Domingo XVII del tiempo ordinario Ciclo B
1. Introducción:
La escena de la multiplicación de los panes, también presente en los demás leccionarios, asume en el leccionario B un relieve especial, conectando la temática de Marcos con la de Juan. Sabemos que san Juan considera este hecho como el momento clave en el ministerio de Jesús: las multitudes le abandonan y sólo quedan los Doce, presididos por la fe de Pedro. Es, por lo tanto, coherente con la narración de Marcos: la crisis de Nazaret anuncia la crisis galilea.
2. Textos bíblicos:
a. Lectura del libro segundo de los Reyes 4,42-44.
En aquellos días vino un hombre de Bal-Salisá trayendo en la alforja el pan de las primicias veinte panes de cebada y grano reciente para el siervo del Señor. Eliseo dijo a su criado Dáselos a la gente para que coman. El criado le respondió: ¿Qué hago yo con esto para cien personas? Eliseo insistió: Dáselos a la gente para que coman. Porque esto dice el Señor: «Comerán y sobrará.» El criado se los sirvió a la gente; comieron y sobró, como había dicho el Señor.
Comentario
Eliseo enfrenta el problema del hambre en la tierra. Dos relatos breves relatan su poder.
A) La urgencia lleva a recorrer y recoger lo que se encuentre para comer. Así, uno del grupo trae algo sin saber lo que era y lo agrega a una olla común. El peligro de muerte por hambre se transfiere a la comida: ¡muerte en la olla, hombre de Dios! Eliseo, responsable, solicita una vez más la colaboración del necesitado. Un poco de harina sana el mal, y todos pueden comer.
B) Un benefactor trae para la comunidad primicias de pan, veinte panes de cebada y grano, que parecen al servidor de Eliseo poco para cien hombres. Eliseo repite su orden: da a la gente para que coman, pero ahora fundado en lo que dice YHWH: comerán y sobrará (v.43), que en una primera lectura parecía solo una estrategia de Eliseo.
El pasaje que se nos presenta este domingo está en sintonía con Dt 26 donde se vincula la ofrenda de las primicias con los tres ejes del credo a Yahvé: un Dios que actúa en la historia, que centra su atención en los desheredados de la tierra. Es como mirar a la raíz para reencontrar la verdadera función de la tierra y de lo que ella produce. Dt 26, 12 hace alusión al tercer año en el cual las primicias van destinadas a los excluidos del pueblo, en este caso, primero van destinadas al hombre de Dios, pero luego se desvía hacia los hambrientos. Detrás de este pasaje encontramos una reivindicación del sentido auténtico del suelo, del verdadero sentido de Israel como pueblo de Dios.
b. SALMO 144, 10-11. 15-16. 17-18
R. Abres tú la mano, Señor, y nos sacias de favores.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, /que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado, /que hablen de tus hazañas.Los ojos de todos te están aguardando,/tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,/ y sacias de favores a todo viviente.El Señor es justo en todos sus caminos,/es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,/de los que lo invocan sinceramente.
El salmista da los motivos de la alabanza, la grandeza del Señor se manifiesta en sus obras, hazañas, maravillas, terrores, inmensa bondad y justicia. Detrás de todas estas expresiones se encuentran las grandes acciones del Señor; la creación y, sobre todo, la liberación de Egipto, calificada siempre de “maravilla” y “hazaña”. La grandeza del Señor, por tanto, reside en su intervención en la historia, creando y liberando. El recuerdo de todas estas cosas, que pasa de generación en generación, mantiene vivas la alabanza y la celebración. Cada una de las partes del salmo insiste en las obras del Señor.
En la segunda parte, se alaba al Señor por su clemencia, su misericordia y su bondad. Se trata del convencimiento de que Dios permanece fiel al pueblo a pesar de sus infidelidades de sus aliados.
Se alaba la fidelidad del Señor, que se traduce en que es bondadoso en todas sus obras. Hay cinco acciones que caracterizan esta bondadosa fidelidad: el Señor sostiene, endereza, da alimento, abre la mano y sacia.
