

Un tan gran amor a la Viña ha de convertirse en una Viña de amores. La Viña tiene que dar fruto; de lo con­trario deja de ser Viña. El tema de las buenas obras aparece claro y en forma de elegía en el canto del profeta; el salmo propone en la última estrofa una conversión; el evangelio lo recuerda dos veces, en boca del público y en boca de Jesús. La falta de buenas obras suscita la ira de Dios, el abandono. Un amor herido, un amor despreciado, se torna despecho. Dios castiga con el abandono, que es destrucción. Es lo más saliente de la primera lectura y del evangelio. El tema de las buenas obras, como expresión de la unión con Dios, aparece en Pablo: afabilidad con todos, aprecio y estima de todo lo noble, bueno, justo, puro… Convendría detenerse en este punto y examinar a nivel personal y a nivel comunitario, y hasta nacional, este misterio del Reino de Dios. La falta de correspondencia irrita a Dios y Dios abandona. El aban­dono del pueblo antiguo es una seria advertencia a todos. Quizás sea la res­puesta al misterio del fracaso del Reino de Dios -comparemos la historia- en pueblo y personas, en un tiempo florecientes y devotos: han dejado de dar fruto, han substituido las dulces uvas por el amargo agrazón. Es para tem­blar. ¿Qué fruto damos nosotros, particulares, comunidades, nación? Es de notar cómo la falta de fruto es prácticamente abundancia de injusticias y malas obras. No olvidemos (muy próxima a esta parábola en Mateo) la mal­dición de la higuera que no ofrecía fruto. Y aquella otra parábola, en Lucas, sobre la higuera de la viña que tampoco daba fruto. No se levanta un país cristiano sino en las buenas obras, obras de amor y de justicia. Debe hacer­nos pensar.

  1. Los dirigentes tienen una responsabilidad mayor.

El evangelio los con­sidera al frente de los responsables. Han intentado hacerse con la Viña del Señor. Han olvidado que son tan sólo arrendatarios, no poseedores. La pri­mera lectura lo dice en su contexto (contra los dirigentes). En la segunda se recuerda el ejemplo positivo de Pablo: Poned por obra lo que visteis en mí. ¿Lo pueden decir todos de nosotros? El castigo que nos amenaza nos debe hacer reflexionar y cambiar, como reza el salmo. Una invitación a la súplica: cúranos y haznos tu Viña. No podemos maltratar impunemente a los mensa­jeros que continuamente nos envía el Señor. Tampoco podemos de siervos constituirnos señores de la Viña.

  1. El puesto de Jesús.

Es quizás, en peso, el tema más importante. Cristo es el Hijo de Dios, la Piedra de la nueva edificación, el Heredero de la Viña. Somos su Viña; es nuestro Señor. Seremos efectivamente edificación, si nos apoyamos en él, si nos acomodamos a él. Seremos desechados, tarde o temprano, si no encajamos. Todos estamos llamados a ser piedras, a ser su Viña. Condición necesaria: vivir con y como Cristo. Celebramos en este punto -tema importante en el evangelio- la extensión de la Viña a todos los pueblos. No es la raza, no es la riqueza, no es la cultura (saber de este mundo) lo que nos une o diferencia delante de Dios. Es la fe en Cristo. Eso es lo que vale, lo que nos hermana, lo que nos hace Viña del Señor. El salmo lo canta como signo: la Viña extiende sus pámpanos de un confín a otro de la tierra. La segunda lectura alude a su vida: afabilidad, justicia, bondad… No olvidemos, en este punto, el amor del Señor por su Viña: Cristo nos ama en­trañablemente.

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.

Quienes realizamos la función de ser transmisores de valores o educadores de las generaciones jóvenes, estamos metidos en un asunto de congruencia y credibilidad. La conclusión que el apóstol san Pablo comparte a los cristianos de Filipos es exigente: «lo que aprendieron, y recibieron, y oyeron, y vieron de mí o en mí, eso llévenlo a la práctica». Simplemente y sencillamente yo no podría afirmarlo de manera creíble delante de mis hijos. Me conocen al dedo y saben que se interpone una cierta brecha, que a veces se ensancha y a veces se acorta, entre mi proceder y mi decir. La toma de conciencia de ese desfase no es motivo de orgullo, al contrario es «una piedra en el zapato» que me estimula a ser congruente, para no convertirme en un remedo de los viñadores perversos, que abusaron de su función como administradores y usaron del poder para beneficio personal.

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