Domingo 18 del tiempo ordinario – Ciclo A

DOMINGO DECIMO OCTAVO DEL TIEMPO ORDINARIO ciclo A

 

Jesús, nos da pistas para que busquemos nosotros mismos la solución de los problemas que siempre han acuciado a la humanidad. No es recurrir al milagro, ni siquiera a la limosna, sino que dice a sus discípulos “denles ustedes de comer”. La solución es la solidaridad en el grupo, el compartir y trabajar juntos por aliviar los problemas que, entonces como ahora, son fruto del egoísmo y de la codicia humana.

 

1. Invocación al Espíritu

 

Espíritu de amor, enséñanos la fecundidad del silencio.

Espíritu de vida, haznos, sensibles a las necesidades de quienes nos rodean.

Espíritu de luz, danos una mirada profunda: que, descubriendo el dolor del hermano, podamos vendarlo y curarlo en tu nombre.

Espíritu de libertad, capacítanos para desprendernos de nuestros apegos y enséñanos a compartir.

Espíritu de fortaleza, enséñanos a esperar en las horas difíciles y en los desiertos de nuestra vida.

Espíritu de comunión, ayúdanos a compartir todos los dones que hemos recibido.

2. Lectura del libro de Isaías 55, 1-3

Así dice el Señor: «Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme, y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David. »

Este texto del profeta Isaías está cargado de verdad: escuchándolo, ¡cómo nosotros también le daremos la razón! Cuando el Señor nos ofrece lo mejor, sin pagar nada, nosotros vamos anhelosos de aquí para allá y tiramos y tiramos el dinero -y la vida- comprando un pan que no alimenta y unos manjares que no satisfacen. Todos buscamos disfrutar tanto de la vida… Y no nos damos cuenta, con todas las consecuencias, de que nuestro corazón es demasiado grande para que pueda saciarlo nada ni nadie, excepto aquel que nos ha creado. San Agustín lo dijo con frase memorable: «Nos creaste para Ti, Señor, y nuestro corazón estará siempre insatisfecho mientras no descanse en Ti».


 

3. Salmo Responsorial: Sal 144

R. Abres tú la mano, Señor, y nos sacias de favores.

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R.

 

 

Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente. R.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R.


4. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 35. 37-39

Hermanos: ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

-«¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?». Realmente, ni la muerte, ni la vida, ni nada del mundo presente o del futuro puede apartarnos de Cristo que tanto nos ama, ni apartarnos de Dios que, en Jesucristo, ha manifestado su amor. Del mismo escrito es esta otra exclamación: «Si está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?» (8, 31b). ¡Qué reconfortante es escuchar estos testigos de fe! Cristianos, dejemos que palabras como éstas esponjen nuestro corazón. Es verdad que debemos cargar con nuestra cruz y seguir a Jesús. Es verdad que nos encontramos con dificultades y que la fe es oscura. Es verdad que cuesta creer en esta nuestra sociedad de hoy… Pero lo importante, lo decisivo, es que en Jesús hemos encontrado la perla y el tesoro, que en él hemos encontrado la Vida, y que nada ni nadie es capaz de apartarnos de él. Ni la misma muerte. Tan seguro de ello estaba Pablo, que en otra ocasión plasmó esta frase: «Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados».

5. Leemos y meditamos Mateo 14,13-21

 

En aquel tiempo, 13 al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. 14 Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. 15 Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: – Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer. 16 Jesús les replicó: – No hace falta que vayan, denles ustedes de comer. 17 Ellos le replicaron: – Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces. 18 Les dijo: – Tráiganmelos. 19 Mandó a la gente que se recostara en la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. 20 Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. 21 Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

 

