Domingo 16 del Tiempo Ordinario – Ciclo B

XVI domingo del tiempo ordinario

JESÚS PASTOR CON LOS PASTORES

Introducción:
El evangelio del pasado domingo nos relataba la primera misión de Jesús confiada a los Doce. Hoy, el evangelio nos relata lo que siguió a aquella primera misión. Los apóstoles se reúnen con Jesús para hablar con él «de todo lo que habían hecho y enseñado». Los apóstoles dan cuenta de su misión a aquel que se la había confiado. Pero, el trabajo del pastor no es fácil ni descansado. Debe mantener la unidad de su rebaño, «reunir el resto de sus ovejas» según palabras del profeta Jeremías (1 lectura). Ser fiel a la misión encomendada: lograr que la palabra y la obra del Señor -a quien en el salmo proclamamos como Pastor- lleguen a todas las ovejas, tanto a las reunidas en el aprisco como a las dispersas.

El descanso de los pastores no es otro que este: los pastores hallan su descanso en el Pastor. Y, este consiste en saber «estar» con Jesús, escucharlo, vivir con él, profundizar en su comunión de vida como pastor. El reposo del pastor está en aprender íntimamente a hacer de pastor al lado del Gran Pastor de las ovejas. Acerquémonos a la lectura y reflexión de los textos que se nos ofrecen para este domingo:

I. Lectura y reflexión de los textos bíblicos

Primera lectura: Lectura del libro del profeta Jeremías 23,1-6

¡Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño! -oráculo del Señor-. Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel: – A los pastores que pastorean a mi pueblo: vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis; pues yo os tomaré cuentas, por la maldad de vuestras acciones -oráculo del Señor-. Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas, de todos los países adonde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las pastoreen: ya no temerán ni se espantarán y ninguna se perderá -oráculo del Señor-. Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: «El-Señor-nuestra-justicia».

Comentario:
A lo largo de toda la actividad profética. Jeremías es testigo del reinado de los distintos monarcas desde Josías hasta la caída de Jerusalén. Él ha visto los intentos de renovación y reforma inspirados en el Deuteronomio que se hincaron con aquel rey, pero también es testigo de cómo quedó todo truncado con su muerte. Ha visto la descomposición del país a medida que pasaba de manos de un rey a otro: Joacad, Joaquín, Joakín, Sedecías etc. Por eso es consciente de la importancia que los responsables del país tienen en el desarrollo de los grandes ideales en la comunidad.

La institución real debiera de ser la encargada de garantizar el derecho y la justicia, así como la defensa de los que no tienen otro protector. Sin embargo, en la práctica de Judá, los reyes no se han ocupado del pueblo sino que se han aprovechado de él en beneficio propio de toda la clase dirigente. La profecía anterior a Jeremías, había criticado las diferentes instituciones del país por su responsabilidad en el deterioro social, pero nunca se llegó al ataque de la monarquía, los ungidos de Yawé, como responsables últimos de la situación. Así que la lectura de este domingo viene a ser como final de todo un conjunto mucho más amplio de oráculos que comienza en 21,11 y va dirigida “a la casa de Judá”. Comienza el texto con un ¡Ay!, como una lamentación, sentimiento fúnebre. Tratemos de comprender el texto dividiendo esta perícopa en dos partes:

a) La primera gira en torno a la relación “pastores” – “ovejas”. Posiblemente el profeta contempla la situación después de haberse producido la primera deportación a Babilonia en el año 597 a.C. Un comienzo tan trágico es consecuencia de la impresión que le ha causado su mirada sobre los “pastores” de los últimos reyes de Judá. Pero, incluso ante este panorama, surge con fuerza la palabra de esperanza que abre las puertas del futuro: el propio Dios se empeña con el “resto” del mismo modo que en otro tiempo lo hizo en la creación o con los padres “para que crezcan y se multipliquen”. Así como Dios ha actuado en otros tiempos lo hará siempre a favor de su pueblo en el retorno del exilio.

b) La segunda parte se enlaza con la misma palabra “les pondré”.. “suscitaré” un descendiente de David. A este Mesías no le atribuyen éxitos políticos o militares, sino cualidades éticas: como la justicia, el derecho, la prudencia. El nuevo ungido del Señor realizará la inversión de la situación y lo hará devolviendo a la institución monárquica su verdadero sentido: la atención de su pueblo, la preocupación especial por los más débiles.

Segunda lectura: Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 2,13-18

Hermanos: Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. El es nuestra paz. El ha hecho de los dos pueblos, Judíos y Gentiles, una sola cosa, derribando con su cuerpo el muro que los separaba: el odio. El ha abolido la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear, en él, un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al odio. Vino y trajo la noticia de la paz; paz a vosotros los de lejos, paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu.

