Cuarto domingo de Cuaresma – Ciclo C

Cuarto domingo de cuaresma: ciclo C.

DIOS, POR CRISTO, NOS HA RECONCILIADO CONSIGO

Hoy la predicación penitencial se centra en la parábola del hijo pródigo, acogido y reconciliado por el Padre; la segunda lectura es también un admirable comentario en un sentido eclesial muy profundo.

Hay que conectar la predicación de hoy con la del domingo anterior. La urgencia a la conversión tiene que predicarse: «En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios». Este Dios se nos presenta como el padre, que espera, con los brazos abiertos, al hijo que se fue lejos. Al verlo, se conmueve, se le echa al cuello y lo besa; manda preparar el banquete festivo.

Lectura del libro de Josué 5,9a. 10-12.

En aquellos días, el Señor dijo a Josué: Hoy os he despojado del oprobio de Egipto. Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. El día siguiente a la pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ácimos y espigas fritas. Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.

Primera celebración de la Pascua en la Tierra Prometida. «Por fin libres, por la gracia de Dios». Porque «hoy los he despojado del oprobio de Egipto». Aquella esclavitud ya no es sino un triste recuerdo. Y aquel recuerdo hoy los hace cantar de alegría.

Hoy son libres. Hoy han alcanzado la tierra prometida de la libertad. Ya pueden comer «panes ácimos» nuevos, como los hombres nuevos. Ya pueden comer del fruto de la tierra, como señores. No las cebollas de la esclavitud ni el maná de los fugitivos, sino las «espigas fritas» de la libertad. Ya se acabaron la esclavitud y las pruebas, los miedos y las esperas. Hoy es su Pascua.

Pero este hoy siempre es relativo. La libertad plena no la conseguimos aquí. La Tierra Prometida siempre tiene que estar siendo conquistada. «Si Josué les hubiera proporcionado un descanso, no habría hablado Dios más tarde de otro día» (Hb 4, 8). La libertad de hoy, la tierra conquistada de hoy, no son más que el anuncio de nuevas libertades y tierras mejores. El «ya» y el «todavía no». Estamos ya en la Tierra Prometida, pero sigue siendo objeto de una bienaventuranza de Jesús (cf. Mat 5, 4).

SALMO RESPONSORIAL
Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7

R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloria en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió,
me libró de todas mis ansias.

Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias.

Salmo sencillo, reiterativo, pero de una lección grande, siempre actual y necesaria. Composición poética fruto de una experiencia religiosa riquísima. La confianza en Dios, la fe perseverante y la confianza en el Dios de la salvación que nunca falta, y se obtiene de él más aún de lo que se le pide.

Si durante tres mil años este salmo ha ido dando su lección a los corazones de los fieles, tal vez en nuestro tiempo es cuando esta lección se hace más apremiante. El mundo moderno parece alejado de Dios, inmerso en la inquietud, en la angustia, en la inseguridad. La confianza parece ausente, y la paz como desterrada de un mundo lleno de convulsiones y de guerras.

Pues sobre este mundo resuena una palabra de esperanza, de confianza: es el salmo 33, magnífica lección que alimenta el corazón del hombre creyente, y estupendo preludio a la gran doctrina de Cristo, que nos enseñó el sermón de la montaña y la oración del padrenuestro.

Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 5,17-21.

Hermanos: El que es de Cristo es una creatura nueva: lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el servicio de reconciliar. Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado el mensaje de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por medio nuestro. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado, Dios le hizo expiar nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él, recibamos la salvación de Dios.

Este párrafo se inserta en el contexto general del ministerio de la reconciliación que forma el tema principal. Sin embargo, la primera y la última parte tocan otros puntos muy importantes, aunque un tanto diferentes del principal, aunque conectados con él.

La reconciliación y su ministerio. Es una de las maneras con que Pablo describe los efectos de la obra de Cristo. «Reconciliación» es una imagen que no puede tomarse literalmente, sino sólo en cuanto tercera comparación. En este caso significa que Dios y el hombre se han encontrado, como dos personas que se reconcilian. Renuevan una amistad maltrecha. No significa, con todo -eso sería exagerar la imagen- que Dios y el hombre sean enemigos mutuos. Sabemos que Dios nunca lo es del hombre. Conviene presentar, pues, a Dios a su propia luz en cuanto sea posible.

La novedad de lo cristiano . Es una alusión en primer lugar a alguien que se hace cristiano. Para él Cristo es una novedad enorme. Pero para quien ya lo es también el Señor tiene una permanente y eterna novedad que aportar. Es esencial no creerse que porque seamos cristianos desde hace tiempo o la Iglesia tenga casi dos mil años ya lo sabemos todo sobre Cristo y Dios y su revelación, y nos escleroticemos en actitudes superadas, individuales y colectivas.

