Domingo 21 del Tiempo Ordinario – Ciclo B

XXI domingo del tiempo ordinario

Señor, ¿A quién vamos a ir? Sólo tú tienes palabras de vida eterna.

Los últimos versículos del capítulo sexto de san Juan son un tejido de reacciones: reacción cafarnaítica, reacción de Jesús, reacción de las multitudes, reacción de los discípulos, reacción de Pedro. De entre todas ellas, la de Jesús y la de Pedro son las positivas. Las demás son reveladoras de los diferentes tipos de dificultades que rodean a la aceptación de Jesús.

I. Lectura del libro de Josué 24,1-2a. 15-17. 18b.

En aquellos días Josué reunió todas las tribus de Israel en Siquén y llamó a los ancianos, a los jefes, a los jueces, a los magistrados para que se presentasen ante Dios. Josué dijo a todo el pueblo: Si no os parece bien servir al Señor, escoged a quién servir: a los dioses a quienes sirvieron vuestros antepasados al este del Eufrates o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis. Yo y mi casa serviremos al Señor. El pueblo respondió: ¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la esclavitud; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre los pueblos por donde cruzamos. Nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios.

I.1. Comentario:

Contexto: Las tribus que siguieron el camino con Josué tomaron la decisión de servir al Señor y, para ello realizaron un pacto. Este pacto contribuyó al nacimiento de la asociación israelita: unión religiosa de las tribus, pero conservando cada una su autonomía política.

Josué 24 interpreta los momentos más importantes de la historia del pueblo elegido siguiendo el modelo literario de alianza de los pueblos orientales. Conviene leer el capítulo entero, prescindiendo de los recortes que hace el texto litúrgico.

Se abre el relato con un prólogo en el que Josué manda al pueblo congregarse para una celebración litúrgica (v. 1). El Señor que se reveló en el Sinaí va a convertirse, en Siquem, en el Dios de todas las tribus: de las que nunca salieron de Palestina y de las que emigraron a Egipto, tanto de las que volvieron a las órdenes de Josué como por su cuenta. Así el santuario de Siquem adquirió una gran importancia en la vida del pueblo (cfr. Gn 12, 6ss.; 33, 18 ss). Tras la presentación del gran soberano, Dios (v. 2a), se recuerdan las más importantes gestas históricas realizadas por el Señor en el pasado (vs. 2b-13). Mirando con detención a la historia se descubre la mano divina: todas las grandes obras narradas en el Génesis y en el Éxodo son puro don divino, no esfuerzo humano (v. 13; cfr; Dt. 6, 10 ss.). Y ante tanto beneficio divino la adecuada respuesta humana debe ser el servicio al Señor: el «pues bien» del v. 14 introduce el mandato-respuesta del servicio. En el diálogo entre Josué y el pueblo (vs. 15-24) éste se compromete libremente a servir de forma exclusiva al Señor (vs. 21, 14). Termina este relato con la puesta por escrito del documento y con la invocación de los testigos.

Toda la historia del pueblo ha sido puro don divino, por eso de gente agradecida es el saber corresponder con el servicio a Dios y no a las otras divinidades. No se trata de un servicio impuesto sino de una libre, sincera y madura elección. Servir al Señor es tarea muy ardua ya que no quiere ser uno más sino el único, y Josué insiste en esta dificultad. El pueblo, también de forma reiterativa, expresa su libre elección (vs. 16, 21, 24).

II. SALMO RESPONSORIAL
Sal 33,2-3. 16-17. 18-19. 20-21. 22-23

R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.

Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.

Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará.

La maldad da muerte al malvado,
y los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.

II. Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 5,21-32.

Hermanos: Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. El se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.» Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.

III. 1. Comentario:

Esta sección contiene una serie de consejos para cada uno de los componentes de la familia cristiana. Se extiende sobre todo en los deberes de los esposos, seguramente porque ve en su unión una figura de la unión de Cristo con la Iglesia tema éste fundamental en la teología de la carta.

Ef 5,21 establece el principio que debe regular las relaciones entre los diversos miembros de la familia cristiana y que consiste en vivir en el “temor de Cristo”, evocando el amor que nos merece aquel que vivió y se entregó por la salvación de los que crean en él, modelo de sumisión, de espíritu de sacrificio y de amor.

En Ef 5,22-24 se refiere a los deberes de la mujer. Esta debe obedecer y respetar al marido como hace la Iglesia con Cristo. Lo fundamenta en la doble razón: señalando que el marido es cabeza de la mujer como Cristo lo es de la Iglesia, y en el ejemplo de la sumisión no niega ni quita la libertad que en pleno derecho compete a la mujer, así por su dignidad de persona humana como por sus nobles funciones de esposa, madre y compañera. Siendo el varón la cabeza la mujer es el corazón de la familia.

