25 de Diciembre – Navidad

Navidad. La Palabra acampó entre nosotros

1. Invocación al Espíritu

Espíritu Santo, Tú que eres el gran “precursor” de Jesús, tú que descendiste sobre María para cubrirla con el poder del Padre, ven, introdúcenos en la contemplación del misterio del nacimiento de Jesús. Ilumina nuestra mente, santifica y purifica nuestros corazones para que la Palabra ”acampe” hoy en nuestra vida, se haga carne en ella, y desde aquí, por tu acción, se irradie sobre el mundo.

2. Lectura del Profeta Isaías 52,7-10.

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es Rey»! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén: el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.

Nuestro texto es uno de los himnos gozosos del Segundo Isaías anunciando el retorno de los exiliados de Babilonia a Jerusalén, y tiene la forma de un anuncio de restauración dirigido a la ciudad devastada.

Desde el país de exilio, de monte en monte, un mensajero va transmitiendo la voz, el gran anuncio. Este anuncio se sintetiza en: la «paz», que es la plenitud de todos los bienes; la «buena nueva» (en griego, «evangelio»), que es lo que uno tiene ganas de oír para ser feliz, la noticia más esperada; la «victoria», que es la liberación de toda opresión; y finalmente, lo que es la causa de todo: que «tu Dios es rey», él es el que conduce la historia a favor de su pueblo.

Escuchar este mensaje es una gran alegría, y lo es más aún cuando los centinelas de la ciudad devastada también se unen a él: el retorno de los exiliados que ya se ven llegar significa que realmente, definitivamente, el Señor vuelve a estar presente en su ciudad. Ver el retorno es ver cara a cara al Señor mismo que vuelve.

El profeta, entonces, entusiasmado, entona un cántico dirigido a las ruinas de Jerusalén, convocadas también a gritar de alegría porque el Señor reconstruye su pueblo y su ciudad. Y acaba proclamando que esta obra maravillosa de Dios es un anuncio de salvación que se dirige a todos los pueblos de la tierra.

La paz, el evangelio, la victoria, la acción poderosa de Dios, que se hicieron presentes en el retorno del exilio para el pueblo dispersado y la ciudad devastada, ahora, con la venida de Jesús, se hacen realidad plena para la humanidad entera dolorida y para todas las devastaciones que hay en el mundo.

3. SALMO RESPONSORIAL

Sal 97,1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6

R/. Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad.

Tocad la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas
aclamad al Rey y Señor.

El salmo 97 tiene un claro significado mesiánico y escatológico. Nos hace contemplar la victoria final de Dios sobre el poder del mal y la salvación que conseguirá Israel para todos los pueblos: El Señor da a conocer su victoria.

En este día cantemos, pues, la victoria anticipada de Dios sobre el pecado del mundo, gracias a la Pascua de Jesucristo. Y que, ante esta maravilla, toda nuestra vida sea un cántico nuevo, proclamado ante los confines de la tierra. Que los hombres, que con tanta frecuencia viven faltos de esperanza, comprendan que también a ellos el Señor les revela su justicia, para que los confines de la tierra contemplen, como nosotros, la victoria de nuestro Dios.

4. Lectura de la carta a los Hebreos 1,1-6.

En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los Profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo.

El es reflejo de su gloria, impronta de su ser. El sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de Su Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado»? O: ¿«Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo»? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios»

La exhortación a los «Hebreos» comienza con una solemne afirmación: el Dios de nuestros padres ha hablado. Dios se manifiesta, se da a conocer por su palabra. El soplo de Dios, su Espíritu, se hace sonido. Antaño, en la voz de los profetas. Ahora, en esta etapa final, en la encarnación, muerte y exaltación de su Hijo. Esta es la palabra eterna del Padre, hecha hombre, la manifestación luminosa de la gloria del Padre y la impronta de su ser. Las distintas maneras con que Dios se reveló antes se han unificado en Cristo, han llegado a plenitud en la venida de quien es mayor que cualquier profeta. Quien ve a Jesús ve a Dios.

Cristo nos revela el misterio de Dios. Por eso, la entrada del Hijo en la historia de los hombres lleva los tiempos a «su plenitud». El Hijo, la suprema y definitiva manifestación de Dios al mundo, es Jesús de Nazaret. La afirmación de que él ha heredado un «nombre» superior a los ángeles introduce el tema de la primera parte de esta carta: Jesús, Hijo de Dios y hermano de los hombres.

5. Lectura del santo Evangelio según San Juan 1,1-18.

En el principio ya existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.

Por medio de la Palabra se hizo todo,
y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.En la Palabra había vida,
y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla,
y la tiniebla no la recibió.