Comentario
La predicación del Evangelio a otros pueblos y a otras culturas no implica la asimilación de esas culturas y de esos pueblos por parte de los que predican, sino la destrucción del muro -social, político, cultural, económico- que creaba dos realidades antagónicas.

No olvidemos que todos nosotros somos «pastores», como decía Jeremías en la primera lectura, para ser portadores de la reconciliación y de la paz, según dice san Pablo en la lectura de hoy. Se comprende a la luz de este texto de la carta del apóstol que Jesucristo es el buen pastor y que a imagen de él los pastores deben imitarlo en: dar su vida por las ovejas como Jesús fue el Buen pastor que, como sumo sacerdote ofreció su propio sacrificio: Así, reunió a todos los creyentes, judíos y gentiles, en un solo pueblo, puso en armonía al hombre con Dios reconciliándonos por medio del perdón, sembró la paz entre los de lejos y los de cerca. San Pablo dice que el muro existente entre el pueblo judío y el pagano Jesús lo destruyó. El muro de enemistad era algo más que una metáfora. Efectivamente, era un muro de piedra que separaba en el templo de Jerusalén el patio de los judíos del patio de los paganos; el historiador Flavio Josefo relata que sobre este muro había letreros que prohibían el paso a todo extranjero bajo pena de muerte (Hch 2,17). Las legiones romanas de Tito y Vespasiano derribaron el muro físico en el año 70. Pero ya antes Jesucristo había anulado su significado.

En este sentido hay que resaltar la tajante afirmación de Ef 2,14: Cristo es nuestra paz. El profeta Isaías lo había anunciado como el príncipe de la paz (Is 9,6). Miqueas afirma solemnemente que el Mesías será la Paz (Miq 5,4). Y Zacarías testifica que el Mesías proclamará la paz a las naciones (Zac 9,10). Y uno de los títulos que los rabinos daban al Mesías era “Paz”. Traer la paz a los hombres, la paz con Dios, la paz de los hombres entre sí, es el programa que celebran los ángeles apenas nacido en Belén (Lc 2,14). Pues bien, Cristo derribó ese muro de separación: la ley antigua, no en cuanto a los preceptos de orden natural o moral (Mt 5), sino en cuanto a las leyes ceremoniales y prescripciones rituales (circuncisión, purificaciones, alimentos..). Estas eran tan numerosas que su cumplimiento era prácticamente imposible para los mismo judíos (Jn 7,19; Hch 7,53;15,10). Exigirlas a los paganos habría sido cerrarles toda posibilidad de conversión a la religión cristiana. Ahora ya, unidos en un mismo espíritu, judíos y paganos tienen acceso al Padre común. El Espíritu se refiere al Espíritu Santo como sugiere la mención de las tres personas: al Padre, por Cristo, en el Espíritu. El Espíritu Santo es el lazo de unión del Padre y del Hijo, es el alma de la Iglesia que mantiene unidos a los miembros del cuerpo místico entre sí y con Dios.

Quien quiera seguir la tarea que Pablo expresa fue realizada por Cristo, debe tender puentes entre la gente, ser lazo de unión, facilitar el diálogo; ser persona de paz, de reconciliación; ayudar a superar divisiones que amenazan siempre a la comunidad eclesial, grande o pequeña.

Tercera lectura: Evangelio según san Marcos 6,30-34

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco. Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

Comentario:

El evangelio de este domingo es la continuación y la otra cara del texto leído anteriormente. Ambas nos confirman la realidad de que la oferta del Reino hecha en la misión ha sido, en parte, un fracaso ya que no ha podido realizarse en los modos totalmente liberadora de Jesús. El peso de la estructura sociorreligiosa ha incidido en la obra de la misión de los Doce; por eso, según san Lucas, se nombrará un nuevo equipo misionero (Lc 10), que intentarán de nuevo arremeter al modo de Jesús. Se están narrando las tensiones que subyacen en la obra de la misión primitiva cristiana y la que, de algún modo, persisten en la acción evangelizadora del creyente de hoy.

Los doce que fueron enviados por Jesús, vuelven muy satisfechos de sus actividades. Jesús se propone hacerles ver el error, pues ellos además de hacer una obra de liberación contra los espíritus inmundos, han “enseñado”. Como se ve, el mal enfoque de la actividad que estos han ejercido, contraria a la encargada por Jesús, se refleja en el informe que le dan. Su oferta del Reino no ha dejado de lado la catequesis de la fe que se hacía a partir del Antiguo Testamento y de la práctica judía. Es cierto que Jesús “enseña” también cuando su auditorio solamente está compuesto de judíos, porque en ese caso el judaísmo es la plataforma lógica de entendimiento, pero no cuando en su auditorio hay gente que proviene del paganismo (8,34;9,35). Se está indicando que la universalidad de la misión requiere el abandono de categorías religiosas específicas como condición necesaria para aceptar el Reino.