Algunas afirmaciones en relación con la mujer, y que a primera vista pueden parecer discriminatorias, han de entenderse en el contexto socio-cultural en que se escribe la carta. Su autor parte de la situación de su tiempo, en la que el hombre tenía el papel directivo y moderador y la mujer le estaba subordinada. Lo novedoso en este texto es la perspectiva religiosa. A ambas partes se exhorta a vivir esa ordenación a partir de la fe. El marido debe entender su papel directivo como un camino para la salvación, según el modelo de Cristo; y la mujer debe prestar su obediencia como si fuera un servicio de sumisión hecho directamente a Cristo. Es claro que hoy Pablo no se habría expresado en esos términos. El apóstol tenía muy clara la idea de la igualdad del hombre y de la mujer, de sus derechos y obligaciones (Gal 3,28). Pero su aplicación práctica en todas sus consecuencias y detalles no era fácil en aquella sociedad en la que se infravaloraba tanto a la mujer. Como ocurría también con la esclavitud, tuvo que pasar largo tiempo para que los principios llegaran a su plena efectividad práctica.

En Ef 5,25-31 recoge los deberes de los maridos. Les propone como modelo del amor a sus mujeres el amor de Cristo y de la Iglesia, que se entregó a sí mismo por ella a la muerte. Efecto de ese amor ha sido santificarla mediante el baño del agua. La expresión evoca la costumbre de los griegos de conducir al baño a la novia la víspera de la boda, pero el autor la relaciona con el bautismo, que lava los pecados. Como Cristo forma un cuerpo con la Iglesia; así el marido viene a formar una sola cosa con su esposa. Por ello al amar a su mujer se ama a sí mismo. Y como Cristo cuida y alimenta a la Iglesia, como se muestra solícito por ella, así debe el marido conducirse con su mujer. Esa unión íntima que Dios ha puesto entre los cónyuges ha de ser la razón de su mutuo amor. Una unión tan perfecta que vienen a ser los dos “una sola carne”, un amor tan grande que cada uno dejará a sus padres para formar juntos un nuevo hogar.

En Ef 5,31-32 Pablo descubre su sentido más profundo que en Gen 2,24; el matrimonio, la unión de los esposos, tal como Dios lo estableció al principio, constituye una prefiguración de la unión de Cristo con la Iglesia. Ahí radica el gran misterio. Y de esa perspectiva deriva el apóstol los deberes radicales del amor y la fidelidad que han de profesarse los esposos, en un perfecto cumplimiento del precepto del amor.

IV. Lectura del santo Evangelio según San Juan 6,61-70

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso? Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban les dijo: ¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede. Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: Señor; ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos. Y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.

IV.1. Comentario

El pasaje evangélico de este domingo cierra el gran discurso joánico llamado “pan de vida” en el que se ha querido hacer ver que la asimilación de la historia de Jesús, su carne y sangre, es camino para generar su fe y salvación. Eso deriva en la certeza creyente de que la historia en general es la que se constituye en cauce de salvación. Se muestra así que la fe cristiana es una fe histórica, un esfuerzo y una colaboración por hacer de este “ahora” el cauce para el “todavía no” de lo pleno. El texto de hoy refleja las consecuencias de estos planteamientos en la comunidad, la crisis de la comunidad y su resolución de seguir con Jesús, lo que puede abrirles a horizontes nuevos de vida.

Lo que es “inaceptable” no es tanto el modo de decir que es preciso “comer la carne y beber la sangre” de Jesús cuanto los contenidos (v.60). A la comunidad de seguidores les resulta inaceptable que asumir la historia pobre de Jesús y suya sea camino para la salvación. Sus expectativas mesiánicas, cultivadas durante siglos, habían llevado a creer que solamente por el camino de la gloria y del poder se podría llegar al triunfo mesiánico. Los discípulos esperaban sacar de ahí partido. Cuando lo que se les ofrece es un camino de historia pobre, la decepción brota imparable.

Jesús se da cuenta de la crisis en que se ha sumido a la comunidad y ve que también el discipulado se suma a la “crítica” de los dirigentes judíos (v.61). La increencia del corazón sale a la luz cuando se lo pone a prueba. Desde ahí, Jesús emplea un argumento que va directo al núcleo de la adhesión: el “subir”, el triunfo que pasa por la muerte, ha de ser, de hecho, mucho más escandaloso (v.62). Si el discipulado no puede aceptar que el cauce de la historia pobre sea el camino de la salvación, ¿cómo va a poder soportar el golpe de la muerte afrentosa de la cruz?

Con la oposición carne/espíritu se quiere volver a explicar lo que está ocurriendo (v.63). La “carne” es, en este caso, la realidad humana sin capacidad de entrega, la mirada carnal, interesada, egoísta, anhelante de triunfo, sobre la que se asienta el sueño mesiánico del discipulado. Por el contrario, el “espíritu” refleja a la persona capaz de entregarse y de darse del todo a los demás. Esta segunda dirección es la que lleva a la vida plena. Desde aquí se puede pensar en crear un reino nuevo, una sociedad mesiánica en beneficio del todo de la historia.

