Domingo 15 del Tiempo Ordinario – Ciclo A

Prayer of the Sawer, Pieter Bruegel the Elder (1566)

DOMINGO DECIMO QUINTO DEL TIEMPO ORDINARIO ciclo A

A lo largo de muchos años Dios viene sembrando su Palabra en nuestro corazón. Más ¿cuáles son sus frutos? ¿Por qué con frecuencia fracasa? Hoy vamos a reflexionar sobre estos problemas que se relacionan con nuestro inmediato crecimiento en la vida de fe. El mismo Jesús nos dará las pistas para que ahondemos en la reflexión.

 El profeta nos presenta imágenes del mundo de la agricultura y de la naturaleza para hablamos del Reino de Dios, de Dios y de nosotros. La imagen del agua, que hace surgir la vida de la tierra como la eficacia de la Palabra de Dios que cumplirá su encargo.

1.     Oración

 Señor, que la luz de tu Palabra sea siempre guía en nuestra vida; y que tu amor germine en nosotros, para que podamos dar frutos de vida entre nuestros hermanos, de modo que todos alcancemos la libertad, el gozo y la paz. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.

 

 2. Lectura del libro de Isaías 55, 10-11

Así dice el Señor: «Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino  después de empapar la tierra,  de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come,  así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.»

Cuando la lluvia cae sobre la tierra, ésta responde y hace saltar la semilla hasta alcanzar su fruto. La lluvia no cae en vano. Así es la Palabra de Dios, como la lluvia. Por eso dice el Señor: «La palabra que sale de mi boca no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo». Cuando Dios habla, comienza una verdadera historia en la que no se vuelve nunca al principio como si no hubiera sucedido nada. Dios no habla por hablar, Dios habla para salvar a los hombres. Y los salva.

No es la eficacia de una fórmula sin sentido que opera independientemente de quien la escucha. Si la Palabra de Dios tiene un sentido y va dirigida al hombre, es claro que actúa siempre comprometiendo al hombre. La Palabra de Dios no es un hecho consumado, en el que, una vez conocido, no le quedaría al hombre nada que hacer. Es más bien una promesa que avanza hacia su cumplimiento y que enrola en su dinamismo la voluntad del creyente. Y así no escuchan la Palabra de Dios los que ya la dan por hecha, sino aquellos que la reciben para llevarla a la práctica. La Palabra de Dios está cargada de tensión escatológica; es la palabra del Espíritu que gime en nosotros: ésa es su fuerza. (…) Todo sucederá porque Dios lo dice, pero nada vendrá si los hombres no escuchan a Dios con la radicalidad de la obediencia. He aquí, pues, cómo el anuncio de lo que esperamos es el imperativo de lo que tenemos que hacer. Y tan absurdo es empeñarse en lo que no será, como estar a la espera de que suceda sin más aquello en lo que no empeñamos la vida.

2. SALMO RESPONSORIAL Sal 64,10abcd. 10e-11. 12-13. 14

R/. La semilla cayó en tierra buena y dio fruto.

Tú cuidas de la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua.

Tú preparas los trigales:
riegas los surcos, igualas los terrenos,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes.

Coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia;
rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría.

Las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses
que aclaman y cantan

«Tú que escuchas la oración». Tal era la concepción que Jesús tenía de Dios. «Pedid y recibiréis. Golpead y se os abrirá» (Lucas 11,9).

– «Tú perdonas nuestras faltas». Jesús fue la realización encarnada de esta actitud divina. Lo escuchamos a lo largo de todo el Evangelio (Lucas 15).

– «Esperanza de todos los confines de la tierra y de las islas lejanas». Jesús asumió y amplió esta concepción universal de la religión del verdadero Dios». «Id por todo el mundo, proclamad el Evangelio (Buena Nueva) a todas las criaturas (Marcos 16,16).

– «Tú cuidas de la tierra y la riegas». Jesús debió saborear esta admirable descripción de la primavera por el salmo, El que veía a su Padre como un jardinero que riega el prado, que hace salir el sol, o como el viñador que cuida de su viña (Mateo 5,45), (Juan 15,1).

En un mundo que, a veces, parece absurdo, san Pablo canta a la esperanza: todo el universo camina hacia la plenitud. El espectáculo del sufrimiento universal de la humanidad no debe hacernos desesperar. Todo ese dolor es el precio de la restauración gloriosa.

 

3. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 18-23

Hermanos: Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.

El ser hijos de Dios es todavía un llegar-a-ser hijos de Dios, es una realidad dinámica y en gestación. Hemos sido concebidos; pero aún no hemos nacidos plenamente. Aguardamos la hora de ser hijos de Dios, de serlo del todo; pero el Espíritu Santo, que es el Espíritu de la filiación divina, ya nos ha dado las primicias de la cosecha que está creciendo para nosotros y nos anima a llamar «Padre» a Dios. Con todo, es también el Espíritu que gime en nosotros (v. 26s.) hasta que consigamos la plena redención de nuestros cuerpos. Sólo entonces seremos plenamente hijos de Dios.

