Domingo 23 del Tiempo Ordinario – Ciclo A

Domingo vigésimo tercero del tiempo ordinario ciclo A

«Si yo falto al amor o falto a la justicia, me aparto infaliblemente de Ti, Dios mío, y mi culto no es más que idolatría.

Para creer en Ti, tengo que creer en el amor y en la justicia; vale mil veces más creer en estas cosas que pronunciar Tu nombre.

Fuera de ellas es imposible que te encuentre; y quienes las toman por guía están en el camino que lleva hasta Ti».

1. Oración:

Oh Dios que por Jesús nos has dicho: “todo lo que aten en la tierra, el Cielo lo tendrá por atado”; haz que tu Iglesia sienta sobre sí la responsabilidad de ser generosa como Tú, y de no imponer a tus hijos, nuestros hermanos y hermanas, “más cargas que las necesarias”, haciéndoles experimentar que “donde está tu Espíritu está la libertad”. Por Jesucristo nuestro Señor.

2. Liturgia de la Palabra

La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre nuestra corresponsabilidad comunitaria. La fe es una respuesta personal, pero se vive en el seno de una comunidad. Por eso todos somos responsables de la vida de cada hermano.

1ª  lectura (Ez 33, 7-9): ¿Hasta dónde llega la responsabilidad del que habla en nombre del Señor? ¿Es necesario nuestro testimonio cristiano? Las palabras del profeta Ezequiel nos pueden ayudar a encontrar respuesta a estas preguntas.

2.1.  Lectura de la profecía de Ezequiel 33, 7-9

Así  dice el Señor: «A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al malvado: «¡Malvado, eres reo de muerte!», y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida.»

Ezequiel es profeta del exilio. Se presenta como el vigilante de su pueblo. También otros profetas han utilizado esta imagen para caracterizar su misión. La actitud vigilante es un rasgo del auténtico profeta. Estar atento a lo que pasa para alertar y prevenir al pueblo. El profeta verdadero está siempre atento a escuchar la Palabra de Dios. Lee los acontecimientos de la historia y los interpreta a la luz de la Palabra de Dios. El vigilante, celador, velador, centinela o como se le llame en nuestro medio está pendiente de los peligros que acechan al pueblo. Por eso, el profeta es responsable directo de lo que le pueda pasar. El profeta tiene la misión de abrir los ojos. Pero también el pueblo puede aceptar o rechazar la interpelación profética. Lo que no está bien es pasar por alto el peligro.

2.2. Salmo responsorial Sal 94, 1-2. 6-7. 8-9 (R.: 8)

R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón.»

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. R.

Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R.

Ojalá  escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masa en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.»  R.

2ª  lectura (Rom 13, 8-10): Una vez más nos habla el apóstol de lo que tenemos que hacer para cumplir todo lo que Jesús nos dice en el Evangelio: amar. Escuchémoslo en esta breve lectura.

2.3. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 13, 8-10

Hermanos: A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás» y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo. » Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera.

Pablo en la carta a los Romanos invita a los creyentes que edifiquen su vida sobre la base del amor para que puedan responder a los desafíos del momento histórico que a cada creyente y a cada comunidad le toca vivir. El amor es resumen, síntesis vital, compendio de todo tipo de precepto de orden religioso. Así, Pablo entra en perfecta sintonía con la propuesta evangélica. Ciertamente que no es un rechazo rotundo de la ley. Pero el amor supera la fuerza de la ley. Quien ama auténticamente no quiere hacerle daño a nadie. Por el contrario, siempre buscará la forma de ayudarle a crecer como persona y como creyente. La conversión, la metanoia, es cambio rotundo de mente y corazón. Quién se convierte asume el amor como única “norma” de vida. El amor se traduce en actitudes y compromisos muy concretos: servicio, respeto, perdón, reconciliación, tolerancia, comprensión, verdad, paz, justicia y solidaridad fraterna.

  Evangelio (Mt 18, 15-20): ¿Cómo actuar a la hora de corregir al hermano? ¿Tiene la Iglesia poder de perdonar los pecados? Escuchemos lo que nos dice el evangelio de hoy.

2.4. Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. »

El evangelio de Mateo nos presenta el pasaje que se ha denominado comúnmente la corrección fraterna. El Texto revela los conflictos internos que vivía la comunidad mateana. Nos encontramos, entonces, ante una página de carácter catequético que pretende enfrentar y resolver el problema de los conflictos comunitarios. El pecado no es solamente de orden individual o moral. Aquí se trata de faltas graves en contra de la comunidad. El evangelista pretende señalar dos cosas importantes: no se trata de caer en un laxismo total que conduzca al caos comunitario. Pero tampoco se trata de un rigorismo tal que nadie pueda fallar o equivocarse. El evangelista coloca el término medio. Se trata de resolver los asuntos complicados en las relaciones interpersonales siguiendo la pedagogía de Jesús. No es un proceso jurídico lo que aquí se señala. El evangelista quiere dejar en claro que se trata ante todo de salvar al trasgresor, de no condenarlo ni expulsarlo de entrada. Es un proceso pedagógico que intenta por todos medios salvar a la persona. Ahora bien, si la persona se resiste, no acepta la invitación, no da signos de arrepentimiento… entonces sí la comunidad se ve obligada a expulsarse de su seno. Al no aceptar la oferta de perdón la persona misma se excluye de la comunión.

Nuestro compromiso como creyentes es luchar por la verdad. Nuestras familias y comunidades cristianas deben ser, ante todo, lugares de reconciliación y de verdad. Exigir respeto por las personas que se equivocan pero que quieren rectificar su error es imperativo evangélico. Tampoco se trata de caer en actitudes laxistas o que respalden la impunidad. Pero ante todo, el compromiso con la justicia, la verdad y la reconciliación es una actitud profética.

