XXII domingo del tiempo ordinario
«Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí»
I. Introducción
El evangelio de este domingo vigésimo segundo ordinario nos presenta la polémica de Jesús con los escribas y fariseos sobre los mandamientos de Dios y la observancia de los preceptos religiosos introducidos por los hombres. A Jesús le acusan de que tolera la libertad de sus discípulos respecto a las prescripciones religiosas y rituales, que habían sido codificadas en una larga y minuciosa tradición. «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen tus discípulos la tradición de los mayores?».
Hay que tener presente que en tiempos de Jesús habían proliferado normas de puritanismo legal, hasta el punto de constituir un peso insoportable para la mayoría del pueblo. Tales prescripciones minuciosas habían sofocado el espíritu de la Ley divina, que en vez de ser signo de liberación y de alianza, se había convertido en vínculo de esclavitud. La religión judía era atadura y obligación, en vez de ser gracia y alabanza. Para el cristiano la verdadera religión consiste en reconocer la iniciativa de Dios, su gratuidad y salvación.
II. Lectura del libro del Deuteronomio 4,1-2. 6-8.
Habló Moisés al pueblo diciendo: Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os mando cumplir. Así viviréis y entraréis a tomar posesión de la tierra que el Señor Dios de vuestros padres os va a dar. Estos mandatos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos ellos, dirán: Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente. Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de nosotros siempre que lo invocamos? Y, ¿cuál es la gran nación, cuyos mandatos y decretos sean tan justos como toda esta ley que hoy os doy?
II.1. Comentario
La ley de Moisés, o «Torah» en hebreo, era entendida como un todo que señalaba al hombre cuál era la voluntad de Dios, el proyecto de vida que el Señor trazaba para su pueblo para que pueda vivir en comunión con él. Cumplir la Torah era para el pueblo hebreo la manera concreta de vivir en comunión con Dios, manifestar su fidelidad en la vida de cada día. La verdadera Sabiduría, que presentaba como ideal de vida todo el movimiento sapiencial, hallaba su concreción en las prescripciones de la Ley de Moisés. El ideal del sabio era vivir según los mandamientos y decretos de la Torah (cf. Sir 24,23 y Ba 4,1-4). Por todo ello el autor del Deuteronomio puede afirmar que Dios se hace presente en el pueblo de Israel por medio de su Torah. Cumplir la Ley de Moisés será, para la mentalidad judía, la manera de hacer presente y de acercar a Dios al mundo, a las naciones, y de aproximar más y más el Reino definitivo de Dios al mundo entero.
Moisés en la primera lectura reivindica el seguimiento de los mandamientos de Dios con un argumento que a primera vista puede parecer sorprendente: no porque Dios lo haya mandado, sino que por si mismos se ve que son buenos, que valen la pena. Hasta el punto que, en estos mandamientos, se muestra como Dios no es un Dios arbitrario que manda cosas porque sí, sino que el mandamiento de Dios es que el hombre viva de la manera más humanizadora. ¡El Dios de Israel es el Dios que se manifestó precisamente liberando a su pueblo de la esclavitud!
Encontramos en primer lugar, los preceptos y mandatos; así se anuncia la parte legal del libro, el llamado “código deuteronómico” que será presentado más tarde y que pretende reordenar los comportamientos y la vida del pueblo. En segundo lugar aparece “la sabiduría e inteligencia” de modo que nos introduce dentro del mundo de la interioridad, de las motivaciones, de la enseñanza, la sabiduría y el arte de la vida. Por último la “cercanía de Dios”; una y otra vez, el Deuteronomio traerá a la memoria las acciones que Dios ha realizado a favor de su pueblo con la intención de recuperar la centralidad de Yahvé en su vida. La posesión de la tierra e incluso la propia vida dependen de que se tome en serio o no la reforma.
III. SALMO RESPONSORIAL Sal 14,2-3a. 3cd-4ab. 4c-5
R/. Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones, leales
y no calumnia con su lengua.El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor.El que no retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.