Empezamos la lectura de las parábolas del Reino de Dios. La clave de la lectura de hoy es traducir «semilla» por Palabra de Dios y «tierra» por corazón. La parábola del sembrador no es más que la representación de lo que sucede todos los días en nuestra vida.

3. Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 1-23

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga. » Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: -«¿Por qué les hablas en parábolas?» Él les contestó: -«A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías:  «Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver;  porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos,  ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure.» ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron. Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado en zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.

a) La acción del sembrador:

El relato parabólico habla de un sembrador, no de un campesino y su actividad está caracterizada por el contraste entre la pérdida de las semillas (13, 4-7) y el fruto abundante (13,8). Además, hay que notar una diferencia entre las riquezas de los particulares con la que viene descrita la pérdida de las semillas y la forma concisa del fruto abundante. Pero a la cantidad de experiencias sin éxito y de desilusión representada por las varias pérdidas de semilla (…en el camino…en terreno pedregoso… entre espinas…) se contrapone la grande cosecha que hace olvidar la experiencia negativa de la pérdida. Además, en la parábola hay una diferencia temporal entre la fase del comienzo de la semilla y la del fin que coincide con el fruto de la cosecha. Si en varios intentos de la semilla el fruto está ausente, tal falta nos lleva al Reino de Dios, al momento en el que se hará la gran cosecha. Jesús, el sembrador, siembra la semilla del Reino (13,19) que hace presente la señoría de Dios sobre el mundo, sobre los hombres y que realiza el fruto final. La parábola tiene tal fuerza persuasiva que lleva al oyente a tener confianza en la obra de Jesús que, aunque a veces se vea llena de fracasos y desilusiones, al final tendrá un éxito clamoroso.

 

b) Jesús, aparte, comunica a los discípulos el objetivo de hablar en parábolas (13,10-17):

Después de la narración de la parábola y antes de su explicación (13,18-23) los discípulos se acercan a Jesús ( el verbo acercarse expresa la relación íntima con Jesús) y le hacen una pregunta explícita, no ven el motivo por el que Jesús hable en parábolas a la gente (v.10: ¿Por qué les habla en parábolas?). La respuesta a su pregunta los discípulos la reciben en el v. 13: “…les hablo en parábolas, porque ellos, viendo no ven, y oyendo, no oyen ni entienden”. Es como decir: la gente no entiende, ni comprende. Jesús no pretende forzarle a entender. De hecho, hasta ahora Jesús ha hablado y obrado con claridad, pero la gente no ha comprendido; sin embargo, habiendo disminuido la condición para exponer su mensaje en su radicalidad – esto es, la comprensión – recurre al lenguaje de las parábolas, que siendo más velado, estimula a la gente a pensar más, a reflexionar sobre los obstáculos que les impide la comprensión de la enseñanza de Jesús. Parecen repetirse los tiempos de Isaías, cuando el pueblo estaba cerrado al mensaje de Dios (Is 6,9-10) y cómo tal situación de rechazo previsto por la tradición bíblica se repita ahora en la gente que “ve-escucha”, pero no comprende. Jesús lo muestra en la primera parte de la respuesta cuando distingue entre aquéllos que entran en el conocimiento de los misterios del reino y los que son excluidos. El conocimiento de los misterios de Dios a saber, el plan de Dios, es posible con la intervención de Dios y no con las propias fuerzas humanas. Los discípulos son presentados como aquéllos que comprenden la palabra de Jesús, no porque sean más inteligentes, sino porque es Él mismo, quien les explica su palabra. La incomprensión de la gente se convierte en la causa de hablar en parábolas: ellos no entienden a Jesús, por tanto, ponen en evidencia su abierta incomprensión obstinada o mejor la incapacidad de discernir. Los discípulos, al contrario, son llamados dichosos porque pueden ver y escuchar.