Si leemos el evangelio de hoy en nuestra Biblia, veremos que comienza así: «Al enterarse Jesús de esto…» o «al oírlo Jesús«. La versión litúrgica enlaza con el pasaje anterior informándonos sobre qué es lo que ha llegado a oídos de Jesús. Pero, si sólo leyéramos el texto en la Biblia, podríamos preguntarnos: ¿Al enterarse de qué? En Mt 14,12 se nos cuenta que «los discípulos de Juan fueron, recogieron su cadáver y lo sepultaron, y luego se fueron a informar a Jesús«. Es evidente que la resistencia y la hostilidad a la misión de Jesús y del Bautista son fuertes, y las consecuencias no se dejan esperar: La muerte violenta del Bautista puede prefigurar la de Jesús. En el texto anterior, 14,1-12, Mateo nos narra las características de un “banquete de la muerte” cuyo anfitrión es Herodes, que termina dándole muerte a la “Palabra de Dios” en Juan Bautista.  En nuestra perícopa asistimos al “banquete de la vida” con Jesús, donde la Palabra no muere sino que comunica vida y la comunica en abundancia. El anfitrión del “banquete de la vida” es Jesús. Y los invitados son todos aquellos que se sienten agobiados y enfermos.  «Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos”. Partiendo de este contexto, la multitud sigue a Jesús por los milagros que hace, y los discípulos son testigos de su poder.

 

Aunque Jesús deseaba estar solo, no se concede descansar, y menos aun cuando la multitud se encuentra agobiada y enferma. Por el contrario, desembarca, los observa, los mira con profundidad, lee en sus rostros el dolor, la enfermedad, el agobio, y se pone enseguida a trabajar, a curarlos de sus enfermedades. Es importante destacar que, como trasfondo, tenemos un conflicto fuerte de persecución y Jesús es valiente y sigue adelante; la dificultad, el conflicto, no son impedimento para que la misión se realice.  “Hoy, mañana y pasado conviene que siga adelante…» (Lc.13, 32-33). Como Juan Bautista, como Jesús, cada uno de nosotros tenemos una misión en la vida, y permanentemente van apareciendo obstáculos, oposiciones al plan de Dios, pero lo importante es tener claridad y decisión en lo que hacemos y seguir adelante con la fuerza de Dios. Nuestra cooperación y la gracia de Dios son una única fuerza que transforman y hacen que la historia siga su curso.

 

En el v.15 Los discípulos ven como obstáculo el lugar, el espacio y el tiempo, tienen afán porque Jesús despida a la gente. Nunca tenemos tiempo para lo importante, sólo lo urgente merece nuestro tiempo. Que lo urgente no le quite el espacio a lo importante. Necesitamos espíritu de profundo discernimiento en todo. Los discípulos le presentan a Jesús una solución de tipo económico: que compren y se acabó el problema. Se presentan bastante individualistas: “despídelos… que se vayan… ”.

 

El v. 16 Es una respuesta que sorprende y desinstala a los discípulos, los desacomoda, los reta al cambio, es casi como si Jesús les dijera: «La primera propuesta no me convence, ¿no tienen otra mejor? Yo les propongo algo: ¿Qué tienen para darles a los otros? Denles ustedes de comer”.

El v. 17. No valoran lo poco que pueden compartir, da la impresión que esperan dar sólo lo que les sobra. Continúan un tanto individualistas y poco dispuestos a compartir, a desprenderse de lo que poseen.

v.18: Lo que los discípulos por iniciativa propia no ofrecen a Jesús, Él se lo pide: «Tráiganmelos aquí…». En un primer momento hacen experiencia de la insuficiencia de sus propios medios y después Jesús les invita a desprenderse de lo poco que tienen. Aquello que estaban reservando para sí, Jesús les pide entregarlo.

 

El Divino Maestro les está pidiendo panes (la vida) y los discípulos le están ofreciendo ideas, sus pensamientos… Jesús quiere algo más profundo: la vida misma. Corremos el peligro, como los discípulos, de ofrecerle a Jesús todo menos aquello que realmente nos cuesta, eso que nos estamos reservando para nosotros y a lo cual estamos tan apegados. Justo eso es lo que Dios quiere que le demos.