III. 1. Comentario:
Los peregrinos subían a Jerusalén y antes del ingreso al templo preguntaban al que los recibía: ¿cuáles eran los requisitos para el ingreso y permanencia en el templo? El sacerdote respondía enumerando estos requisitos. 1. ser íntegro; 2. practicar la justicia; 3. hablar con sinceridad; 4. no calumniar; no hacer mal al prójimo; 6. no difamar al vecino; 7. despreciar al malvado (es decir, no asociarse con él); 8. honrar a los que temen al Señor; 9. mantener lo que se ha jurado (tal vez como testigo en el tribunal); 10. no dar marcha atrás con respecto al juramento, aunque esto vaya en daño propio (pérdida del dinero, de fama , de honor,); 11. no prestar dinero con interés ( el Antiguo Testamento ve en ello una forma de avaricia); 12. no aceptar (en un juicio) soborno contra el inocente.
Estas condiciones comienzan hablando de una integridad que se manifiesta en el exterior. Se trata de una ética que conduce a una práctica, práctica que se traduce en unas relaciones de justicia y que abarca todos los ámbitos de la vida: el ámbito social (no hacer daño, no difamar, etc.), el ámbito económico (no prestar cobrando intereses) y el jurídico (no dejarse comprar por los corruptores que pretenden eliminar al inocente). Esto es religión. Las condiciones exigen un respeto absoluto del ser humano y de la vida en todas sus dimensiones. La calumnia y la difamación son tan destructivas como la usura, la avaricia, los sobornos y la corrupción.
Se ve como en el antiguo testamento al igual que en los tiempos de Jesús había quienes defendían una religión de ritos, que se unían a la divinidad en el cumplimiento de la ley. Este salmo dice que, caminando por la senda de la integridad, de la justicia y de la verdad, se llega a la verdadera religión.
IV. Lectura de la carta del Apóstol Santiago 1,17-18. 21b-22. 27.
Queridos hermanos: Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los Astros, en el cual no hay fases ni períodos de sombra. Por propia iniciativa, con la Palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de sus criaturas. Aceptad dócilmente la Palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.
IV. 1. Comentario: Llevad a la práctica la palabra
Empezamos hoy a leer la carta de Santiago que continuaremos en lectura semicontinua durante cuatro domingos más. Se trata de una carta poco conocida.. Halla su unidad de fondo en la sabiduría cristiana, entendida como sentido práctico, como mentalidad madurada en la reflexión y en la plegaria, que se expresa en una valoración concreta de las circunstancias y tiende a resoluciones prácticas en la vida de cada día.
Santiago pasa a considerar la eficacia de la palabra, el oyente del evangelio al poner en práctica el mensaje de Jesucristo demuestra su auténtica religiosidad. Por eso contrapone la verdadera y la falsa piedad, la religiosidad vana y la pura y sin mancha. La religiosidad agradable a los ojos de Dios tiene un alto contenido social, ya que se pone de manifiesto en la ayuda prestada a los huérfanos y viudas en su aflicción. En este sentido Santiago retoma un tema característico del Antiguo testamento, como la ley y los profetas que, exige una ayuda práctica a los que viven en la miseria o son víctimas de la injusticia y la opresión.
V. Lectura del santo Evangelio según San Marcos 7,1-8a. 14-15. 21-23.
En aquel tiempo se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos letrados de Jerusalén y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras (es decir, sin lavarse las manos). (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.) Según eso, los fariseos y los letrados preguntaron a Jesús: ¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen tus discípulos la tradición de los mayores? El les contestó: Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito:
Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres. En otra ocasión llamó Jesús a la gente y les dijo: Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro del corazón del hombre salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.
