Domingo 16 del Tiempo Ordinario – Ciclo A

Domingo decimosexto del tiempo ordinario Ciclo A

El evangelio de hoy, una de las tres parábolas de la “semilla”, nos coloca frente a una realidad frecuente que llevamos dentro: la impaciencia. Jesús nos enseña a ampliar los horizontes a partir de este caso concreto y a tomar actitudes en consonancia con la manera como acontece el Reino de los Cielos en el mundo.

1. Oración:

Dios, Padre nuestro, que vienes hasta nosotros en Jesús de Nazaret, en su palabra y en sus obras; queremos darte las gracias por esa presencia tuya en medio de nosotros; que ella nos ayude a profundizar en nuestra vida cristiana para que tengamos una fe cabal que nos haga vivir conforme a lo que creemos. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén

2. Sabiduría 12,13.16-19

En el pecado, das lugar al arrepentimiento

Fuera de ti, no hay otro dios al cuidado de todo, ante quien tengas que justificar tu sentencia. Tu poder es el principio de la justicia, y tu soberanía universal te hace perdonar a todos. Tú demuestras tu fuerza a los que dudan de tu poder total, y reprimes la audacia de los que no lo conocen. Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres. Obrando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.

El libro de la Sabiduría, escrito en Alejandría en la primera mitad del siglo I aC para judíos residentes en Egipto, relee la Sagrada Escritura descubriendo su significado actual y perenne. Partiendo de la memoria de las maravillas del Éxodo, el autor ve en esas acciones liberadoras del pasado una imagen de la salvación escatológica, en la cual Dios intervendrá a favor del justo.

 

La primera lectura de hoy está tomada de la parte final del libro. Se trata de una meditación sobre la historia de Israel y más específicamente sobre el período posterior a la salida de Egipto y la travesía del desierto: la ocupación de la tierra. Allí muestra las abominaciones que cometían los paganos y nota que Dios no los exterminó por eso sino que se mostró indulgente.

 

El autor observa la moderación de Dios quien “ahora” permite la subsistencia de los idólatras tal como, en otro tiempo, perdonó a los pueblos cananeos del exterminio. Precisamente porque tiene un poder soberano y universal, pudiendo intervenir en cualquier momento. Precisamente porque tiene un poder soberano y universal, pudiendo intervenir en cualquier momento, Dios no se deja llevar —como los pequeños tiranos— por manifestaciones de furia. Por eso es verdaderamente “justo”, siendo, al mismo tiempo, misericordioso e indulgente. A pesar de todo, el autor recuerda que Dios castiga el pecado. Pero lo hace con moderación y paciencia, de modo que les da a todos la posibilidad de arrepentirse.

3. Salmo responsorial: 85

Tú, Señor, eres bueno y clemente.

Tú, Señor, eres bueno y clemente, / rico en misericordia con los que te invocan. / Señor, escucha mi oración, / atiende a la voz de mi súplica. R.

Todos los pueblos vendrán / a postrarse en tu presencia, Señor; / bendecirán tu nombre: / «Grande eres tú, y haces maravillas; / tú eres el único Dios.» R.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, / lento a la cólera, rico en piedad y leal, / mírame, ten compasión de mí. R.

En la prueba, el orante le implora al Señor con toda confianza. En su oración enumera las cualidades de Dios: el Señor es bueno, perdona y está lleno de amor.

 

En la segunda estrofa, se va más allá del problema particular de una persona que sufre y que pide ayuda a Dios. Ahora el orante eleva su mirada hacia el creador de todas las cosas. Los otros dioses no existen, no son nada. Dios es el único y hace maravillas con los hombres.

 

En la última estrofa, el Salmo hace alusión al libro del Éxodo y a la definición que el Señor da de sí mismo a Moisés “Señor, Dios de ternura y de piedad, lento a la cólera, rico en amor y verdad” (Ex 34, 6).

4. Romanos 8,26-27

El Espíritu intercede con gemidos inefables

Hermanos: El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.