 

Podríamos preguntarnos: ¿Cuáles son mis cinco panes y mis dos peces de los que no quiero desprenderme? Se trata de llevar nuestra indigencia, pobreza, carencia, a Jesús y ponerla en sus manos. Él sabe mejor que nadie trabajar con nuestra debilidad, Él multiplica lo poco que le ofrecemos y nos enseña a dar sin medida, llegando incluso a que sobre.

 

v.19: Jesús “levantó los ojos al cielo”. La comunidad se pone en manos de Jesús y Jesús se pone en manos del Padre, da gracias. Parte el pan y lo da a sus discípulos para que lo distribuyan entre la multitud. Los discípulos querían quitarse a la gente de encima: “despídelos”, pero Jesús les pone trabajo: «Denles de comer». Así que tienen trabajo: repartir, recoger lo que sobró… Es todo un proceso de desacomodarse para atender al necesitado. Si el discípulo reconoce el don, Dios lo capacita para darlo con alegría. ¿Somos conscientes de estos dones que debemos dar con alegría?

 

v.20: Sólo lo que se da se multiplica. Lo que reservamos para nosotros mismos se agota en nuestras despensas de egoísmo. Jesús nos enseña a ser generosos y a dar con alegría. Si lo hacemos así, constatáremos que tendremos hasta de sobra.

v.21: Los dones y bienes puestos en común se multiplican y generan vida para todos.

 

6. Oramos la Palabra

 

Jesús Maestro, enséñanos a retirarnos oportunamente, no como huida, sino como espacio de silencio para encontrarnos en profundidad con nosotros mismos, con Dios y con los hermanos.

 

Jesús Maestro,  concédenos ofrecer a nuestros hermanos enfermos las medicinas del Amor, de la paciencia, del perdón, de la comprensión y de la tolerancia.

 

Jesús Maestro, capacítanos para saciar el hambre de nuestros hermanos, cuando cae la tarde, cuando la soledad arrecia en sus vidas, cuando las dificultades les hacen desfallecer, cuando todo parece no tener solución. Que no tengamos horario cuando nos encontramos con un hermano en necesidad, no importa si nace el alba, o si cae la tarde. Que siempre tengamos un pan que ofrecer al necesitado que llama a nuestra puerta.

 

Jesús Maestro, concédenos fortaleza cuando queremos irnos, huir por el dolor y la dificultad.  “No necesitamos irnos”, necesitamos sólo afrontar las situaciones de un modo distinto, tener el coraje de cambiar, en tu nombre.

 

Jesús Maestro, ayúdanos a ofrecerte con alegría aquello que con tanta ansia retenemos para nosotros mismos. Enséñanos a dártelo todo. Sólo así encontraremos la plenitud, la saciedad completa. Libéranos de todo lo que acaparamos con tanto egoísmo. En tu libertad, haznos libres. Enséñanos a desprendernos de aquello que con tanta sagacidad nos reservamos para nosotros,  a lo cual nos apegamos tanto, para que crezcan las alas de nuestra libertad.

 

Jesús Maestro, enséñanos a ir siempre a Ti, con nuestros logros, y con nuestras derrotas, con nuestros triunfos y nuestros fracasos. Que en Ti encontremos el norte y el sentido de nuestras vidas.

Jesús Maestro, en nuestras horas difíciles de honda necesidad, confírmanos en el amor al Padre y a los hermanos, y que esto motive nuestra entrega y el desgaste de cada día. Que aprendamos de Ti a entregarnos con alegría.

 

Jesús Maestro, enséñanos a bendecir en todas las circunstancias de nuestra vida, enséñanos a leer la realidad más allá de los acontecimientos aparentes, danos una mirada profunda y un horizonte sin límites.

 

Jesús Maestro, continua entregando tus dones a tus discípulos, para que nosotros los ofrezcamos a los hermanos y hermanas que claman por tu pan. Amén.


 

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s