La parábola del trigo y la cizaña añade a todo esto una dimensión más, que queda reforzada por la primera lectura. Dios «da lugar al arrepentimiento». La cizaña no es arrancada a la primera. Dios tiene la paciencia de esperar a que crezca el trigo. Sólo al final todo quedará definido, quedará claro quién es cada uno. De momento, todo está en camino, nada es totalmente claro. Por tanto, los perfeccionistas y puritanos no son los consejeros que Dios quiere: «¿Quieres que vayamos a arrancarla? Pero él les respondió: No». Otro aspecto que aparece en las tres parábolas es el de la plenitud del Reino: «Entonces los justos brillarán como el sol»; «se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas»; «…y basta para que todo fermente».