“No sabemos orar como conviene”. Pablo, en pocas palabras, nos propone algo más que un método de oración, él nos invita a hacer un acto de fe que va más allá de las palabras y las buenas intenciones. “El Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables”. Después de los gemidos de la creación y de los creyentes, Pablo se refiere a los gemidos del Espíritu para que la vocación del cristiano a la vida nueva y a la gloria no sea frustrada por la debilidad humana. Éste es un aspecto de la nueva criatura, nacida en el bautismo, de la cual se nos ha hablado de manera realista en el capítulo 6. Si somos de verdad hijos de Dios, debemos dejarnos conducir por el Espíritu de Dios. El Espíritu establece la sintonía entre las aspiraciones del orante y de los planes salvíficos de Dios. La eficacia de la oración reside, por tanto, en esta acción del Espíritu que nos hace capaces de decirle a Dios: ¡“Abbá”-Padre!

 

5. Mateo 13,24-43

Dejadlos crecer juntos hasta la siega

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: «Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?» Él les dijo: «Un enemigo lo ha hecho.» Los criados le preguntaron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?» Pero él les respondió: «No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: ‘Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.'»»

[Les propuso esta otra parábola: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»

Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.»

Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.» Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.» Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.»]

Hoy, como en tiempos de Jesús y durante toda la historia de la humanidad, solemos dividir y “organizar” aparentemente la sociedad con criterios que consideramos muchas veces correctos: buenos y malos deben estar separados y puestos en extremos opuestos. Esta práctica de dividir entre buenos y malos, era frecuentemente aceptada por muchos grupos en el tiempo de Jesús por diversos criterios religiosos (fariseos y esenios) igualmente que por los grupos económicos y políticos (herodianos, saduceos y celotes), pues todos ellos veían como opositores a quienes no pensaban, creían u opinaban según sus mismos criterios. Jesús sabía que Dios está en todas partes y a todos acoge, y lo expresa simbólicamente, sembrando respeto por los demás y creando paciencia y esperanza frente a aquellos seres humanos que se han demorado en alcanzar niveles de humanidad suficientes en igualdad y justicia, por el egoísmo que empobrece y empequeñece nuestra humanidad. Jesús llama a la apertura de la mente y el corazón para acoger con esperanza (no pasivamente y con indiferencia) a quienes aparecen ante nuestra forma de vida como diferentes (que solemos catalogar como “malos”). Necesitamos tener apertura para acoger con pluralismo la diferencia, que siempre va a estar presente en nuestra humanidad. Analicemos las parábolas:

vv.24-30: La parábola del trigo y la cizaña pone de manifiesto que el Reino está ya presente con la germinación de la semilla caída en tierra buena, que el reino está abierto a todos, lo mismo que Dios envía la lluvia y el sol sobre buenos y malos (5,45), de manera que todos tienen la oportunidad de germinar y dar fruto bueno.

El dueño simboliza a Dios, y los siervos a los fieles. La coexistencia de la mala hierba y el trigo representa a veces en parábolas judías la vecindad de las naciones e Israel. La siega es símil frecuente del juicio; el “arrancar” también lo es en la tradición.

El mensaje de Jesús suscitó animosidad en Israel. Pero no hay que precipitar la eliminación de la parte de Israel adversaria de Jesús; eso lo hará el juicio de Dios. Pero Mateo probablemente se está refiriendo también a la comunidad cristiana y está habando de la aparición del mal en ella. Aquí residiría la intención última de Mateo.

vv. 31-32: La semilla de mostaza tiene una proverbial pequeñez: la de la mostaza negra no supera el milímetro de diámetro. La planta, en cambio, llega a medir los tres metros de altura y, sin ser un árbol grande, se encuentra entre las mayores hortalizas (v. 32). Es un tanto extraño que alguien siembre “un” grano de mostaza en su campo; Mateo señala expresamente, como Marcos, la diferencia de tamaño entre la semilla y la planta desarrollada. He aquí la peculiaridad “del” grano de mostaza que es comparado con el reino de Dios. La elección de la imagen no es caprichosa; no puede servir cualquier semilla en su lugar. El final de la parábola es hiperbólico: las aves del cielo vienen a posarse en sus ramas. Ello simboliza la apertura del reino a todos, al tiempo que ofrece seguridad y protección.

v. 33: La parábola de la levadura también describe cómo se hará grande el reino, pero añade a la imagen la naturaleza callada y sin pretensiones de su crecimiento. El símil de la levadura procede del arte culinario; era utilizada por judíos y griegos para cocer el pan. Sorprende especialmente la cantidad de harina. Se trata de la cantidad suficiente para una comida de más de 150 personas o para un pan de 50 Kg. Lo que importa es que la levadura está oculta en la harina, pero hace fermentar calladamente una ingente cantidad de harina. Así ocurre con el reino de Dios: una vez “escondida la levadura”, un proceso incesante lleva a la plenitud. En esta parábola, la idea de “crecimiento” es más central que en la del grano de mostaza.