Cristo hecho pecado. La expresión más fuerte en todo el Nuevo Testamento. La traducción es mala, al hablar de expiación por los pecados. Parece que no se ha atrevido a proponer el original paulino que dice: «a quien no conoció el pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros a fin de que fuésemos justicia de Dios en El». Significan la participación integral de Cristo en la condición humana, en el pecado y la muerte, su consecuencia, aunque no fuera pecador personal. Pero un mundo injusto y roto le afectan en su ser personal humano asumido por amor a los hombres.

De ahí provendrá la modificación de la existencia humana hasta llegar a ser «justicia de Dios», otra expresión paulina paralela a la de reconciliación para indicar la forma del ser del hombre unido a Cristo.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 15,1-3. 11-32

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos: Ese acoge a los pecadores y come con ellos. Jesús les dijo esta parábola: Un hombre tenía dos hijos: el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame, la parte que me toca de la fortuna. El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna, viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país, que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces se dijo: Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi Padre, y le diré: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.» Se puso en camino adonde estaba su padre: cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus criados: Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete; porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado. Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y, llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Este le contestó: Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud. El se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: Mira: en tantos años cómo te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mijeres, le matas el ternero cebado. El padre le dijo: Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido, y lo hemos encontrado.

Lucas no se refiere a ninguna situación especial sino a lo que siempre sucedía: mientras los pecadores públicos y todos aquellos que no eran buenos a juicio de los fariseos y según la religiosidad oficial, se acercaban a Jesús, le escuchaban y se convertían al evangelio, los santones y maestros de Israel no hacían otra cosa que expiarle y criticar su conducta. Pero Jesús, acogiendo a los pecadores, no hacía otra cosa que manifestar el amor de Dios y su perdón misericordioso. La parábola del «hijo pródigo» es una réplica de Jesús a la murmuración de los fariseos.

La parábola, que debiera llamarse del «padre bondadoso», tiene también algunos rasgos simbólicos y sicológicos de gran interés. Pero, como decíamos, lo principal es el insondable amor de Dios que se refleja en la conducta del padre.

El pecado es siempre un apartarse de Dios para convertirse a las criaturas, una opción por el mundo con menosprecio de Dios. No obstante, Dios deja en libertad al hombre para que haga su experiencia. No quiere tener hijos a la fuerza, deja que se vayan lejos. El pecado lleva al hombre al límite de su miseria. Pero entonces es posible que recapacite y vuelva a su casa. De ser así, el primer paso se da con el reconocimiento de la propia miseria. Dios espera siempre al hijo pródigo y le sale al encuentro con su gracia. Si se decide a volver, lo acogerá amorosamente, lo restablecerá en su dignidad perdida y lo colmará de bienes. Dejará a un lado la venganza y aun la mera justicia, no aceptará que viva en la casa como un jornalero. Celebrará su venida como una resurrección: «estaba muerto y ha revivido». Así es Dios.

El comportamiento del hermano es completamente distinto. Sirve para contraponer el amor de Dios a la conducta de los hombres, que no sabemos perdonar, porque no nos amamos como hermanos.

Porque tampoco nos comportamos como verdaderos hijos de Dios, sino sólo como servidores y esclavos. Es una crítica de Jesús a los fariseos que cumplen la ley a la perfección, al pie de la letra, pero que no han descubierto que la auténtica perfección de la ley es el amor. Para saber perdonar hace falta ser Dios o verdadero hijo de Dios, no basta con ser un cumplidor.

Cantos que se pueden utilizar en la celebración de este domingo.

1. Nueva Creación (C. Gabarain)

2. Oración del Pobre (Kairoi)

3. Padre vuelvo a ti (Kairoi)

4. Dame tu perdón

5. Siento que tú eres Dios

6. El Señor me amó

7. Madre del dolor

El Bautismo del Señor

BAUTISMO DEL SEÑOR

Introducción

La fiesta del Bautismo del Señor enlaza con la Epifanía por su condición de celebración de la primera manifestación pública de Jesús, al comienzo de su ministerio. Hemos pasado, en la celebración de los misterios, de la infancia a la edad adulta de Jesús. La antífona de entrada (Mt 3,16-17) expresa bien el contenido celebrativo de esta solemnidad: «Apenas se bautizó el Señor, se abrió el cielo, y el Espíritu se posó sobre él. Y se oyó la voz del Padre que decía: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto». Hay varios signos epifánicos: el abrirse el cielo, cerrado para la humanidad por su pecado, el posarse sobre Jesús el Espíritu en un gesto que recuerda la primera creación, ungiéndole como Mesías, y la voz del Padre manifestando que aquel hombre, aparentemente pecador, es su Hijo predilecto (prefacio). Esto mismo expresa la oración colecta: «Dios todopoderoso y eterno, que en el Bautismo de Cristo, en el Jordán, quisiste revelar solemnemente que él era tu Hijo amado enviándole tu Espíritu Santo»… El Bautismo de Jesús es la revelación solemne, la epifanía esplendorosa de quién es aquel que lucha para que Juan le bautice.

Con esta fiesta se cierra el ciclo navideño de las manifestaciones de Dios en la carne, para dar paso al tiempo ordinario.