Jesús conduce al grupo de los Doce a un lugar “aparte”, a un lugar de purificación, de penitencia, de reorientación, que aclare las cosas (V.31ª)). No se trata tanto de un descanso desde el que pueda fundamentarse la espiritualidad del retiro o la contemplación sino de la necesidad continuada de reorientación que tiene la misión cristiana para que no derive en una misión religiosa que contradiga la oferta liberadora y universalista del Reino. Se pretende subsanar la incomprensión de los Doce, curar esa tendencia suya a enfocar el Reino exclusivamente desde la realidad religiosa judía. En ese caso, el “descanso” que se propone no es tanto el físico cuanto una vuelta a la confianza básica que se proponía como condición para la obra de misión. Ellos han confiado en sus herramientas religiosas para hacer la misión; es preciso volver a depender sólo del Padre que ampara el hacer del misionero y del corazón de la gente dispuesta a acoger el Mensaje.

Dice el Evangelio que “no encontraban tiempo ni para comer” (V.31b), quizás aluda a la cena de Jesús. Esa cena ha de ser un ámbito de justicia y de acogida total, valores últimos del Reino. De alguna forma, la reorientación que se hace en lugar desierto alienta a esa vivencia amplia del “comer”, de celebrar la entrega de Jesús, que puede colaborar a la realidad de una misión hecha en los auténticos parámetros del pensamiento de Jesús.

A pesar de todo esto, la gente se adelanta, actitud que significa el afán no tanto por el Reino cuanto por el propio beneficio. Al “ponerse delante” están indicando su actitud distinta y contraria a la del seguidor. Sin embargo, se abre una puerta de Esperanza: Jesús “Se conmueve”, renuncia a la instrucción de sus discípulos para ocuparse él personalmente de una multitud que sigue sin entender su planteamiento sobre el Reino. Quiere encarnar el viejo sueño del pastor que anunció la profecía (Cf Ez 34,8,31), pastor extraño y del todo generoso. La ley termina por privar de sentido vital a la persona; la oferta de Jesús quiere restituir ese sentido.

Jesús, enseñaba “con calma” (v. 34b) aquí se traslucen las actitudes que en la misión de los doce debían haber estado presentes: el desprendimiento para no pensar en si mismo, la confianza en la persona en la que va orientada la misión, la ofrenda de la propia persona como cause para que el mensaje llegue al corazón de la persona y, sobre todo, el afán de ejercer una obra de liberación a quien a quedado en el desamparo vital por el abuso que sobre la vida ha ejercido la mecánica religiosa. Es la auténtica misión evangélica que Jesús quiere hacer con toda su persona, una misión que reconstruye a la persona, le devuelva la dignidad y la considere sujeto de posibilidades ultimas y plenas.

II. Conectando las lecturas

Como hemos visto el Antiguo Testamento nos presenta el mensaje profético iluminando la realidad social, cultural, y religiosa del pueblo Judío. El profeta les hace caer en la cuenta a los dirigentes que no han sido fieles al cumplimiento de las palabras escritas en la Torah, por el contrario se han aprovechado de la gente para sus propios beneficios. El Apóstol San Pablo señala que para ser pastor según el corazón de Dios debe seguir el perfil de Jesús Buen Pastor, que nos trae la paz. El Evangelio nos muestra la actitud de cada uno de los discípulos de ir más allá de lo que Jesús les había indicado. Por el informe que le presentan, el Señor ve la necesidad de llevarlos a un lugar solitario para reorientar la misión. Jesús se presenta como el verdadero Pastor que cuida de su pueblo. Hoy el pueblo de Dios es conciente de seguir a Jesús Buen Pastor. Somos discípulos que de acuerdo a la vocación que nos ha dado ejercemos realizamos nuestra misión en nombre de Cristo haciendo las veces de Él.

III. Preparemos nuestra celebración con cantos

(Los enlaces son responsabilidad de sus administradores o quienes los publicaron. Se colocan aquí como referencia)

Entrada: Nuestro encuentro con el Señor es motivo de alegría. Somos su pueblo, ovejas de su rebaño. Contamos con su presencia y protección. Puede entonarse: Alegría de vivir (Manuel E. Terry); Unidos en la fiesta (J. Madurga); Vienen con alegría (C. Gabarain).

Presentación de las ofrendas: Con amor te presento Señor (C. Erdorzain); Este pan y vino (C. Erdorzain).

Comunión: Jesús, el buen pastor (A. Mejía). Señor no soy digno (J. A. Espinosa). El Señor es mi fuerza (J. A. Espinosa). Fiesta del banquete (Erdozain).

Salida: Canción del testigo. Tú eres el Dios que nos salva (J. A. Espinosa). María música de Dios (Kairoi)

Autor: Padre Antonio Zuleta

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