LA RESURRECCION DEL SEÑOR CICLO A
La celebración del misterio pascual está en el centro de la fe y de la vida de la Iglesia. La resurrección de Cristo no es solo su victoria sobre el pecado y la muerte. Es la manifestación de la divina economía de la Trinidad: el amor infinito y omnipotente del Padre, la divinidad del Hijo, el poder vivificante del Espíritu Santo.
Toda la historia de la salvación tiene su centro y su culmen en la Resurrección de Jesús. Hacia ella tiende la creación entera, las maravillas realizadas por Dios en el Antiguo Testamento, y de modo especial la Pascua de Israel, profecía de la Pascua de Cristo, de su paso de la muerte a la vida.
Hacia la resurrección del tercer día, tantas veces anunciada como coronación de su pasión por parte de Jesús, va precipitándose toda su vida, sus palabras, sus milagros, sus enseñanzas. Hasta los últimos momentos, cuando Cristo de muestra con sus palabras y con sus gestos que está para pasar de este mundo al Padre. En efecto, El del Padre ha venido y al Padre va, y por ello su vida es una Pascua, un paso; pero en este éxodo, más glorioso que el paso del Mar Rojo, Jesús arrastra su propia humanidad, asumida de la Virgen Madre, haciéndola pasar por el misterio de la pasión y de la muerte, para que quede para siempre sellada por el amor sacrificial en su carne que lleva marcados los estigmas de su pasión gloriosa.
1. Oración
Señor crucificado, Tú que estuviste clavado en la cruz y que ahí derramaste tu sangre por nosotros, y que habiendo entregado tu espíritu te bajaron de la cruz y te colocaron en un sepulcro, sellando la entrada con una piedra. Cuando van a buscarte, Y pretenden encontrarse con un muerto, para completarte los ritos fúnebres, Tú no estás, ¿dónde estás crucificado, que dejaste la tumba vacía? ¿dónde te has ido, que solo dejaste rastros de tu muerte pero de ti no tenemos noticia? ¿Dónde estás crucificado, que piensan que han robado tu cuerpo?, ¿dónde te has ido, que te buscan y no te encuentran? No te encuentran, porque te buscan entre los muertos, piensan que la muerte te venció, que sigues sometido a la oscuridad de un sepulcro, pero Tú has dejado tus señas, la muerte ya no tiene dominio sobre ti, has dejado las vendas para que supieran que el que estuvo atado por la muerte, sometido al destino de todos, has resucitado, has dejado la muerte, y ahora estás vivo, has vencido la muerte y estás Resucitado.
Danos Señor, la gracia que les faltó a María Magdalena y a Pedro para interpretar los hechos, y así que como Juan, también nosotros, podamos creer en ti, y creyendo en ti, tengamos la seguridad la certeza y la convicción de que estás RESUCITADO, y que estás a nuestro lado, siendo Tú nuestro Dios y Señor, en quien esperamos y de quien tenemos vida, porque has vencido la muerte y estas Resucitado. Que así sea.
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