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Domingo 4 de Adviento – Ciclo C

IV Domingo de Adviento

Se acerca la fiesta de Navidad
«¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

1. Introducción:

El IV domingo de Adviento está penetrado por el deseo y la convicción de que la meta de la Navidad está a punto de ser alcanzada. Por eso en la oración poscomuni6n se pide que el pueblo cristiano «sienta el deseo de celebrar dignamente el nacimiento de tu Hijo al acercarse la fiesta de Navidad». Este deseo se convierte en súplica en la antífona de entrada (Is 45,8): «Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad la victoria; ábrase la tierra y brote la salvación». Esta salvación es la gracia del Emmanuel que la Iglesia pide en la oración colecta: «Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que hemos conocido por el anuncio del ángel (a María) la encarnación de tu Hijo»… El prefacio II proclama en este domingo: «El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza». La perspectiva de Navidad, ya cercana, marca los textos e invita a una preparación más intensa. Preparémonos orando para hacer lectura y meditación de la palabra de Dios que la Iglesia nos ofrece:
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Domingo 3 del Tiempo de Adviento – Ciclo C

III domingo de adviento

EL DOMINGO DEL «ALEGRAOS»

«Y nosotros, ¿qué debemos hacer?»

Invocación al Espíritu

Espíritu del Señor,
ven sobre nosotros,
transforma nuestro corazón
y toma posesión de él.
Quema nuestros miedos,
vence nuestras resistencias,
danos capacidad de ser justos
con nosotros mismos y con los demás,
para reconocer y aceptar en todo
las exigencias de la verdad.
Haz que no quedemos
prisioneros de la nostalgia
o de la añoranza del pasado,
sino que sepamos abrirnos,
con serena fortaleza,
a las sorpresas de Dios.
Danos la fidelidad
al humilde presente
en el que nos has colocado,
para redimir contigo y en ti
nuestro hoy
y hacer de él el hoy del Eterno.
Haznos vigilantes, confiados y prudentes
en llevar adelante el mañana
de la promesa
en la dificultad de las obras
y en la paciencia de los días
de nuestra vida.
Santificador del tiempo,
ayúdanos a hacer
de nuestro camino
el lugar del Adviento,
en el que se asome ya desde ahora,
en los gestos del amor
y en el rendimiento de la fe,
el alba del Reino
prometido y esperado en la esperanza.
¡Amén! ¡Aleluya!

(Bruno Forte)

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Domingo 33 del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Domingo XXXIII del tiempo ordinario:

«Veréis venir al Hijo del Hombre»

1. Introducción

Este domingo es una invitación a una buena noticia: nos espera la plena realización de todas las esperanzas de paz, alegría, amor, verdad y justicia. Al final del tiempo, la realización y consumación de la esperanza. Asidos en una palabra que es garantía de futuro: «no pasará esta generación antes de que todo se cumpla». Es misión del cristiano hacer presente este futuro en cada generación. Asumir con ojos de distancia y de futuro la responsabilidad del quehacer de cada día. No tiene que resultarnos extraño que en cada acción –por pequeña que ésta sea- resuene un cierto sabor de futuro. La fe y la esperanza nos aseguran que Dios da futuro al presente.
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Domingo 29 del Tiempo Ordinario – Ciclo B

XIX domingo del tiempo ordinario

LA ACTITUD FUNDAMENTAL CRISTIANA: EL SERVICIO.

1. Introducción

La coincidencia de los textos de hoy con el Domund invita a considerar en profundidad la tarea evangelizadora de la Iglesia: ¿puede consistir en otra cosa que en llevar a los hombres el anuncio del misterio de Cristo? «La Iglesia peregrina entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz y la muerte del Señor, hasta que El venga» (Lumen gentium, n. 8, final).

El «servicio» de la misión es la actualización del «servicio» que Cristo nos ha hecho «entregando su vida en rescate para todos los hombres». Sin duda es mucho más comprensible y explicable humanamente que un hombre ayude a otro a salir de su hambre o de su opresión, que no que un hombre anuncie el misterio pascual de Cristo. Con todo, «mantengamos la confesión de la fe» (2. lectura del domingo): el misterio pascual de Cristo es el principio de la renovación del hombre y la acción misionera de la Iglesia es, por ello, la acción más «humanizadora», en sentido pleno, según Dios.

2. Lectura del Profeta Isaías 53,10.11.

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años; lo que el Señor quiere prosperará por sus manos. A causa de los trabajos de su alma, verá y se hartará, con lo aprendido mi Siervo justificará a muchos, cargando con los crímenes de ellos.

2.1. Comentario

Estos versículos de Isaías pertenecen a la conclusión del cuarto cántico del Siervo (52, 13-53, 12): inocencia-condena-glorificación del Siervo tras su gran humillación. Ya de antemano, el cántico anuncia el éxito del Siervo por su docilidad al Señor (52, 13-15). Los que antes se espantaron, al contemplar su figura rota y maltrecha, ahora deben permanecer callados en señal de admiración.