El v. 64b apunta a la realidad de Judas como el que no cree. Pero en realidad, todo el discipulado está en semejante situación; aunque no lleguen a traicionar a Jesús como Judas, en realidad llevan dentro el germen de la traición mientras no se animen a dar pasos en la dirección de la entrega a Cristo en su historia. Es posible acceder a esta espiritualidad solo si hay una fuerte experiencia de encuentro con Jesús. El Padre quiere suscitarlo continuamente (v.65); se realizará en el Espíritu de Jesús que el Padre concede a sus discípulos. Estos deberían saber captar el trabajo que Dios esta haciendo con ellos, siendo consecuentes con el mismo, generar en su propia persona la idéntica experiencia de Jesús que ha salvado a la historia lanzándose sin reservas al amor a la vida humana no avergonzándose de la pobreza de Cristo.

Por dolorosa que resulte, no extraña la reacción de la mayor parte de los seguidores de Jesús: lo abandonan y ya no andan con Él (v.66). Este abandono no es tanto prueba de un fracaso cuanto de una verdad. Si se hubiera propuesto como camino mesiánico, el camino del poder los seguidores hubieran sido multitud; al proponer el difícil camino de la historia pobre los que abandonan esta senda difícil son mayoría. Jesús no rebajara las exigencias del planteamiento porque sería dar marcha atrás en la incoherencia del poder.

La breve escena final ocupa en Juan el lugar que los sinópticos ocupa la confesión de Pedro: viene después de la multiplicación de los panes, cambia la localización. Jesús pregunta. Pedro hace una profesión de fe, pronunciando un titulo de Jesús, “El consagrado”, que equivale a Ungido o Mesías. No es Pedro el Satán si no judas el traidor.

IV. 2. ¿A quien vamos a ir?

El tema común de las lecturas de este domingo es la toma de decisión. Se ve en la lectura de Josué: los pone ante la alternativa de servir a Dios o a los dioses paganos ante los que se sentían fascinados Josué y su familia eligieron servir al Dios que los había sacado de la esclavitud.

La segunda lectura nos habla también de una decisión: la que toman mutuamente un hombre y una mujer cuando se casan, el Apóstol enseña que esa decisión radical que toman el uno por el otro es un símbolo de la elección que Cristo hizo por su iglesia. La relación ideal entre los esposos es semejante a Cristo y a la Iglesia.

El Evangelio nos habla de la decisión que tomó un grupo de discípulos al abandonar a Jesús, porque habían quedado escandalizados por sus palabras, ante eso, Jesús pregunta a los doce: ¿También ustedes quieren irse? Pedro, responde en nombre del grupo ratifica su adhesión a Cristo “Señor ¿A quien vamos a acudir? Tu tienes palabras de vida eterna”.

Así pues lo más difícil no es tomar una buena decisión, sino permanecer fiel a ella a lo largo de los años y hasta el final de nuestra vida.

V. Preparemos la liturgia dominical

La alianza es relación que está siempre naciendo. Nace en la respuesta de cada generación, de cada hombre. Decir sí es hacer propia la salvación que ya otros vivieron, y es hacer pueblo de Dios

Entrada: Nueva Creación (C. Gabarain). Vienen con alegría (C. Gabarain)

Las relaciones entre marido y mujer están reguladas por el amor mutuo al mismo nivel. La «sumisión» de la mujer al marido tiene por modelo la sumisión al Señor; sumisión que, lejos de humillar, ennoblece.

Presentación de dones: Con amor te presento Señor (C. Endorzain). Este pan y vino (C.-Endorzain).

Muchos discípulos de Jesús, después de profesarse cristianos, se echan atrás. Juzgan él Evangelio inaceptable. Sin fe suficiente también es inaceptable la Eucaristía. Sin embargo, el creyente auténtico, reunido en comunidad, cree en las palabras de vida del Señor.

Comunión: Tú eres nuestra pascua (L. Elizalde) ¿A quién iremos (A. Mejía) Si vienes conmigo (G. Gabarain). Himno de la juventud (J. M. Seguido). Acerquémonos todos al altar (F. Palazón).

Salida: Arcilla entre tus manos (Kairoi). Hoy te quiero cantar (C. Gabaraín)

5 comentarios sobre “Domingo 21 del Tiempo Ordinario – Ciclo B

  1. Disculpe solo queria saber si ustedes tienen moniciones para las misas de lod domingo que me puedan proporcionar y manadr por mi correo gracias y que Dios los bendiga

  2. hola que el señor les bendiga a todos, soy lectora de mi parroquia y quisiera saber si saben de alguien que enseñe a cantar los salmos , o donde poder acudir para poder cantarlo en mi parroquia , espero su respuesta y sin otro particular me despido de ustedes. gracias.

    1. Bendiciones.
      Con respecto a los salmos, se ha elaborado un material de audio para los salmistas que puede encontrarlo en la Librería Loyola (7av. 3-03 zona 1) o en la Iglesia San Agustín (11 calle 4-45 zona 1. La oficina queda sobre la 4a. calle).
      Recomendamos también adquirir el libro del salmista que contiene las partituras y el texto indicando donde deben ir las flexiones en cada línea.
      Espero que sea de su ayuda.

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