Domingo 25 del tiempo ordinario – Ciclo B

XXV domingo del tiempo ordinario

1. Introducción:

El domingo pasado, el anuncio de que la promesa de vida nueva del Mesías se realizaría a través del fracaso de la cruz había suscitado la reacción contraria de Pedro. Hoy, la reacción es mucho más lamentable y entristecedora: los discípulos ni siquiera han escuchado, sus preocupaciones se dirigían hacia el éxito personal, exactamente lo contrario de lo que Jesús intentaba explicarles. Y Jesús, pues, debe volver a explicar y a insistir en el estilo que él propone: se trata de querer vivir toda la vida como servicio; y se trata de saberlo reconocer a él no en los grandes y prestigiosos, sino en los humildes y débiles.

2. Lectura del libro de la Sabiduría 2,17-20.

(Dijeron los malos): Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; declara que conoce a Dios y se da el nombre de hijo del Señor; es un reproche para nuestras ideas y sólo verlo da grima; lleva una vida distinta de los demás y su conducta es diferente; nos considera de mala ley y se aparta de nuestras sendas como si fueran impuras; declara dichoso el fin de los justos y se gloría de tener por padre a Dios. Veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.

2.1. Comentario

El sabio se inspira en la figura del Siervo de Yavé para hacer el retrato del justo que vive en medio de los impíos. El pasaje se refiere directamente a los judíos fieles que viven en la diáspora de Alejandría y tienen que soportar la mofa y la persecución de los judíos renegados. Estos últimos son los que se han apartado de las tradiciones paternas y quebrantan sin escrúpulos la Ley. Por cuya razón no aguantan la presencia de los justos, que sólo con su vida denuncian toda clase de impiedad. Aunque no se trata propiamente de una profecía de la pasión y muerte de Jesús, los autores del N.T. y la tradición cristiana han visto reflejada en este texto la suerte del que es en verdad «justo», de aquel que muere por los injustos y soporta la muerte de la cruz y la afrenta de los pecadores (cfr. Heb 12, 3; Mt 27, 43).

El hombre justo quiere estar tan cerca de Dios como lo está el hijo de su propio padre, y se llama «hijo del Señor». En cambio, considera a los injustos «de mala ley», esto es, hijos bastardos o ilegítimos. Su comportamiento, distinto al de los injustos, resulta extraño para éstos. Hasta el punto que no pueden aguantarlo y quieren quitar de en medio al que no es como ellos. Tengamos en cuenta que la descripción del justo es la que hacen los impíos, por lo que puede aparecer como altanería o provocación lo que desde el punto de vista del justo no es más que fidelidad a la Ley de Dios. Los impíos quieren hacer un experimento con el justo y salir de dudas y ver si es tan bueno como parece y Dios está efectivamente con él, quieren someterlo a prueba. Se trata de tentar incluso al mismo Dios, de ver si realmente Dios puede salvar al justo. Aunque el «hijo de Dios» es aquí simplemente un título que se da al justo y no da pie a entender el texto refiriéndolo a Jesucristo, lo cierto es que cuanto se dice aquí del justo se cumple literalmente en la pasión y muerte del verdadero Hijo de Dios (Mt 27, 43).

3. SALMO RESPONSORIAL Sal 53,3-4. 5. 6. 8

R/. El Señor sostiene mi vida.

Oh Dios, sálvame por tu nombre,
sal por mí con tu poder.
Oh Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras.

Porque unos insolentes se alzan contra mí,
y hombres violentos me persiguen a muerte
sin tener presente a Dios.

Pero Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario
dando gracias a tu nombre que es bueno.

3.1. Comentario

Sal. 53. Ante un Dios, justo en la retribución, el salmista no sólo le pide al Señor que le defienda de sus enemigos, sino que extienda su mano en contra de ellos. Nosotros, siendo pecadores y dignos de recibir el castigo merecido a nuestra rebeldías y ofensas al Señor, hemos sido buscados por Él para que recibamos su perdón y la participación de su misma vida. Aquel que puso orden en el caos inicial y lo convirtió en fuente de vida, llega a nosotros para hacer desaparecer el desorden y las tinieblas del pecado, y a concedernos su Espíritu para que ilumine nuestros caminos y nos haga fecundos en buenas obras. Si así hemos sido amados por Dios, quienes nos consideramos hijos suyos, hemos de seguir el mismo ejemplo que Él nos dio amando a nuestro prójimo y buscándolo para que vuelva al Señor.

