En la liturgia de este domingo se lee una de las páginas más hermosas del Nuevo Testamento y de toda la Biblia: el llamado «himno a la caridad» del apóstol san Pablo (1 Co 12, 31-13, 13). En su primera carta a los Corintios, después de explicar con la imagen del cuerpo, que los diferentes dones del Espíritu Santo contribuyen al bien de la única Iglesia, san Pablo muestra el «camino» de la perfección. Este camino —dice— no consiste en tener cualidades excepcionales: hablar lenguas nuevas, conocer todos los misterios, tener una fe prodigiosa o realizar gestos heroicos. Consiste, por el contrario, en la caridad (agape), es decir, en el amor auténtico, el que Dios nos reveló en Jesucristo. La caridad es el don «mayor», que da valor a todos los demás, y sin embargo «no es jactanciosa, no se engríe»; más aún, «se alegra con la verdad» y con el bien ajeno. Quien ama verdaderamente «no busca su propio interés», «no toma en cuenta el mal recibido», «todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (cf. 1 Co 13, 4-7). Al final, cuando nos encontremos cara a cara con Dios, todos los demás dones desaparecerán; el único que permanecerá para siempre será la caridad, porque Dios es amor y nosotros seremos semejantes a él, en comunión perfecta con él.
Benedicto XVI, Ángelus 31/01/2010
Oración:
Señor, concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda también a todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo. Seguir leyendo «Domingo IV del Tiempo Ordinario – Ciclo C»