El evangelio de hoy nos presentará un Jesús que se autocalifica como camino, verdad y vida, y nos invita a seguir esa senda que es él mismo. La eucaristía celebrada entre hermanos es la realización más clara y concreta de ese ser camino, verdad y vida que Jesús es, y, al mismo tiempo, de aceptar esa realidad de Jesús por parte nuestra. Que nosotros nos reunamos para celebrar la memoria de la cena de Jesús con sus amigos el Jueves Santo significa que queremos seguir el camino-Jesús.
1. Oración
VEN ESPIRITU SANTO, LLENA LOS CORAZONES DE TUS FIELES Y ENCIENDE EN ELLOS EL FUEGO DE TU AMOR.
Envía tu Espíritu y serán creados.
Y RENOVARÁS LA FAZ DE LA TIERRA.
Oremos: Oh Dios, te suplicamos nos asista la virtud del Espíritu Santo para que limpie nuestros corazones y nos defienda de toda adversidad. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
2. Texto y comentario
2.1. Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 6, 1-7
En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el suministro diario no atendían a sus viudas. Los Doce convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron: -«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea: nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra.» La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando. La palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.
El texto relata la elección de los siete varones puestos al frente de la distribución de las limosnas, que tradicionalmente se les ha llamado diáconos. Merece poner de relieve la frase de Pedro: «Nosotros nos dedicaremos a la oración y a la predicación. Es, pues, de sumo valor la predicación y la oración. ¿Cómo nos preparamos la predicación? ¿Cómo la escuchamos? ¿Cómo hacemos la oración? Se eligen para diáconos a individuos dignos. Si nos preparamos para el sacerdocio, la preparación debe ser esmerada. Debemos estar llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, de fe y de amor a Cristo, nuestra sabiduría.
2.2. Salmo responsorial Sal 32, 1-2. 4-5. 18-19 (R.: 22)
R. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en Tu honor el arpa de diez cuerdas. R.Que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. R.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R.
2.3. Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 2, 4-9
Queridos hermanos: Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo. Dice la Escritura: «Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado.» Para vosotros, los creyentes, es de gran precio, pero para los incrédulos es la «piedra que desecharon los constructores: ésta se ha convertido en piedra angular», en piedra de tropezar y en roca de estrellarse. Y ellos tropiezan al no creer en la palabra: ése es su destino. Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa.
Como suele suceder en las cartas, se entremezclan aplicaciones prácticas y consideraciones dogmáticas. El texto que nos ocupa tiene cierto sabor teológico.
A) A los títulos Verdad, Vida, Camino, que leemos en Juan, añade Pedro el título de Piedra; Piedra elegida, fundamental, viva, angular. Es el centro de atracción, el centro de sustentación, el centro de unión, el centro de existencia. Sin Cristo, como en la alegoría de la Vid, nada se puede hacer.
B) Los fieles unidos a Cristo son, como El, elegidos, piedras vivas, casa espiritual y sacerdocio santo, capaces de ofrecer a Dios por Cristo aceptables ofrendas espirituales.
C) S. Pedro señala dos ocupaciones fundamentales a los cristianos: ofrecer oblaciones a Dios y anunciar sus maravillas. Toda nuestra vida es y debe ser una oblación continua a Dios; pero más que nunca, se verifica ahora en la celebración Eucarística. Con el sacerdote ofrecemos a Dios la Oblación más pura y más santa que imaginarse pueda, Cristo Jesús. También nosotros mismos, unidos a Él y formando con El una unidad por la fe y el amor, nos ofrecemos a Dios Padre. El edificio del Cristo Místico del que somos piedras vivas, debe crecer y robustecerse. La Eucaristía nos da fuerza para ello. La vitalidad que de estos sacramentos dimana, menester es que se manifieste en la vida. Sólo así anunciaremos las maravillas del Señor. Para ello hemos sido llamados de las tinieblas a la luz. Con Cristo, somos sacerdotes, con Cristo, somos reyes, con Cristo, somos elegidos. Nótese de paso, el recurso al Antiguo Testamento que hace Pedro.
2.4. Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 1-12
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.» Tomás le dice: -«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Jesús le responde: -«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.» Felipe le dice: -«Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» Jesús le replica: -«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.»
Las enseñanzas que Cristo ha impartido a los discípulos durante el curso de su vida pública, las ha recogido Juan aquí, momentos después de la Cena, dándoles un tono de profunda intimidad. Cristo va morir; los discípulos están tristes: es el momento de las más efusivas comunicaciones y de las más profundas revelaciones.
Dios Padre y Cristo son una misma cosa. El Padre está en Cristo y Cristo en el Padre. Se poseen mutuamente: es la posesión común de la naturaleza divina. El Hijo – el Verbo, recurriendo al prólogo – es Dios y está en Dios. Está en el seno del Padre, ha visto el Padre y posee la Gloria desde antes de la constitución del mundo. El nos habla del Padre y nos manifiesta al Padre. La realidad divina – Verdad – se hace palpable y asequible en El. Por eso El es la Verdad. Dios ama a los hombres, Dios salva a los hombres en Cristo; Dios da la vida a los hombres en Cristo. Por eso Cristo es la Vida. No se puede llegar a la Verdad, sino admitiendo la revelación que Cristo hace del Padre; no se puede llegar a la vida, sino uniéndose a Él; no podemos llegar al Padre sino por El. Por eso Cristo dice ser el Camino.
Está fuera del Padre, quien está fuera de Cristo; está de la Verdad y está fuera de la Vida, quien nos está en Cristo. No conoce al Padre ni tampoco le ama, quien no ama ni cree en Cristo. Son afirmaciones absolutas. Fuera de Cristo está el error; la mentira y la muerte. (17, 3).
Es curioso notar que, los que se unen a Cristo por la fe y el amor, reciben de Él, lo que él recibió del Padre. Unidos al Hijo, son hijos de Dios; unidos a la Verdad y a la Vida, los fieles son hijos de la Verdad y poseen la Vida en Sí mismos. Ellos están en Cristo y en el Padre, y Cristo y el Padre están en ellos – (17, 21). A ellos les está destinada la Gloria que él posee desde un principio – «Voy a prepararos un lugar»; y ellos acabarán obrando las mismas obras que El obra.
La razón de esta participación de los fieles en los bienes de Cristo, radica en la «Ida de Cristo al Padre» esta fórmula indica la exaltación de Cristo. La ida al Padre, pues, hace posible a los fieles estar con Él en la posesión de la Vida Eterna y poder realizar las obras que Cristo realiza. Cristo es, pues, el único camino para ir al Padre, la verdad y la Vida.
Cristo está en medio de nosotros. La ida al Padre ya se ha verificado. En sus manos está todo el poder y la gloria; El es el Señor. Está en Dios y nos espera. Ha ido a prepararnos un lugar adecuado, en tanto, El se comunica con nosotros por la Eucaristía. De Él nos viene la gracia que nos hace Hijos de Dios, herederos de su gloria, poseedores ya de la Vida; nos da la fuerza de permanecer en su amor, en la Verdad. Este Señor, que reina con Dios, es Señor nuestro. Todo lo podremos en El. Basta llevarlo con nosotros por la fe y el amor. Para ello la Eucaristía.
3. Oración final:
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu por los siglos de los siglos. Amén.