4. Lectura de la carta del Apóstol Santiago 3,16-4,3.

Hermanos: Donde hay envidias y peleas, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba, ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su fruto es la justicia. ¿De dónde salen las luchas y los conflictos entre vosotros? ¿No es acaso de los deseos de placer que combaten en vuestro cuerpo? Codiciáis lo que no podéis tener; y acabáis asesinando. Ambicionáis algo y no podéis alcanzarlo; así que lucháis y peleáis. No lo alcanzáis, porque no lo pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para derrocharlo en placeres.

4.1. Comentario

Hay una falsa sabiduría de la vida que se opone a la sabiduría de Dios. Es la sabiduría de los «vivos» o de los que «saben vivir», de aquellos que no buscan otra cosa que su proyecto. Esta falsa sabiduría es el origen de todos los males, de las envidias y de las peleas que siembran el desorden y hacen imposible la convivencia. La auténtica sabiduría tiene otro origen, otras cualidades y, en consecuencia, produce otros frutos. Es la sabiduría que viene de Dios (cfr. 1, 5) y que consiste en ordenar la convivencia según las enseñanzas del evangelio. Las siete cualidades de la auténtica sabiduría la distinguen como don perfecto de Dios. Los que no han recibido la sabiduría construyen la paz y dan el fruto de la justicia. El autor se refiere en especial a la justicia por la que son justificados ante Dios los hombres que promueven la paz. Pero es claro que supone también aquella justicia humana sin la que es imposible la paz.

La ambición y los deseos de placer dividen al hombre en su interior, al no poder alcanzar lo que desea; pero esta división interior produce la envidia y se proyecta al exterior, afecta a la vida comunitaria y da origen en ella a las discordias y a los conflictos. Un consumo desenfrenado que estimula al hombre a tener siempre más es hoy la raíz de muchas frustraciones que, a su vez, desatan la violencia y dan pábulo a la agresividad de todo tipo: «Codiciáis lo que no podéis tener, y acabáis asesinando».

El autor piensa que el hombre permanece insatisfecho porque no pide a Dios lo que realmente necesita y, por lo tanto, no pide bien.

5. Lectura del santo Evangelio según San Marcos 9,29-36.

En aquel tiempo, instruía Jesús a sus discípulos. Les decía: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará. Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.

5.1. Texto.

La traducción litúrgica ha suprimido el v. 30. Partieron de allí y caminaban por Galilea. El no quería que nadie lo supiera. El v. 31 es la motivación-explicación de ese paso desapercibido por Galilea. Partiendo de la zona más septentrional judía iniciamos de la mano de Marcos la andadura hacia Jerusalén, hacia la muerte y la vida. El resumen es muy parecido al del domingo pasado. La variación más notable es el cambio de senadores, sumos sacerdotes y letrados por hombres en general.

Una vez más Marcos retoma uno de sus temas favoritos: la falta de comprensión de los discípulos. Esta falta de comprensión es también el punto de arranque de la escena siguiente, reducida al sólo grupo de compañeros caminantes con Jesús hacia Jerusalén. A estas alturas de su obra Marcos está exclusivamente interesado en la relación maestro-discípulos. Por eso la situación esbozada es típica de una sesión de enseñanza al estilo judío, con el maestro sentado en el suelo y los alumnos a su alrededor. El tema escogido tiene su origen en una conversación concreta de los discípulos durante el camino hacia Jerusalén. Una conversación sobre rango, sobre mayor y menor, más importante y menos. Marcos no concreta más: le basta el problema de fondo. Lo que sí concreta es la diferenciación entre discípulos y los doce, como ya lo ha hecho en 4, 10. Marcos explicita que se trata de una enseñanza a los doce.