En el cuerpo del poema, un grupo anónimo nos habla de su nacimiento, sufrimiento, muerte, sepultura y glorificación del siervo. Su nacimiento y crecimiento es oscuro como raíz en tierra árida (v. 2); desfigurado por el dolor es considerado como algo insignificante, y la sociedad le da de lado, lo condena al ostracismo. ¿Sufrirá el justo por sus pecados? (v. 3) ¿No seremos nosotros más bien los culpables? (vs. 4-6). Las cicatrices del justo tienen un valor curativo; una condena injusta acaba con él en la sepultura, y la gran paradoja: se reconoce su inocencia después de su muerte (vs. 8-9).

La muerte del Siervo no ha sido inútil. Su sufrimiento y castigo han conducido al éxito; la muerte nunca es punto final sino prenda de salvación para todos nosotros los impíos.

La paradoja es clara; el siervo de Yavhé, su elegido, carga con lo que tradicionalmente procura la ira de Dios frente a los impíos. El «aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca», aparece como víctima expiatoria (Lv. 4). El resultado es extraordinario: rompe el esquema tradicional de la justicia divina. Hasta entonces, quien la hace, la paga; el profeta, en cambio, descubre que puede que no sea así y revela en su oráculo un nuevo hecho: el sufrimiento tiene un valor salvador, no es sólo castigo sino que puede ser salud y, lo que es más notable, salud para los demás. Eso sí, tiene que sufrir el justo, y pues el injusto, el impío, al sufrir, paga, mientras que el justo, con el sufrimiento, salva. Todo esto nos lleva a reflexionar que: Debilidad y fuerza, inocencia y persecución, sufrimiento y paciencia, humillación y exaltación, constituyen una parte importante de la vida de Jesús. El desfigurado en su pasión y muerte en la cruz es reconocido como el justo (Hech 3, 13s). Su silencio impresiona a Pilatos; es humillado y acepta la humillación; después de muerto, el centurión reconocerá su inocencia. Dios lo exaltará a su derecha y le dará en herencia una multitud inmensa entre la que nosotros nos contamos.

El secreto del triunfo para el justo radica en que su vida es servicio para los demás, no en su propio éxito (Mc. 10, 45).

3. SALMO RESPONSORIAL
Sal 32,4-5. 18-19. 20 y 22

R/. Que tu misericordia Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

Aclamad, justos, al Señor,
que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.

Nosotros aguardamos al Señor:
El es nuestro auxilio y nuestro escudo.
Que tu misericordia Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

3.1. Comentario: El salmo 32, un himno a la providencia de Dios
En este salmo encontramos dos rasgos determinantes de Dios: él es creador y el Señor de la historia. No es sólo el Dios de Israel, sino el de toda la humanidad. El v.5 resume esta idea de forma clara: “El ama la justicia y el derecho, y su bondad llena la tierra”. Este salmo nos presenta al Dios que desea la justicia y el derecho en todo el mundo, y no sólo en Israel. Podemos, entonces, afirmar que nos encontramos ante el Señor, el Dios amigo y aliado de toda la humanidad. Y quiere junto con todos los seres humanos, construir un mundo de justicia. Desea que todo el mundo experimente su misericordia y su bondad. Este Dios tiene un plan para toda la humanidad y quiere que este plan se lleve a cabo. En este sentido, cuando dice “Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él escogió como heredad”, este salmo no está asimilándolo todo a Israel, sino que está abriendo esta posibilidad a cada uno de los pueblos o naciones, en sintonía en algunos profetas posteriores al exilio de Babilonia.
El Nuevo Testamento ve a Jesús como la Palabra creadora del Padre (Jn 1,1-18) y como rey universal. La pasión según san Juan lo presenta como rey de todo el mundo, un rey que entrega su vida para que la humanidad pueda vivir en plenitud. La misma actividad de Jesús no se limitó al pueblo judío, sino que se abrió a otras razas y culturas, hasta el punto de que Jesús encuentra más fe fuera que dentro de Israel.

4. Lectura de la carta a los Hebreos 4,14-16.

Hermanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo; Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

Comentario

A unos judíos convertidos, posiblemente de estirpe sacerdotal, que añoran el templo de Jerusalén y el esplendor de su culto externo, el autor de la carta a los Hebreos les quiere mostrar la grandeza y la eficacia del culto cristiano «en espíritu y en verdad». El sacerdocio levítico -el de los lectores- debe ceder ante el sacerdocio de Cristo, único mediador de la nueva alianza. El sacerdocio de Cristo supera el de los sacerdotes levíticos, e incluso el del sumo sacerdote del templo, porque está al mismo tiempo más elevado junto a Dios y más rebajado al lado de los hombres: ha atravesado los cielos hasta llegar a la derecha del Padre, y por otra parte «no es incapaz de compadecerse de nuestra debilidades, sino que ha sido probado en todo… excepto en el pecado». El sumo sacerdote judío no llegaba ni tan arriba ni tan abajo. Se mantenía excesivamente distante de Dios y de los hombres.

