Segundo Domingo de Cuaresma – Ciclo A

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El domingo de la transfiguración sigue al de la tentación. Esto es muy significativo… La tentación viene a colocarse al comienzo del camino del sufrimiento y acecha todo a lo largo de él. Trata de desviar al alma del camino de sus sufrimientos saludables. Si el alma logra superarla, consigue la salvación, que no es otra cosa que la contemplación del Señor transfigurado y la propia divinización unida a Él. La tentación pretende esencialmente acortar el camino, alcanzar una transfiguración prematura apoyándose en las propias fuerzas; quiere pasar por encima de las etapas fijadas en dicho camino, quiere rehuir la cruz. Si cede a todo esto, viene la muerte y el abismo. En último término, la caída de nuestros primeros padres no fue otra cosa, y la misma tentación de Cristo no apuntaba sino a que manifestase prematuramente y de modo arbitrario la gloria divina que en El residía.

1. ORACIÓN INICIAL

Teniendo en cuenta que el Padre está revelando la identidad de su HIJO y que nos deja un compromiso, al decirnos de: “escucharlo”, pidámosle que nos ayude a conocerlo siempre más y así valorar lo que significa que Él haya dado su vida por nosotros en la cruz.

Dios Padre, Dios de amor y ternura, Dios de misericordia y bondad, Tú que nos has enviado a tu HIJO, que lo has hecho hombre, para que te diera conocer, Tú que permitiste que Él muriera en la cruz, para hacernos ver hasta dónde llegaba tu amor hacia nosotros, ahora que nos estamos preparando para celebrar la Pascua de tu HIJO, ayúdanos a conocerlo siempre más, y así por medio de su Palabra, podamos penetrar en sus sentimientos, para valorar su gesto de amor, que dio su vida por nosotros, para que lo pudiéramos imitar y así amar como Él, amando hasta el final. Ayúdanos en estos días de Cuaresma, a darle tiempo a tu HIJO y así profundizar en su Palabra para conocerlo más y así poderlo imitar y seguir para ser capaz de dar vida como Él lo hizo. Que así sea.

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