V. 1. Comentario.
Tras un paréntesis de cinco domingos, retomamos a Marcos. Y lo hacemos con un texto en el que el autor se ha visto obligado a dar a sus lectores una serie de explicaciones sobre usos y costumbres judíos (vs. 2-4). Esto tiene un primer significado evidente: Marcos no escribía para judíos. Pero, por esto mismo, los que no somos judíos corremos el riesgo de asistir como espectadores con quienes no va la cosa. Por eso, si queremos comprender el texto, habremos de situarnos en ese ámbito de emotividad e intangibilidad que tiene siempre toda tradición. De la tradición, en efecto, se trata de más allá del caso concreto de comer sin lavarse las manos. ¿Por qué no siguen tus discípulos la tradición de los mayores? Si hay un pueblo para quien la tradición es importante, éste es el pueblo judío.
Desde el comienzo del relato, el evangelista no deja lugar a dudas de que se debe rechazar la acción de los adversarios de Jesús. Ellos, están influenciados por su egoísmo, por su posición económica y social. La descripción de los vv. 1-4, y sobre todo la explicación de las costumbres, permite suponer que el “lavarse las manos antes de comer” no se hace entre los lectores cristianos del evangelio según san Marcos.
El punto de partida es la pregunta que se sugiere a los cristianos acerca de su práctica religiosa: ¿conocen o incluso favorecen esas “prescripciones humanas”, muchas de ellas con un marcado acento de prácticas externas y “mecánicas”? En los versículos 6-8 aplicando el texto del profeta Isaías 29,13 a los fariseos, se muestra que la Palabra de Dios en la Escritura condena esa acción. Se advierte a los oyentes sobre las meras “confesiones de labios” de la fe, en las cuales “el corazón” se queda lejos.
El ser humano decide en el corazón las acciones correctas vv.14-15 : la enseñanza de Jesús con las explicaciones, va mucho más allá del no lavarse las manos. Con esto se amplía también el punto de partida de la orientación de los oyentes.
El principio para valorar la acción moral y religiosa es la intencionalidad humana: sólo el interior del hombre como origen de la decisión humana constituye un valor para Dios. Todas las prácticas y comportamientos exteriores deben juzgarse según procedan o no del interior y según se adapten o no al mandamiento central. No hay preferencias sociales ante Dios. “Pureza y santidad”, valores religiosos, no pueden ser sencillamente impuestos “desde fuera”.
Jesús se vuelve radicalmente contra leyes y tradiciones que no están enraizadas en el centro de los mandamientos, sino originadas por simple egocentrismo “humano” y que buscan ventajas personales a costa de los demás. Con mayor razón, Jesús condena el fingimiento y la falsedad de las personas que buscan fundamentar esas ventajas “en nombre del templo”, es decir, de la fe.
La añadidura de los vv. 21-23 ahonda en esa dirección: es la conducta injusta lo que realmente mancha a la persona. Por eso, la relación con Dios no depende del cumplimiento exacto de las normas religiosas cuanto de las actitudes interiores, solidarias, en las que se va situando la persona. Se confirma una vez más aquello de que Jesús no quiere tanto ofrecer una nueva religión cuanto una nueva relación. La relación humanizadora es la que crea comunidad y elimina cualquier clase de discriminación entre las personas.
El oyente del evangelio debe convencerse de prestar atención a la libre decisión de la persona, de su “corazón”. Se trata de reflexionar , considerando las cosas, obrando de acuerdo al mandamiento principal del amor a Dios y al prójimo, que relaciona e ilumina los otros mandamientos y pone cada uno y cada cosa en su lugar.
VI. Preparamos los cantos de la liturgia dominical
Canto de entrada: Canta Jerusalén (Kairoi) Llegará la libertad (J.A. Espinosa) Presentación de dones: Pan y vino de amor (Brotes de olivo). Nada tenía (P.E. Zezinho). Comunión: Donde hay caridad y amor (J. Madurga). Cristo libertador (C. Erdozain). Eucaristía (A. Luna). Salida: Canción del testigo (J. A. Espinosa) Madre de los hijos pobres (Kairoi)