La enseñanza es teórica y práctica. El que quiera ser el primero, que sea el último; el que quiera ser el primero de todos, que sea el servidor de todos. Se trata de un enunciado por contraste, en que el segundo miembro niega al primero: último y servidor niegan a primero. La enseñanza práctica es la plástica de la imagen de un niño. Es inútil que nos preguntemos de dónde sale ese niño. El interés de Marcos es doctrinal y la escena la monta en razón de la doctrina.

El niño, a su vez, es una metáfora. Funciona como símbolo de pequeño, de menor, de alguien sin rango. No pega el hablar aquí del niño como símbolo de inocencia o de simplicidad. Las palabras finales de Jesús, es decir. el v. 37, son la explicación de la metáfora. Expresan la actitud cristiana ante los poco importantes o poco considerados. El esquema subyacente es el derecho judío del emisario, según el cual el enviado está en el lugar de aquél que lo envía. Los poco importantes están vistos como enviados de Jesús y, en última instancia, de Dios. Recibir en mi nombre significa recibir a los pequeños por su pertenencia a Jesús.

5.2. Comentario.

Marcos nos vuelve a recordar hoy que no se puede hablar de Jesús, si no se parte de la consideración de sus tribulaciones, su muerte y su resurrección. Cualquier aspecto de su persona, incluida su divinidad, está supeditado a estos hechos. No es fácil aceptar y asumir esto, habida cuenta de que no encaja con los modos y maneras habituales de concebir los humanos a Dios. El cambio de senadores, sumos sacerdotes y letrados por hombres en general quiere probablemente significar que los malos tratos a Jesús no son atribuibles a los judíos en cuanto judíos, sino en cuanto a humanos. A Jesús se le hubiera tratado igual de haber nacido y vivido en otras partes. Ser discípulo de Jesús es seguirle en su camino hacia Jerusalén, contando con que la comprensión de Jesús no se adquiere de una vez por todas, sino que deberá ir ampliando y madurando siempre. La diferencia básica, escribe un autor judío actual, entre los discípulos de Jesús y los de los rabinos es que aquellos se unen a Jesús fundamentalmente para seguirle, mientras que éstos se unen al rabino para aprender.

Ser grande, ser importante, tener rango: indómita aspiración humana. Desde Jerusalén, desde el Cristo muerto y resucitado, esta aspiración recibe un tratamiento radical. Es grande el que es pequeño; tiene rango el que hace algo por los demás. Cristianamente hablando no hay importantes, sólo hay iguales. No es una cuestión de humildad, sino sencillamente de equiparación. El fallo puede provenir tanto de la importancia como del paternalismo.

6. Preparemos los cantos para la celebración dominical

Entrada: Jesús maestro y Señor, invita y exige a sus discípulos a aprender la lección, a imitarlo; viviendo con espíritu de humildad y de pequeñez, con espíritu de acogida y de servicio. Para la entrada pueden utilizarse cualquiera de los cantos que van en esta perspectiva: Señor, mírame (Entre el cielo y la tierra de Brotes de Olivo). Cantando la alegría (C. Gabarain).

Presentación de ofrendas: Jesús, el Hijo del hombre, demuestra que es el Hijo de Dios en el momento en que se ofrece con libertad y con amor. Al presentar las ofrendas, ofrezcamos nuestra propia vida como servicio a Dios y a los demás. Nada tenía (P.E. Zezinho). Con amor te presento Señor (C. Erdozain).

Comunión: En este momento de la comunión se demuestra que para seguir a Jesús, la verdadera grandeza está en el servicio y, la plenitud de la vida está en la pérdida y entrega de la propia vida. Que sepamos comulgar con los ideales de Jesús, haciendo comunión con los demás en el servicio y en el amor. Mucho más que pan (P.E. Zezinho). Jesús está entre nosotros (Kairoi). Cristo libertador (C. Erdozain). El Señor es mi fuerza (Espinosa).

Salida: Santa María de la esperanza (Espinosa)

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