Tercer Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

 3toB

Jesús comienza el anuncio de la Buena Nueva afirmando que ha llegado la hora, que el Reino de Dios está cerca y que HEMOS DE CONVERTIRNOS Y CREER EN EL EVANGELIO. Los profetas habían anunciado el Reino y constantemente habían llamado a la conversión. Jesús nos dice que ha llegado la hora y que el Reino está cerca, porque en Él se realiza la plenitud del Reino, el plan salvífico de Dios; la necesidad de convertirse y de creer es total, porque lo que esperábamos ya ha llegado y Dios ha realizado su manifestación plena entre los hombres.

  1. Oración colecta:

Dios todopoderoso y eterno, ordena nuestra vida según tu voluntad para que, en el nombre de tu Hijo amado, podamos dar con abundancia frutos de buenas obras. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos

  1. Textos y comentario

2.1. Lectura del libro de Jonás (3,1-5.10)

En aquellos días, vino la palabra del Señor sobre Jonás: «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.» Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla. Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día, proclamando: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!» Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños. Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó.

La exégesis moderna apunta, respecto al Libro de Jonás, en una direc­ción apreciablemente diversa de la que señalaba la exégesis anterior. Para ésta última, la historia de Jonás, tan sorprendente y maravillosa, era una historia real. Jonás habría sido, según esto, un profeta excepcional a quien se le encomendara una misión insólita, única en toda la tradición profética: predicar la conversión a todo un pueblo pagano. Dios, para el buen cumpli­miento de esta misión, habría realizado en cadena un cúmulo extraordinario de maravillas.

La exégesis moderna, en cambio, dado el carácter extremadamente por­tentoso del libro, considera más bien el contenido como una narración inten­cionada con el fin de establecer una tesis que la corriente general del pen­samiento amenazaba obscurecer o contradecir. Léase para ello cualquier in­troducción recomendada.

Sea cual fuere la postura que se adopte respecto al género literario del li­bro, en su historicidad o en su invención, queda siempre clara la enseñanza fundamental: Dios quiere la salvación -cosa sorprendente en aquel ambiente- de los que no pertenecen a su pueblo elegido. También ellos, los paganos, en este caso los de Nínive, son llamados a la penitencia. Dios les concede el per­dón. Si no es real la historia que se nos cuenta, siguiendo la exégesis mo­derna, sí es en cambio verdad clara la voluntad de Dios de llamar a la sal­vación, llegado el tiempo, a todos los hombres.

Mensaje; «El Señor Dios nuestro tuvo piedad de su pueblo» declara el v. 10. Nótese que se trata de Nínive, capital del reino asirio en tiempo de Se­naquerib, el más acérrimo enemigo de Israel. Fue notorio por su crueldad inhumana. Destruyó el reino del norte. En este pasaje se le llama «pueblo del Señor». Dios tuvo piedad de él. Dios lo perdonó. Dios, pues, no se desentiende de los hombres que Él ha creado. Se vislumbra ya la vocación de todos los pueblos. Otros profetas también apuntan en este sentido. Véase Is 19, 22 – 24; Jonás preanuncia la misión universal del mensaje di­vino de salvación. Sugestivo y preciso, el libro de Jonás.

2.2. Salmo responsorial: (24)

Señor, enséñame tus caminos.

Señor, enséñame tus caminos, / instrúyeme en tus sendas: / haz que camine con lealtad; / enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.

Recuerda, Señor, que tu ternura / y tu misericordia son eternas; / acuérdate de mí con misericordia, / por tu bondad, Señor. R.

El Señor es bueno y es recto, / y enseña el camino a los pecadores; / hace caminar a los humildes con rectitud, / enseña su camino a los humildes. R.

2.3. Lectura de la primera carta a los Corintios (7,29-31)

Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.

Se habrá notado que estos domingos primeros toman los textos bíblicos en su segunda lectura de la Carta primera a los Corintios de S. Pablo. En esta Carta responde S. Pablo a diversas cuestiones que los de Corinto le proponen. Son cuestiones prácticas. Los principios, sin embargo, aparecen con frecuencia generales.