vv. 34-35: Cuando Jesús acaba de dirigirse a la gente, Mateo reitera que Jesús utiliza las parábolas para que su mensaje se revele sólo a quienes lo buscan.

v. 36: Jesús deja la multitud y vuelve con los discípulos a la casa de la que había salido (13,1). La comprensión ahora no es por revelación sobrenatural sino por la enseñanza de Jesús, el “único maestro” (cf 23,8). Discipulado significa “escuela” continuada junto a Jesús: instrucción y escuela de vida.

vv. 37-39: El sembrador es el Hijo del Hombre. El Jesús terreno es juez del mundo, y tiene en su mano, no sólo la siembra sino también la recolección, y toda la historia universal. El Hijo del Hombre es, en Mateo, el Señor del juicio que acompaña a la comunidad en todo su camino por el abajamiento, la pasión y la resurrección. El campo de cultivo es el mundo, no la Iglesia. La semilla son aquí los hijos del Reino, las semillas de cizaña son los “hijos del Malo”. El enemigo es el diablo, al que Mateo ve actuando en el presente, como en 13,19 desde el momento de la siembra. Los segadores son los ángeles del juicio, que en el judaísmo son importantes precisamente en el ámbito de la espera del Hijo del Hombre. “El fin del mundo”, expresión común en Mateo (13,39.40.49; 24, 3; 28,20) hace referencia al juicio final del período de crecimiento antes de la consumación definitiva del Reino.

vv.40-41: Al final de los tiempos el Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, como en 24,31. Pero si aquí lo decisivo es la reunión de los elegidos en nuestra perícopa lo importante es la aniquilación de los malos, que son los que no perseveran en la ley bíblica, que culmina en el mandamiento del amor. Como en 7,15-23, la praxis y no la recta doctrina es, para Mateo, el punto que lo decide todo en el juicio.

El “reino del Hijo del hombre” es el mundo. A diferencia de 16,28; 20,20 ese Reino no es aquí algo que sólo llegue con la parusía, sino que existe ya en el mundo. Es la soberanía que el Exaltado ejerce sobre cielo y tierra, y que él hace visible ahora, principalmente con la predicación y la vida de sus discípulos (28,16-20). Lo importante para Mateo es que la Iglesia que vive y actúa ahora en el reino del Hijo del hombre, en el mundo llegue a ser lo que debe ser: una comunidad de justos que un día brillen en el reino del Padre.

v.42: La promesa a los justos es sucinta. El “reino del Padre” hay que distinguirlo del reino del Hijo del hombre; después de la aniquilación de todos los malos, el reino del Hijo del hombre se trasforma en reino del Padre. Mateo finaliza la explicación con su conocida frase de advertencia: ¡Lo que Jesús declara, afecta directamente a la vida de los discípulos!

  1. ¿Seguimos haciendo divisiones entre las personas: los buenos y los malos? (generalmente nos colocamos en el primer grupo) ¿Qué enseña la parábola al respecto?

 

  1. ¿Por qué no fue arrancada la cizaña inmediatamente?

 

  1. El mal en el mundo atormenta y lleva incluso a protestarle a Dios: “¿por qué no intervienes?” ¿Qué implica la paciencia de Dios para aquellos que le hacen juego al mal? ¿Dios les aprueba el mal que hacen? ¿Qué exige Dios?

7. Oración

Oh Dios, misterio insondable en el que los humanos, desde sus orígenes biológicos ancestrales, han proyectado la necesidad que siempre han sentido de que la justicia/injusticia terrena sea completada y confirmada más allá de su muerte. Ayúdanos a comprender qué es lo que esta «exigencia absoluta de justicia» significa, y qué de la Realidad (tuya y nuestra y del cosmos) respalda la veracidad de nuestros sentimientos y pretensiones. En todo caso, aceptamos vivir y ser en y ante el misterio que eres y que somos. Nosotros te lo expresamos recorriendo el camino que nos ayuda a abrir Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro, en comunión con todos los hombres y mujeres buscadores de tu rostro milenios adentro en la Historia. Amén.

 

(La sugerencia de cantos la subiremos en entrada diferente esta vez).

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