Se alaba al Señor justo en sus caminos y fiel en todas sus obras. Mediante los verbos se expresa esta justicia: está cerca de los que lo invocan, satisface los deseos de los que lo temen, escucha su grito y los salva, guarda a los que lo aman. La justicia del Señor es su alianza con quien lo invoca, lo teme, lo ama y clama a él.
Este salmo hay que cantarlo como alabanza, contemplando las obras de Dios, sus hazañas, sus maravillas, su grandeza, su clemencia, su bondad, su fidelidad y su justicia,; hay que alabar al Señor cuando vemos cómo su Reino echa raíces en la sociedad, cuando la gente tiene pan para comer, cuando se sostiene a los que caen, cuando se libera a los que viven doblegados y cuando se escucha el grito de los que claman.
c. Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 4,1-6.
Hermanos: Yo, el prisionero por Cristo, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos; sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo y lo penetra todo, y lo invade todo. Bendito sea por los siglos de los siglos. Amén.
Comentario
En esta sección la carta contiene la parte moral que configura al cristiano. Comienza con una exhortación a la unidad dentro de la pluralidad de dones y una invitación a vivir conforme a la condición del hombre nuevo en Cristo. Se hace necesario vivir la unidad en el amor. La unidad tiene sus exigencias, sin las cuales no puede conservarse. Son la humildad, que vence a la soberbia y al egoísmo, principio divisor que anida en lo más profundo del ser humano; la amabilidad, que crea y favorece la unión y la paciencia frente a las faltas de caridad que, dada nuestra naturaleza humana inclinada al amor propio y la diversidad de caracteres, son prácticamente inevitables.
La unidad es don de Dios, pero requiere por nuestra parte la colaboración de esas virtudes. En Ef 4,4-6 menciona todo un conjunto de fundamentos de la unidad en la Iglesia, conocida y clara para cualquier creyente: un bautismo, un solo Señor, un solo cuerpo místico, un solo Espíritu y una sola esperanza en la patria a que hemos sido llamados. La mención de las tres personas divinas señala la unidad de la Trinidad como la fuente última de la unidad, dentro de la pluralidad, que tiene que reinar en la Iglesia.
Así pues, la llamada a sobrellevarse mutuamente con amor pone sello cristiano a virtudes más o menos frecuentes en los correspondientes catálogos griegos y abre el camino para un nuevo y definitivo paso en la exhortación: la vocación cristiana impulsa y exige que se haga todo lo posible para mantener la unidad de espíritus, que tiene en el don divino de la paz su mayor fuerza y su expresión más concreta.
d. Introducción al Evangelio
Hemos venido meditando sobre el Evangelio según san Marcos, como corresponde al ciclo B, pero ahora que correspondería hacer lectura de la multiplicación de los panes, la Iglesia nos traslada al Evangelio según san Juan para hacer lectura tanto de la multiplicación de los panes como el discurso sobre el pan de vida. De manera que a lo largo de cinco domingos estaremos meditando sobre esta parte del evangelio.
Preparémonos para la lectura del texto: El sentido de las circunstancias de lugar y tiempo
A lo largo de todo el relato se van mencionando datos alusivos al lugar donde sucede la escena o el tiempo en que se realizaron. Observemos lo primero que nos presenta; el monte como escenario del signo.
El signo de la multiplicación de los panes, contado por el cuarto evangelio, tiene su paralelo con (Mt 14,13-21; Mc 6,30-44; Lc 9,10-17). La diferencia que nos presentan los evangelios sinópticos con el evangelio según san Juan se pone de manifiesto en el lugar. San Juan nos habla dos veces, de modo explícito, del monte donde sucede la escena; la primera vez es para mencionar la subida al monte donde Jesús se sentó con los discípulos (v.3); al final, de nuevo se hace regencia al monte adonde Jesús se retiró él solo (v.15).
De manera especial quiere mostrarnos a Jesús como el nuevo Moisés que sube al monte, que como señala allí se retiró él solo. Esta subida de Jesús al monte, él solo, evoca una vez más el encuentro de Moisés con Dios en el monte sinaí (Ex 19,3). La soledad de Jesús en el monte, de alguna manera, alude a su cercanía a Dios, ya que el estar solo en el cuarto evangelio, significa también el estar junto al Padre. La gente lo quiere hacer Rey, y él se escapa para estar a solas con Dios.