Bastante lo sabían los destinatarios de la carta. Por ello, en vez de evocar nostálgicamente la antigua liturgia, deben estar contentos del misterio cristiano en el que han creído, y deben tener la seguridad, a pesar de su simplicidad externa, de encontrar en él la ayuda eficaz que los ritos judíos no les podían procurar.

5. Lectura del santo Evangelio según San Marcos 10,35-45.

En aquel tiempo [se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir. Les preguntó: ¿Qué queréis que haga por vosotros? Contestaron: Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Jesús replicó: No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar? Contestaron: Lo somos. Jesús les dijo: El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautiza pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado. Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.] Jesús, reuniéndolos, les dijo: Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.

5.1. Comentario

El texto evangélico de este domingo (Mc 10, 35-45), viene inmediatamente después del tercer anuncio de la Pasión revelado por Jesús a sus discípulos, mientras “iban de camino, subiendo a Jerusalén”. Marcos subraya que el Maestro iba delante de ellos, y que “los que lo seguían tenían miedo” (v. 32) Para confiar a los suyos lo que le espera en Jerusalén, llama aparte a los Doce y les anuncia en detalle la pasión, muerte, resurrección que vivirá en la Ciudad santa. Acto seguido, el evangelista Marcos presenta a los hijos de Zebedeo, que se acercan a Jesús y le piden que haga lo que ellos le van a pedir. Nos resulta extraña esta actitud de los dos discípulos predilectos. Porque parece que el anuncio doloroso que Jesús les acaba de manifestar no les ha impactado; es casi como si no lo hubiesen escuchado. Es más, su petición muestra con claridad cómo el discurso de la cruz no había sido asimilado por Santiago y Juan. Ni, con mucha probabilidad, por ninguno de los otros diez discípulos. En este momento, les interesa lo que les interesa. Y, quizás sin caer en la cuenta ni ser conscientes de ello, dejan completamente solo al Maestro que, camino de Jerusalén, se prepara para la entrega definitiva de su vida, para la redención de todos nosotros, en obediencia filial a la voluntad del Padre.

En el texto paralelo de Mateo (20, 20-28), quizás para tutelar la fama de los dos hermanos, el evangelista hace presentar la petición de recomendación por la madre. Tanto en el pasaje narrado por Marcos como en el paralelo de Mateo, es admirable la comprensión del Maestro Jesús. No les reprende con severidad, no les echa en cara la indiferencia o el caso omiso que hacen ante el anuncio de algo que tenía que interesarles y afectarles profundamente. Ante todo, les dirige una pregunta que quiere clarificar, poner a fuego la petición: “¿Qué queréis que os conceda?” En otros relatos evangélicos, encontramos una pregunta semejante por parte del Maestro Jesús, que casi desea que quien suplica y pide algún favor (ordinariamente se trata de curaciones), tome conciencia clara de lo que está solicitando. “¿Qué quieres que te haga o que haga por ti?” le pregunta Jesús en este mismo capítulo de Marcos al ciego Bartimeo (v. 51).

Escuchada la petición concreta, el Maestro replica a los “hijos del trueno”: «No sabéis lo que pedís”. En otro momento, cuando los mismos hermanos habían pedido a Jesús si quería que ordenasen que bajase fuego del cielo sobre los samaritanos que no habían querido acoger al Señor “porque se dirigía a Jerusalén”, el mismo Jesús parece que les llega a decir: “No sabéis qué espíritu tenéis o de qué espíritu sois”.

Aquí Jesús, en la pregunta-respuesta que dirige a los dos, intenta hacerles comprender que lo que les debe importar no es el tener privilegios, sino el compartir el destino de su Maestro y Señor. Ésta ha ser la verdadera preocupación de todo aquel que quiera decirse discípulo suyo: seguirle a él, ir detrás de él, su Maestro, realizando en sus vidas el mismo estilo y ejemplo de servicio, dejando a un lado todo lo que pueda sonar a ambición de honores y primeros puestos. Para hablar de su destino, en la pregunta que dirige Cristo a Santiago y Juan, Jesús acude a dos imágenes: beber el cáliz y ser bautizados con el bautismo. Las dos evocan una perspectiva de sufrimiento y muerte. Y el Señor es consciente de ello. Ya lo anunció por tres veces a los apóstoles. Y los dos discípulos protagonistas de la escena evangélica, más o menos conscientes del verdadero contenido de aquello a lo que se comprometen con su respuesta, se declaran decididos y dispuestos a compartir plenamente el destino del Señor.

Era de esperar que la petición ambiciosa de Santiago y Juan suscitase malestar e indignación en los condiscípulos. Entonces Jesús vuelve a convocar a los Doce, los reúne en torno a sí, y con bondad les ofrece y nos ofrece una enseñanza de gran importancia sobre el significado de los roles en la comunidad cristiana y el sentido verdadero de su muerte poco antes anunciada: “El hijo el hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; se burlarán e él, lo matarán… El Hijo del hombre ha venido para servir y dar su vida como rescate por muchos” (vv. 33. 45). Me suena con una interpelación particularmente fuerte la afirmación de Jesús, al hablar del estilo de ejercicio de la autoridad por parte de los jefes de las naciones. Se dirige directamente a los Apóstoles y les dice, casi les ordena: “¡No va a ser así entre vosotros!” El modelo que Jesús deja a los suyos y, en ellos, a la Iglesia, es el de su propia vida, caracterizada por el servicio y la entrega gratuitas. Los parámetros del mundo, contrarios a las Bienaventuranzas, están basados en la carrera al poder y al dominio de los unos sobre los otros. Jesús se muestra aquí firme y casi categórico: “¡Pero entre vosotros no va a ser así!”