¿Cómo vivimos los valores de la verdad, la justicia, la reparación y la reconciliación al interior de nuestras comunidades? ¿Qué actitud asumimos frente a los medios de comunicación que manipulan y tergiversan la verdad? ¿Nos sentimos corresponsables de la suerte de nuestros hermanos?

El evangelio de hoy habla también de la comunidad como sujeto de perdón: «Todo lo que aten ustedes en la tierra será atado en el cielo…». Puede ser una oportunidad interesante para hablar tanto de la grave crisis que atraviesa este sacramento en la práctica más extendida en la Iglesia, como de la posibilidad y legitimidad de la reconciliación comunitaria.

Reflexiones:

El profeta Ezequiel llama a Dios «El Señor»

Los cristianos llamamos a Jesús «El Señor» porque El es Dios. En su tiempo algunos llamaban a Jesús maestro, porque aun no le conocían.

La diferencia entre maestro y Señor es abismal:

El maestro imparte conocimientos pero el alumno toma lo que quiere y sigue su vida por su cuenta.   El Señor exige, como escuchamos en el Evangelio la semana pasada, que sus discípulos mueran a si mismos, tomen su cruz y le sigan.

El cristiano no solo aprende de Jesús sino que se somete en todo a El, reconociéndolo como Dios, la sabiduría encarnada. El es la Cabeza y nosotros su cuerpo.

Muchas personas reconocen a Jesús como maestro y practican muchas de sus enseñanzas, pero no son cristianos. No le reconocen como Dios, se sienten libres de rechazar las doctrinas que no les acomoden. Basándonos en este criterio, ¿soy yo cristiano o solo admirador del maestro Jesús?

Reconocer a Jesús como Señor y someternos a su doctrina y moral es la base para entender el Evangelio de hoy. Porque el propósito de Jesús para la corrección entre los hermanos es que se ayuden a evitar el error para caminar en la verdad.

No confundamos la corrección con el reproche.

La corrección es por amor, ayuda reconocer lo que esta mal para poder reanudar el camino.  El reproche nace del propio ego herido. Causa resentimientos y división porque no es de Dios.

No confundamos la corrección con el chisme y la calumnia

«No habléis mal unos de otros», dice la Escritura (St 4,11).

Con gran frecuencia se habla mal de otros. Se calumnia, dando por probado aquello que no lo es o exagerando la culpa.  

Fácil hablar de otros a su espalda. La corrección siempre se hace con el hermano presente. 

RECIBIR CORRECCION. Si bien el Evangelio hoy llama a la corrección, también llama a que seamos capaces de recibir corrección. Eso no nos gusta.

Sin embargo, ser capaces de recibir con agradecimiento y humildad la corrección es señal de  madurez cristiana

Nadie debe corregir si no es capaz de ser corregido. El resultado de la corrección dada al hermano depende de el. Pero el resultado de la corrección recibida depende de nosotros

Para entender la corrección cristiana hace falta recordar otras dos enseñanzas del Evangelio

1-PRIMERO DEBEMOS CORREGIRNOS NOSOTROS MISMOS. «¿Cómo es que miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que saque la paja que hay en tu ojo’, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo?» (Lc 6, 41 s.).

2-PERDON. Ante el pecado del prójimo, el primer deber no es la corrección, sino el perdón.  Dice Jesús que hemos de perdonar 70 veces 7

Una vez que hemos considerado seriamente la actitud necesaria para la corrección: estamos dispuestos a recibir corrección, a corregirnos a nosotros mismos y a perdonar, entonces debemos considerar si el Señor nos está llamando a corregir a un hermano para ayudarle a salir del error.  No siempre es nuestro lugar hacerlo.

Pero si el Señor nos manda a corregir y no lo hacemos, el nos pedirá cuenta por nuestra negligencia (primera lectura).

La corrección es un deber hacia personas que están bajo nuestra autoridad o con las que tenemos una relación cercana.

Es un deber de los padres con sus hijos «¿Qué hijo hay a quien su padre no corrige?» (Hb 12,7); 

Corregir a los jóvenes es ayudarles a formarse en virtud, los buenos hábitos y evitar lo opuesto. «Endereza la planta mientras está tierna, si no quieres que crezca irremediablemente torcida». Claro que el joven necesita saber que quien le corrige en verdad le ama.

Repréndele a solas». Esto es por respeto a la persona y su relación ante los demás.  Da a la persona la posibilidad de explicarse.

San Pablo, en la segunda lectura, nos enseña como conducir todas las relaciones fraternas: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo. » Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera.

Oración final:

Oh Dios, insondable Misterio último, a quien llamamos Padre de todo lo existente, como Fuerza suprema de la Vida, que suscita el caos y promueve la convergencia de todo hacia nuevas formas de Ser y de Vida. Danos imitar tu magnanimidad y tu tolerancia, que todo lo hace concurrir finalmente al Bien. Danos espíritu de comprensión y libertad, para que sepamos siempre perdonar y rescatar para el bien a todos nuestros hermanos. Nosotros te lo pedimos por Jesús, tu hijo, nuestro hermano.

Entrada: Juntos como hermanos; Alegría de vivir;

Ofrendas: Te ofrecemos, Señor.

Comunión: Ven y sígueme; Hombres nuevos; Te conocimos al partir el pan ; Donde hay caridad y amor Canción del profeta.

Final: Canción del testigo. Diremos que sí (Kairoi).

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