Se habla de la proximidad de la pascua. Se trata de una nota temporal, es característico en el ambiente judío el recuerdo del paso del mar rojo y el alimento del maná que se proporciona al pueblo en su camino. En el conjunto del relato se encontrarán frecuentes indicios del signo eucarístico, así se entiende la Eucaristía en el marco de la pascua.
Hace mención de la abundancia de la hierba. Es una nota que nos ayuda a entender que no es tan desértico, pero no solo eso, es que indica la primavera evocando la pascua. La escena nos invita a tomar en consideración a los personajes que actúan dentro del texto.
Presentación de los personajes: 1. Jesús: ya desde el principio la atención está fija en Jesús, “Jesús pasó a la otra orilla del mar” (v. 1). “Jesús subió al monte” (v.3ª). 2. Los discípulos “allí estaba sentado con sus discípulos” (v. 3b) . 3. La muchedumbre “una gran multitud” (v.2ª).
Evangelio: Lectura del santo evangelio según san Juan 6,1-15
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: ¿Con qué compraremos panes para que coman éstos? Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos? Jesús dijo: Decid a la gente que se siente en el suelo. Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo. Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
La iniciativa de Jesús y la realización del milagro
Jesús levantó los ojos y al ver la multitud le dice a Felipe: ¿Dónde vamos a comprar panes para que coman estos?” Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer” (6,5-6). La respuesta de Felipe indicando la dificultad de resolver l situación (6,7) y la indicación de Andrés remitiendo a un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces (6,8-9) son elementos narrativos que ponen además de relieve la importancia de estos dos apóstoles en el evangelio. La orden de Jesús de que se recuesta la gente y las precisiones acerca de la hierba abundante y acerca del número de participantes vuelven sobre el escenario (6,10).
El gesto de Jesús y el hecho del milagro se describen de la siguiente manera: “Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron” (6,11). El evangelista destaca la acción de tomar el pan y dar gracias. Este término, que no recuerda la Eucaristía, es ya una anticipación de la segunda parte del discurso. El relato sigue con una indicación de que se recojan los sobrantes y que se coloquen en doce canastos, sin duda para hacer referencia a la acción eclesial del cuidado de que no se pierda nada.
La reacción de la gente “al ver la gente la señal que había realizado, decía: Este es el profeta que iba a venir al mundo”(6,14). Esta aclamación para el evangelista tiene un doble sentido. Por una parte sería el reconocimiento del carácter mesiánico de Jesús. Pero por otra parte, es prueba de una esperanza mesiánica que busca más el éxito terreno que la salvación como don divino. Esto aparecerá en el discurso de Cafarnaúm.
La retirada de Jesús; el relato termina con la reacción de Jesús: “dándose cuenta de que intentaban venir a tomarlo por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo” (6,15). Entra aquí el tema de la naturaleza de la misión de Jesús. El no es un rey terreno sino el rey de la verdad (Jn 18,37). La descripción de Jesús que va al monte él solo es muy conforme con lo que conocemos por los evangelios sinópticos (Mc 6,46).
3. Preparemos los cantos para la celebración
a) Canto de entrada: Alrededor de tu mesa (F. Palazón) Juntos como hermanos (C. Gabarain)
b) Presentación de ofrendas: Un niño se te acercó (C. Gabarain). El milagro de los panes (Gen Verde). (Versión en italiano)
c) Comunión: Hambre de Dios (J. A. Espinosa). Señor tu eres el pan. Donde hay caridad y amor (J. Madurga)
d) Salida: A ti, Madre (M. Gonzales). María la madre buena (Kairoi).
Autor: Padre Antonio Zuleta
Me gusta la homilia. Es sencilla, facíl de entnder; pero bueno sería que nos expliquen un poco las reacciones opuestas de Felipe y Andrés frente a un mismo hecho y la aplicación a nuesra vida.
Gracias.