El tema que desarrolla en este capítulo 7 es de sumo interés. Coloca S. Pablo la virginidad sobre el matrimonio. La razón fundamental estriba en que la virginidad libera de preocupaciones que impiden a uno darse por en­tero al servicio del Reino. El hombre casado está solícito por las cosas que comparte. No puede entregarse totalmente a la edificación del Reino de Cristo. Por otra parte, ya con una perspectiva escatológica, advierte S. Pa­blo que todas estas cosas pasan. No debe uno pegarse demasiado a estas ocupaciones. El tiempo es breve; la figura de este mundo pasa. El Nuevo Mundo es el Reino de Cristo en su forma definitiva. Los bienes de este Reino son los que realmente interesan. Tras ellos hay que ir, pues no pasan.

Adviértase que no se elude el compromiso con el mundo sin más, sino con el mundo que pasa y en cuanto pasa. En este mundo hay realidades que tie­nen un valor en el Reino; deben ser consideradas atentamente. Primero el reino de Dios y su justicia; después las demás cosas. La virginidad te capa­cita más que el matrimonio para darte por completo al servicio de este Reino, que consta en el momento actual de realidades materiales y espiritua­les, según nuestra nomenclatura. El matrimonio no. El Reino ha de sobrevi­vir a las realidades de este mundo. El matrimonio no, como tal. En el cielo no se casan.

Es, pues, una amonestación la de S. Pablo a no detenerse demasiado en cosas que han de pasar.

2.4. Lectura del santo Evangelio según san Marcos (1,14-20)

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.» Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

Nos encontramos en Marcos, evangelista ordinario en este ciclo. El tema es evidente. Se trata de la vocación de los Apóstoles.

A) «El Reino de Dios está cerca». Ha llegado el tiempo de la gran decisión para el pueblo de Israel. Urge darse prisa y tomar una actitud decidida en su favor. El Reino de Dios es el tema común de la predicación de Cristo. Cristo lo anunció en sus diversos aspectos a través de toda su vida.

El primer paso, es condición indispensable para entrar en el Reino: «Convertíos», «Creed la buena Nueva» Cambio de postura, abandono de los propios caminos y del pensar propio; asentimiento a la predicación de Cristo. El es la Buena Nueva. Hay que seguirle incondicionalmente. S. Juan desa­rrollará el tema de la fe en Cristo, como algo insustituible.

B) Llamamiento y seguimiento incondicional al Maestro. La elección recae en los individuos, ineptos humanamente hablando. La voz de Cristo los des­dice al seguimiento. Es poderosa la voz del Señor. Ella misma los consagra como Apóstoles. Son constituidos «Pescadores de hombres». Misión bien defi­nida: predicar y anunciar la conversión y la fe en Cristo. Ellos van a dar tes­timonio de Él y de sus palabras hasta los confines del mundo. En la acepta­ción de su palabra está vinculada la salvación.

Reflexionemos:

1) Dios llama a todos a la conversión. A todos alarga la mano bondadosa ofreciendo el perdón. Sin embargo, su palabra salvadora llega a los hombres a través de sus mensajeros. Ahí están Jonás y los doce. Dios nos habla por ellos.

2) La disposición del apóstol debe ser de entrega total. Lo abandonaron todo. La misión de salvar a los demás debe absorberlos totalmente. Jonás y los apóstoles lo dejaron todo. Se dedicaron plenamente al reino de Dios. Lo demás no lo juzgaron digno. Puede que algo de esto nos diga el capítulo 7 de la carta de Pablo a los Corintios. Hay muchas cosas que pasan. Una es la importante: El reino de Dios y su justicia.

3) Dios sigue llamando todavía a la conversión. Recordemos que debemos convertirnos y renovar nuestra fe en Cristo continuamente Dios quiere sal­var a todos.

4) El sentido y valor cristianos de la vida consagrada, del celibato en fun­ción del Reino. Este tema interesa hoy especialmente, a todos los consagra­dos, en virtud de su compromiso, y a los fieles cristianos, como miembros del Reino. El celibato y la misión apostólica guardan estrecha relación.

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