En este domingo pascual la Iglesia nos presenta la figura inefable de Cristo, Buen Pastor, que nos lleva al Padre, que da su vida por nosotros, que nos alimenta con los pastos fructuosos de su Palabra y de su Cuerpo y de su Sangre, que nos defiende del lobo rapaz del demonio y de sus secuaces.
Oremos por las intenciones de la Iglesia Universal, por las diferentes vocaciones que Dios ha dado a su Iglesia.
ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
Buen Pastor, Señor Jesucristo, que sientes compasión al ver a las muchedumbres como ovejas sin Pastor. Te pedimos que envíes a tu Iglesia Sacerdotes según tu corazón, que nos alimenten con tu Cuerpo y con tu Sangre. Diáconos que sirvan en el ministerio sagrado y en la caridad a sus hermanos. Religiosos y Religiosa que, por la santidad de sus vidas, sean signos y testigos de tu Reino. Laicos que como fermento en medio del mundo, proclamen y construyan tu Reino por el ejercicio de su diario quehacer. Fortalece a los que has llamado, ayúdalos a crecer en amor y santidad, para que respondan plenamente a su vocación. María, Madre y Reina de las vocaciones, ruega por nosotros. Amén
- Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2,14a.36-41:
El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra: «Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.» Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?» Pedro les contestó: «Conviértanse y bautícense todos en nombre de Jesucristo para que se les perdonen los pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para ustedes y para sus hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos.» Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo: «Escapen de esta generación perversa.» Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil.
Una vez más, como el domingo pasado, la primera lectura pertenece al discurso de Pedro el día de Pentecostés. Hoy se trata de la parte final. Resume en primer lugar la exposición anterior sobre el testimonio de culpabilidad que la resurrección hace recaer sobre el pueblo de Israel: «al mismo Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha constituido Señor y Mesías». La actuación quiere preparar el camino de conversión. Dios ha actuado ratificando la mesianidad de Jesús.
«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?»: La reacción de los oyentes es parecida a la de los que escuchaban la predicación de Juan Bautista (Lc 3, 10). Pero la respuesta de Pedro no hace ninguna referencia a la conversión como un cambio moral, sino como una asimilación con Cristo.
Literalmente, la respuesta formula dos condiciones: «Conviértanse y bautícense» y dos promesas «para que se les perdonen los pecados, y reciban el Espíritu Santo«. Pero, propiamente, condiciones y promesas constituyen un todo: el bautismo es conversión y perdón, porque Jesús glorificado entra en relación personal con el bautizado por el don del Espíritu.
«En nombre de Jesucristo»: El bautismo recibido es una gracia de Jesús glorificado y al mismo tiempo expresa una pertenencia; como Israel, en la Antigua Alianza, era una propiedad de Dios. Ahora, después de Pascua, el bautismo es la expresión de la llamada a seguir a Jesús y a pertenecer a su comunidad de discípulos. «Escapen de esta generación perversa»: El ofrecimiento de la salvación lleva necesariamente a una separación: los que acogen el mensaje y los que se obstinan en el rechazo de Jesús. El verdadero Israel se separa del falso, que no ha descubierto que el día definitivo llamaba a sus puertas.
- Salmo responsorial: (Sal 22)
El Señor es mi pastor, nada me falta
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
Este Salmo es uno de los más célebres del salterio.
Las tres primeras estrofas (vv.1-4) desarrollan la idea de un viaje guiado por la imagen de un Dios pastor de su pueblo. Esta imagen se aplica bien al Dios del éxodo, quien libera a su pueblo y lo conduce a través del desierto hasta una tierra que mana leche y miel. Tiene en cuenta en el camino todo lo que puede nutrir a su pueblo. En una relectura cristiana, este Salmo puede prestarse para una lectura más personal. Dios conduce a su fiel sobre los senderos de la vida, le indica el camino justo y, más allá de los límites de la muerte, lo conduce en los verdes prados de la bienaventuranza eterna.
Las dos últimas estrofas (vv.5-6) se apoyan en otra imagen: la del anfitrión que acoge a su invitado con los brazos abiertos. Según los ritos orientales, le ofrece exuberantemente perfume y vino. En su mesa, lo invita a sentarse con seguridad, sus enemigos no podrán contra él. En la última estrofa, el lugar de acogida es preciso: el Templo. Allí el salmista desea terminar sus días. Con sus dos compañeras, “bondad” y “misericordia”, el orante consigue llegar a la presencia de Dios, donde no falta nada, donde alcanza la realización de todas sus búsquedas. En este domingo del Buen Pastor, aplicamos también este Salmo a Jesús, quien nos lleva por los caminos de la vida. Con Él, la bondad y la misericordia nos acompañan todos los días. Las fauces de la muerte no nos podrán engullir. Jesús nos conducirá hasta la casa del Padre, allí donde una copa desbordante nos espera.
- Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 2,20-25:
Si, obrando el bien, soportan el sufrimiento, hacen una cosa hermosa ante Dios. Pues para esto han sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoles un ejemplo para que sigan sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muerto al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado. Andaban descarriados como ovejas, pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus vidas.