[Surgió un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan:
éste venía como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz,
sino testigo de la luz.]

La Palabra era la luz verdadera,
que alumbra a todo hombre. Al inundo vino y en el mundo estaba;
el mundo se hizo por medio de ella,
y el mundo no la conoció. Vino a su casa,
y los suyos no la recibieron.

Pero a cuantos la recibieron,
les da poder para ser hijos de Dios,
si creen en su nombre.

Estos no han nacido de sangre,
ni de amor carnal,
ni de amor humano,
sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne,
y acampó entre nosotros,
y hemos contemplado su gloria:
gloria propia del Hijo único del Padre,
lleno de gracia y de verdad.

[Juan da testimonio de él y grita diciendo:
-Este es de quien dije:
«El que viene detrás de mí
pasa delante de mí,
porque existía antes que yo».

Pues de su plenitud
todos hemos recibido
gracia tras gracia:
porque la ley se dio por medio de Moisés,
la gracia y la verdad
vinieron por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto jamás:
El Hijo único,
que está en el seno del Padre,
es quien lo ha dado a conocer.

Esta página de san Juan está tan llena de plenitud que no se debería añadir nada. Estas sujeciones de abajo no quieren encuadrar ni reducir la meditación, que, más que nunca, no puede ser tan personal.

-Al principio… La primera palabra del evangelio nos hace recordar el origen de todas las cosas. De un goIpe de ala vigoroso, el águila de san Juan sube, sube… tan alto que no existe el horizonte, y, con los ojos penetrantes, ve encima de todo límite, antes del comienzo de los tiempos.

-Era… Este verbo sencillo, «ser», llena el poema… Es la palabra más sencilla y la más esencial: la existencia, la razón de todo lo demás. Y este verbo, al pretérito, invoca inmediatamente un «tiempo inmutable», indefinido. En mi rezo, podría emplear estas dos palabras: «al principio… era…» saboreando su densidad, dejándome ir a su infinita evocación.

-El verbo… El «logos»… La «palabra»… La «comunicación»… La «expresión»… La sabiduría… La acción. Juan, en seguida, llama a Cristo el «Logos», en griego. Es una palabra difícil de traducir. Por eso, hemos buscado otras palabras, cercanas, para comprender el sentido más allá de la palabra.

La palabra Logos era ya empleada en la reflexión filosófica griega (la Palabra es una de las maravillas del honre, la expresión propia de la persona, la posibilidad de relación, la manifestación de la inteligencia). Pero, san Juan probablemente ha usado esta expresión para incorporarse a la gran corriente de la literatura bíblica que veía en la Sapiencia o Sabiduría algo así como la expresión misma de Dios: Proverbios, 8, 23-36. «Yo, la Sabiduría, desde los orígenes fui establecida desde el principio, antes del origen de la Tierra. Cuando aún no existían los abismos, yo fui concebida… cuando trazó los fundamentos de la tierra, yo estaba a su lado como el arquitecto, él tenía en mí sus delicias, expansionándome en su presencia, sobre la superficie de la tierra y encontrando mis delicias entre los hijos de los hombres.» (Cf. Eclesiástico, 24-1.22). En el principio era el Verbo. Hijo eterno venido del Padre, el Cristo es la «expresión» perfecta del Padre, «la imagen misma del Dios invisible» (Filipenses, 2, 6) el «resplandor» de la gloria del Padre» (Hebreos, 1, 3) Jesús es la «manifestación suprema de Dios a la humanidad» (I Epístola de san Juan, 1, 2). Verbo = expresión + acción… palabra activa…

-Y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. Dos veces solamente en el evangelio de san Juan, Jesús es designado explícitamente como «Dios»: aquí, en la primera frase… y en boca de Tomás, en el ultimo capítulo (Juan, 20, 28): «¡Señor mío y Dios mío!». Todo su evangelio está entre ambas frases.

-Por El, todo ha sido hecho. En Él estaba la «vida». La creación universal es el primer «acto», el primer «gesto», la primera «expresión» de Dios. La maravillosa creación es lo que primero revela al Dios invisible. Todo. Todo. Soberanía universal… Y sin El, nada se hizo. Influencia universal… Nada. Nada. Nada existe fuera de Cristo.

-En el mundo estaba… Vino a su propia casa… El Verbo se hizo carne… Dios entre los hombres, Dios en nuestros caminos. Dios en la esquina de la calle. Dios por todas partes.

-Luz verdadera, alumbra a todo hombre que viene a este mundo… Pero el mundo no le conoció… Los suyos no le recibieron… A todos los que le recibieron, les dio poder de llegar a ser hijos de Dios.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s