Todo camino que no sea el seguido por Jesús queda fuera de opción para quienes quieran ser discípulos suyos, para su Iglesia. No se trata, pues, de una opción de libre elección. El seguimiento de Cristo Jesús, ser discípulos suyos, supone necesariamente una opción fundamental que es la del servicio, la de la participación, no sólo en su misión, sino también en el estilo de la misma.

6. Preparemos los cantos para nuestra celebración:

Canto de entrada: Convocados por el Padre (Emilio y Juan Bravo). Unidos en la fiesta (J. Madurga)

Presentación de ofrendas: Bendito seas Señor (F. Palazón)

Comunión: A los hombres amó Dios. Tú me llamas por ni nombre (C. Erdozain). Me estás llamando (Kairoi). Canción del misionero (Tiberiades). Amigo (J. Madurga)

Salida: Canción del testigo: (J. A. Espinoza). En el trabajo (C. Gabarain)

Domingo 27 del Tiempo Ordinario

XXVII domingo del tiempo ordinario

«…Ya no son dos, sino una sola carne» «El que no acepte el Reino de Dios como un niño no entrará en él»

1. Introducción
Jesús continúa su camino hacia Jerusalén y, a la vez, continúa su instrucción a los discípulos. Los relatos que siguen a lo largo del capítulo 10 irán descubriendo y definiendo valores nuevos del Reino. Cada uno de ellos cambia uno de los principios del orden establecido, y nos introduce en la nueva moral de la comunidad nueva.

2. Lectura del libro del Génesis 2,18-24

El Señor Dios se dijo: No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude. Entonces el Señor Dios modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo, y se los presentó al hombre, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el hombre le pusiera. Así el hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no se encontraba, ninguno como él, que le ayudase. Entonces el Señor Dios dejó caer sobre el hombre un letargo, y el hombre se durmió. Le sacó una costilla y le cerró el sitio con carne. Y el Señor Dios trabajó la costilla que le había sacado al hombre, haciendo una mujer, y se la presentó al hombre. Y el hombre dijo: ¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.

2.1. Comentario
«No está bien que el hombre esté solo». La intención del autor es explicar la fuerza del amor, la atracción recíproca de los sexos. Hombre y mujer tiene cada uno sus características, pero son esencialmente semejantes, iguales en dignidad. El texto lo expresa al decir «es carne de mi carne…» Dios crea la mujer. El acto de la creación no admite espectadores. El hombre está en un sueño profundo, ignora el origen de la mujer. El hombre ha tenido tiempo para reconocerse y tomar posesión de las cosas que le rodean, dándoles un nombre (vv. 18-20). La leyenda de la costilla sacada de Adán (v. 21) corrobora esta idea: la mujer es la carne de su marido. Estamos lejos de la igualdad de los dos miembros de la pareja presentada por la tradición del primer capítulo del Génesis (Gén 1, 27-28). El hombre no agota su vocación con el dominio de la naturaleza y la vida: es, además, portador de un llamamiento al encuentro de un ser irreducible, capaz de comunión con él. En la mujer, el hombre descubre otro él, pues esta no se le presenta en su misterio de alteridad, sino al contrario, como el hueso de sus huesos, la carne de su carne; su mismo nombre (ishsha) no es sino el diminutivo del término que corresponde al hombre (ish, v. 23). Y la leyenda, según la cual la mujer nace de una costilla del hombre (v. 21) es un dato más que confirma esta dependencia de la mujer (v. 22).

Así, pues, el hombre mide a la mujer a partir de su propia conciencia; él mismo se sitúa en el centro de esta experiencia, siendo su compañera una mera «ayuda», adquirida por él como un medio para llevar a buen término su proyecto. Se le considera únicamente como una «ayuda proporcionada» al hombre, aun cuando conserva su propia originalidad; la vemos sacar al hombre de su aislamiento y ofreciéndole su convivencia (v. 18). En cambio, en este pasaje no se hace la menor aclaración en el sentido de si la mujer, en su función de «auxiliar» del hombre, llega a superar su propio aislamiento. Pero se adivina ya que el misterio de la mujer le atrae y le invita a salir de sí mismo; acaba de descubrir el valor de la pareja y de su unidad.