Pedro se dirige a una comunidad perseguida. No les hace una apología del sufrimiento, más bien muestra su valor para aquellas personas que se sienten escandalizadas por esto. Como idea central del pasaje, Pedro propone vivir el sufrimiento a la manera de Jesús: no hay que responder mal por mal, no se trata de aniquilar al adversario. En Cristo nada es “contra” nosotros sino que todo es “por nosotros”; el corazón purificado de toda venganza se llena de confianza en el Dios en quien apoya su vida. Esto es posible porque el Padre siempre ha hecho triunfar su misericordia y su salvación, que son los dos aspectos de la “justicia”. Observemos de cerca el texto: en los versículos 21-25 encontramos un himno cristiano antiguo en el que, después de una introducción (v.21), se hace una relectura de Isaías 53, aplicándole a Jesús la profecía del Siervo de Yahvé. La razón por la cual se escoge esta lectura para hoy está en la última frase: “Andaban extraviados como ovejas, pero ahora volvieron al pastor y guardián de su vida” (v.25). Estas “ovejas”, que en otro tiempo estaban desgarradas, ahora son el rebaño de Jesús, quien es el pastor y el guardián (literalmente en griego: “obispo” o “supervisor”).
- Lectura del santo evangelio según san Juan 10,1-10:
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Les aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.» Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»
Este texto bíblico es continuación de la respuesta a una pregunta formulada por los fariseos. Pregunta de los fariseos: «¿Somos también nosotros ciegos?» (Jn. 9, 40). Respuesta de Jesús; Jn. 9, 41 – 10, 18. El evangelio de hoy no se puede, pues, comprender sin hacer referencia al capítulo 9. Este capítulo ya ha sido comentado el cuarto domingo de cuaresma. Decíamos entonces que la autoridad judía ha procesado y sentenciado al ciego; en realidad de verdad, el procesado y sentenciado es Jesús. Por eso aparece Jesús en primer plano al final del capítulo (9, 35-41). Pero su aparición provoca un golpe de escena: es Jesús quien realmente abre un proceso en el mundo, proceso que trastoca las posiciones y la valoración de las mismas (9, 39). El ver no depende de unas prácticas, sino de la adhesión incondicional a la persona de Jesús (9, 35-38).
Conviene pues centrarnos en el texto de este domingo: una fórmula solemne introduce una serie de referencias y situaciones tomadas de la vida de los pastores (vs. 1-5). Los fariseos no captan el sentido (v. 6). Jesús explicita ese sentido (versículos 7-10). Este es el esquema formal global. Vayamos a los detalles. Los vs.1-2 formulan dos enunciados generales antitéticos «el que no entra por la puerta… es ladrón, el que entra por la puerta es pastor». Los vs. 3-4 se fijan en el pastor y enumeran todas las acciones que realiza desde que entra al aprisco hasta que se pone al frente de las ovejas fuera ya del aprisco. La enumeración sigue bien el orden real de las acciones, excepto al comienzo: «Las ovejas atienden su voz, él va llamando por el nombre a sus ovejas«. ¡Para escuchar, antes hay que haber llamado! Invirtiendo el orden, el autor trata de resaltar precisamente esa escucha, que vuelve a recoger al final de la enumeración «porque conocen su voz». El v.5 se fija en el que no ha entrado por la puerta, insistiendo de nuevo en el conocimiento de la voz.
De la explicitación del sentido (Jn. 10, 7-18), el texto litúrgico sólo recoge la que hace referencia a la puerta (vs. 7-10). La misma fórmula solemne que en 10, 1 introduce la identificación Jesús-puerta. El significado de la puerta ya ha quedado formulado en los vs. 1-2: el uso o no uso de ella para entrar en el aprisco constituye a uno en pastor o ladrón. A este nivel de significado funciona la identificación Jesús-puerta. El uso o no uso de Jesús constituye a uno en pastor o ladrón. Esto es lo que formula el v. 8 en sentido negativo absoluto. No olvidemos que los interlocutores de Jesús son los fariseos, es decir, los guías del pueblo judío.
El v. 8 dice, pues, que los guías de Israel no hacen uso de la puerta, es decir, no aceptan a Jesús. Se saca después la consecuencia de acuerdo a lo dicho en el v. 5. El v. 8 explícita el sentido del enunciado del v. 1: los guías de Israel, puesto que no aceptan a Jesús, son ladrones; creen que ven, pero toda su visión la fundamentan en unas prácticas y no en Jesús; por eso son ciegos (cfr. Jn. 9, 35-38). Este es su pecado, al que siguen aferrados (cfr. Jn. 9, 41).
El v. 9 comienza formulando la misma identificación Jesús-puerta, para pasar después a indicar las ventajas que reporta el entrar al aprisco por la puerta. Estas ventajas están formuladas en futuro porque su disfrute está condicionado al paso por la puerta. Se trata, pues, de un futuro lógico, no de un futuro temporal-escatológico. La duda está en si los destinatarios de estas ventajas son las pastores o las ovejas. No parece que el v.9 sea una explicitación del v. 2 puesto que en el v. 10 no se habla del pastor, sino del ladrón que viene a robar, contraponiéndose su actuación con la de Jesús. Por todo esto, parece más coherente pensar que los destinatarios de las ventajas son las ovejas. Se prepara así el paso a los vs. 11-17, donde se trata de Jesús como pastor de las ovejas.
Las ovejas, que hacen uso de la puerta, es decir, los que aceptan a Jesús, están a salvo, gozan de plena libertad y tienen abundancia de pastos. Jesús no ha venido a imponer una reglamentación de cargas y prácticas. Una puerta de par en par jamás es obstáculo. Jesús ha venido para que los hombres vivan la pura alegría de saberse con sentido.
- Oración por las vocaciones
Dios, Padre y Pastor de todos, Tú no quieres que falten hoy día hombres y mujeres de fe que consagren sus vidas al servicio del Evangelio y al cuidado de tu Iglesia.
Haz que tu Espíritu Santo Ilumine los corazones y fortalezca sus voluntades para que acogiendo tu llamado, lleguen a ser los sacerdotes y diáconos, religiosos, religiosas y consagrados que tu pueblo necesita. La cosecha es abundante y los operarios pocos. Envía, Señor, operarios a tus mies.
Amén.