 

c) La explicación de la parábola (13, 18-23):

Jesús, después de haber expresado los motivos de por qué hablaba en parábolas, ilustra la suerte de la palabra del Reino en los diferentes oyentes. Aunque vienen enumerados cuatro tipos de terreno, dos son las tipologías de oyentes que se ponen en confrontación: quien escucha la Palabra y no comprende (13,19) y quien escucha la Palabra y comprende (13,23). Es interesante notar que Mateo, a diferencia de Marcos, narra la historia en singular. Es el empeño personal el yunque de prueba de la verdadera escucha y de la comprensión. La primera categoría de oyentes están por la escucha de la palabra (19), pero no la comprenden. La comprensión de la Palabra se ha de entender aquí, no a nivel intelectual, sino sapiencial, es necesario entrar en su significado profundo y salvífico. En la segunda (13,20-21) la Palabra, además de ser escuchada, es acogida con gozo. Tal acogida (falta de raíces) se hace inestable cuando al entusiasmo del principio sigue la continuidad de la elección, debida seguramente a experiencias de sufrimiento y persecución, inevitables en todo camino de fidelidad a la escucha de Dios. La tercera posibilidad evoca las preocupaciones materiales que pueden sofocar la Palabra (13,22). Y finalmente, el éxito positivo: la semilla perdida en los anteriores terrenos, se compensa con el resultado fructuoso. En síntesis se evocan en la parábola tres aspectos que siguen al acto de creer, activo y perseverante: el escuchar, el comprender y el llevar fruto.

 

5. Pistas meditativas para la práctica eclesial

– ¿Qué puede decir hoy la parábola a la Iglesia? ¿Qué terreno presenta nuestra comunidad eclesial? Y a nivel personal ¿qué disponibilidad interior y comprensión manifestamos ante la escucha de la Palabra? – ¿No es verdad que los peligros señalados por Jesús a sus discípulos sobre la acogida de la Palabra nos tocan también a nosotros? ¿Por ejemplo: la inconstancia de frente a las dificultades, la negligencia, la pereza, el ansia por el futuro, las preocupaciones cotidianas? – Los discípulos han

interrogarle sobre las preocupaciones y dificultades. En tu camino de fidelidad a la Palabra de Dios ¿a quién diriges tus interrogativos, tus preguntas? De la cualidad de nuestras preguntas dependen también las respuestas que Jesús sabe comunicarnos en la relación íntima y personal con Él. – La figura del sembrador nos lleva a la de la Iglesia en su empeño de evangelización: saber comunicar de un modo nuevo la figura de Jesús y los valores del evangelio. La Iglesia debe distinguirse por la autoridad de su enseñanza, por la franqueza de su predicación y por la fuerza de la acción. Hoy se necesitan evangelizadores fiables, solícitos e infatigables. Cada comunidad eclesial está llamada por la parábola del sembrador a no realizar una acción selección sobre las personas o contextos sociales donde anunciar el evangelio; es necesario tener amplitud de miras y dedicarse también a las situaciones que parecen imposibles para comunicar el evangelio. Cada acción pastoral de evangelización conoce un primer momento de efímero entusiasmo, al cuál, sin embargo, puede seguir una respuesta de frialdad y oposición. Los varios intentos de la pastoral, se comparan a los tres intentos del sembrador, que al final son recompensados con la abundancia del triple fruto. Ciertamente la palabra de Jesús germina y fructifica en los corazones disponibles a su acción, pero no se necesita desistir en el despertar del sopor, la indecisión y la dureza de oídos de muchos creyentes.

6. Oración final

Señor, tu parábola del sembrador, nos enseña a cada uno de nosotros, los caminos de nuestra vida, la dureza del vivir cotidiano, las dificultades y los momentos de docilidad y que constituye nuestro paisaje interior. Todos somos, muchas veces: caminos, pedregales y espinas. Pero también tierra fértil, buena. Líbranos de la tentación de las potencias negativas que intentan anular la fuerza de tu palabra. Fortifica nuestra voluntad cuando las emociones fugitivas, inconstancias hacen menos eficaz la seducción de tu Palabra. Ayúdanos a conservar el gozo que el encuentro con tu Palabra sabe engendrar en nuestro corazón. Haz fuerte nuestro corazón para que en la tribulación no nos sintamos indefensos y expuestos al desánimo. Danos la fuerza de resistir a los obstáculos que ponemos a tu Palabra cuando sobrevienen las preocupaciones del mundo o estamos engañados por el brillo del dinero, seducidos por el placer, por las vanidades de aparentar. Conviértenos en terreno bueno, personas acogedoras, para ser capaces de ofrecer nuestro servicio a tu Palabra. Amén

Sugerencia de Cantos:

Entrada: Vienen con Alegría (C. Gabaraín) Iglesia Peregrina (C. Gabaraín) Presentación de Dones: Pan y Vino de Amor (Brotes de Olivo), Entre tus manos (Ray Repp), Este pan y vino (C. Erdozaín). Comunión: Cada mañana (C. Gabaraín) Un hombre, una tierra (F. Palazón), Para que escuchase el viento (F. Palazón), El Sembrador (A. Taulé) El Sembrador (K. Arguello) Que sea tu palabra (J. Elezkano) Salida: Id y enseñad (C. Gabaraín), María es esa Mujer (C. Gabaraín) María, la madre buena (Kairoi).

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