Una pareja: el hombre no existe para sí mismo, no aguanta estar solo. Para vivir, necesita que exista alguien con quien poder estar frente a frente. Creado a imagen y semejanza de Dios, no puede vivir siendo él solo: lleva injerto en su ser el amor, y sólo en el encuentro y en la relación llegará a ser él mismo. Por haber nacido de Dios, el hombre es participación. Por toda la eternidad llevará Adán la cicatriz de su carencia, de su autosuficiencia imposible; es un ser incompleto. Eva, nacida del costado de Adán, será el símbolo viviente de la complementariedad inalienable.

Misterio del hombre, que para ser él mismo tiene necesidad de otro; que para encontrarse a sí mismo necesita compartir, y dar para llegar a ser. Misterio del hombre, que para poder existir como «yo» necesita que exista otro que le diga «tú»; que se descubre a sí mismo en la mirada del otro; que tiene conocimiento del mundo, de las cosas y de los seres a través de un lenguaje recibido de los otros. Misterio del hombre, que es sociedad. Adán llevará por siempre la señal de que él solo existe con los otros, por ellos y para ellos. El uno hacia el otro: el hombre es, desde su origen, un ser conyugal. Y desde entonces, la pareja es sacramento de Dios. «Dios -hace notar Teófilo de Antioquía- creó a Adán y a Eva para el máximo amor entre ellos, reflejando así el misterio de la divina unidad». Y Dios llevará en su pecho, por toda la eternidad, la marca de su pasión por el hombre: el costado traspasado de Jesús en la cruz.

Dios es Amor y el Amor es encuentro y, por lo tanto, carencia y súplica: para existir, Dios necesita al hombre y, para existir como Amor, tiene que ser Trinidad. Grandeza de la pareja: se hace sacramento de Dios. «No separen lo que Dios ha unido», dirá Jesús a sus detractores. El matrimonio es un sacramento no porque consagre la promesa solemne de los esposos, ni tampoco por fundarse en la mutua ternura; es sacramento por ser la imagen más perfecta de lo que es Dios y de lo que es la vida según Dios. En la relación entre un hombre y una mujer descubrimos y experimentamos que Dios es encuentro, don, participación, amor.

3. SALMO RESPONSORIAL
Sal 127,1-3. 3. 4-5. 6

R/. Que el Señor nos bendiga
todos los días de nuestra vida.

¡Dichoso el que teme al Señor,
y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien.

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa.

Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida.

Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!

3.1. Comida en la familia
Es una gracia de Dios comer juntos, sentarse a la mesa en compañía de hermanos, tomar en unidad el fruto común de nuestro trabajo, sentirse en familia y charlar y comentar y comer y beber todos juntos en la alegre intimidad del grupo unido. Comer juntos es bendición de Dios. El comedor común nos une quizá tanto como el templo. Somos cuerpo y alma, y si aprendemos a rezar juntos y a comer juntos, tendremos ya medio camino andado hacia el necesario arte de vivir juntos.

Quiero aprender el arte de la conversación en la mesa, marco elegante de cada plato en gesto de humor y cortesía. Cada comida tiene también su liturgia, y quiero ajustarme a sus rúbricas por la reverencia que le debo a mi cuerpo, objeto directo de la creación de Dios.

La buena comida es bendición bíblica a la mesa del justo. Por eso aprecio la buena comida con agradecimiento cristiano, para alegrar lo más terreno de nuestra existencia con el más sencillo de los placeres en su visita diaria a nuestro hogar. Si el cielo es un banquete, cada comida es un ensayo para el cielo.

Que la bendición del salmo descienda sobre todas nuestras comidas en común al rezar y dar gracias: «Comerás el fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida».

4. Lectura de la carta a los Hebreos 2,9-11.

Hermanos: Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Así, por la gracia de Dios, ha padecido la muerte para bien de todos. Dios, para quien y por quien existe todo, juzgó conveniente, para llevar a una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con sufrimientos al guía de su salvación. El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos.

4.1. El santificador y los santificados proceden todos del mismo

Hoy empezamos la lectura de la carta a los cristianos hebreos, que continuaremos a lo largo de los seis próximos domingos.

El autor parte de una experiencia personal: Cristo resucitado comparte la vida de Dios; es hombre y Dios al mismo tiempo. A partir de su sensibilidad litúrgica comprende que Cristo ha realizado en verdad lo que el antiguo culto pretendía alcanzar simbólicamente: hacer entrar al hombre a la misma presencia de Dios. Por ello, en los primeros capítulos de la carta, el autor presenta a sus lectores el doble rostro de Cristo, humano y divino al mismo tiempo.

Nuestro texto de hoy se centra en este doble rostro. Cristo ha compartido nuestra condición humana, nos llama «hermanos», «lo hiciste casi igual que los ángeles» (cf. Salmo 8,6). Pero, al mismo tiempo, después de su pasión y muerte, ha sido «coronado de gloria y honor». Por su solidaridad con el linaje humano, su destino de gloria no le afecta tan sólo a él; sino que, gracias a él, también es nuestro propio destino: quiso «llevar una multitud de hijos a la gloria». Nuestra vida de cristianos participa de este doble rostro de Cristo.

5. Lectura del santo Evangelio según San Marcos 10,2-16

En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús para ponerlo a prueba: ¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer? El les replicó: ¿Qué os ha mandado Moisés? Contestaron: Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio. Jesús les dijo: Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. El les dijo: Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido. y se casa con otro, comete adulterio. [Le presentaron unos niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.]

5.1. Comentario
El hombre no puede destruir una unidad inscrita en su naturaleza.

a) La discusión sobre el divorcio se sitúa en tres niveles sucesivos. Al comentar el Dt 24, 1, los fariseos habían ampliado considerablemente los motivos de ruptura, pero no se habían puesto de acuerdo en torno a la lista de éstos (cf. Mt 19, 3). El evangelista no alude a estas discusiones; únicamente supone que los fariseos acaban de preguntar a Jesús si está permitido repudiar a su mujer, pregunta un tanto sorprendente por parte de aquellos, ya que tal posibilidad era admitida por el Dt 24, 1. Marcos no ofrece, en este aspecto, la versión original.

El evangelista considera que los fariseos se refieren a la propia ley (v. 4). Pero esta prescripción, les dice Jesús, debe ser abolida y la solución ha de buscarse a nivel de la voluntad de Dios, inscrita en la naturaleza (Gén 1, 27; 2, 24), según la cual el hombre y la mujer deben permanecer unidos. Ningún hombre, incluido Moisés, tiene derecho de deshacer esta unidad radical del matrimonio (vv. 11-12).
b) Para comprender bien el alcance de este texto no debe olvidarse que el mensaje que contiene forma parte del anuncio del Reino que viene bajo el aspecto de un paraíso por segunda vez encontrado. Marcos ha hecho ver ya que el Reino era una victoria sobre el pecado original (Mc 2, 1-10), una victoria sobre la enfermedad y la muerte (Mc 5, 21-43).

En este pasaje, Marcos precisa que el Reino es también una reanudación del proyecto inicial, concerniente a la unidad del matrimonio por el amor. La aventura conyugal es, en definitiva, uno de los terrenos privilegiados en que toma cuerpo la venida del Reino, con tal de que sea vivida con la máxima fidelidad a la iniciativa original de Dios.

La doctrina de Marcos es, pues, muy clara: el matrimonio no es solamente un contrato facultativo entre dos personas, sino que está implícito en él la voluntad de Dios, inscrita en la complementariedad de los sexos. No basta la sola voluntad de los esposos para explicar el matrimonio y su unidad: la propia voluntad de Dios y su unidad son parte interesada en el matrimonio. Esta es la razón por la que el divorcio no es solamente una injusticia contra el consorte perjudicado; es también una injusticia contra el mismo Dios. Aún se puede preguntar si la armonía de las voluntades es hasta tal punto clara que lleva consigo realmente -con todas las posibles limitaciones de los compromisos humanos- una unión natural aceptable y, como consecuencia, la expresión de la voluntad divina.

6. Preparemos los cantos para la liturgia dominical

Entrada: Alabemos al Señor (J. Madurga)

Presentación de ofrendas: Con amor te presento Señor (C. Erdozaín)

Comunión: El Señor me amó (A. Luna). Siento que tú eres Dios. Uno en el amor (Brotes de Olivo). Donde hay caridad y amor (J. Madurga)

Salida: Madre de los jóvenes

Domingo 26 del Tiempo Ordinario – Ciclo B

XXVI domingo del tiempo ordinario

1. Oración para disponer el corazón

Con San Pablo, doblamos las rodillas ante el Padre para que nos conceda, según los tesoros de su gloria, fortalecernos en el hombre interior por medio de su Espíritu, y acoger a Cristo en nuestros corazones por medio de la fe, para que, enraizados y fundados en el amor, logremos conocer el Amor de Cristo que trasciende todo conocimiento, y así nos llenemos de la total plenitud de Dios (cf. Ef 3,14-19).
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Domingo 25 del tiempo ordinario – Ciclo B

XXV domingo del tiempo ordinario

1. Introducción:

El domingo pasado, el anuncio de que la promesa de vida nueva del Mesías se realizaría a través del fracaso de la cruz había suscitado la reacción contraria de Pedro. Hoy, la reacción es mucho más lamentable y entristecedora: los discípulos ni siquiera han escuchado, sus preocupaciones se dirigían hacia el éxito personal, exactamente lo contrario de lo que Jesús intentaba explicarles. Y Jesús, pues, debe volver a explicar y a insistir en el estilo que él propone: se trata de querer vivir toda la vida como servicio; y se trata de saberlo reconocer a él no en los grandes y prestigiosos, sino en los humildes y débiles.
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Domingo 24 del Tiempo Ordinario – Ciclo B

XXIV domingo del tiempo ordinario

1. Introducción:

Siguiendo la temática del saber oír y proclamar del domingo anterior, hoy la enseñaza está orientada hacia la búsqueda del verdadero seguimiento a la persona de Cristo. La primera lectura nos ofrece la visión de Isaías sobre la vocación del siervo sufriente. El Evangelio presenta a Jesús revelando su verdadera identidad.
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